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Casa África inaugura este viernes, 4 de octubre, la exposición colectiva 'Magua. Relatos migratorios', comisariada por Javier Mamely, profesor jubilado de la ULPGC con especial interés y dedicación académica a los temas africanos. Magua muestra las percepciones de seis artistas pluridisciplinares sobre la nostalgia que acompaña a los procesos migratorios e incluye fotografías de Mamadou Gomis y Juan González, esculturas de Orlando Hernández, grabados de Fatima Suleimán, pinturas de Esther Vega e instalaciones y vídeos de Javier Camarasa. Se podrá visitar hasta el próximo 3 de diciembre en la sede de Casa África.
La exposición parte del hecho de que todos los pueblos tienen un término para designar la nostalgia de todo lo dejado atrás, que asalta a cualquier migrante: un imaginario de recuerdos y tradiciones, hábitos y costumbres, música y gastronomía, valores y normas, mitos y creencias, que componen su marco de referencia identitaria y su visión del mundo. En Canarias, ese término es «magua».
Tras incidir en la vocación de Casa África de trabajar el aspecto humanitario de las migraciones, el director general de Casa África, José Segura Clavell, recordó en la mañana de este jueves, en el acto de presentación a los medios de esta exposición, que «el migrante lleva en su mochila intelectual un conjunto de vivencias, esa es la magua a la que hacemos referencia los canarios«. »Esta exposición es una referencia a lo intangible, que traen consigo al llegar«, apuntó.
Por su parte, el comisario, Javier Mamely, recomendó escarbar bajo la superficie visible de la obra para buscar otras lecturas escondidas o alternativas. Reforzando las palabras de José Segura, advirtió que hay que encararla «teniendo en cuenta siempre esa magua, ese patrimonio intangible que cada inmigrante trae consigo, al que se aferra y del que se siente orgulloso«.
Esta exposición propone, desde ópticas personales y dominios particulares y con medios y formatos dispares -que no discrepantes-, estados liminales del viaje migratorio, de la magua forzada que genera y de la memoria intangible de la que se nutre esa nostalgia dolorosa. Una prenda de ropa, una mirada, una forja, una bandera, una silueta, o el color de una manta son elementos de los que hay que entresacar historias, testimonios, sentimientos y pensamientos que forman parte del equipaje inmaterial que acompaña al emigrante. En esa apariencia poliédrica, de interacción de espacios y medios, las obras expuestas invitan a una lectura dual a sucesivos niveles; a una percepción lenticular de cada obra, donde nada es lo que parece: los colores, imágenes, formas y objetos generan semióticas discutibles y balizan posibles salidas a la aporía -o paradoja «irresoluble»- de la emigración.
La exposición se inaugurará al público general el viernes 4 de octubre, a las 20.00 horas en Casa África. Podrá visitarse hasta esa fecha, de lunes a viernes, en horario de 8 a 18.30h, exceptuando el 1 de noviembre.
Su instalación incluye ropas abandonadas por emigrantes a las que acompaña de pequeñas historias de vida de otros describiendo sus peripecias y expectativas. Propone lecturas alternativas entre prendas ágrafas y textos escritos; entre testimonios intangibles y fehacientes; entre la fascinación por las marcas y la falsedad de su origen y de los mensajes faciales que muestran.
En los conceptos artísticos que componen «El Protocolo Abierto», nos rebate prejuicios y solemnidades, cuestionando los papeles dinásticos de los que ejercen cualquier poder, impersonándolos en sus anónimos protagonistas; quienes, a su vez, se arropan bajo banderas despojadas de los colores identitarios y reducidas a símbolos interpretables según su portador.
Opta también por el blanco y negro en sus fotografías para acentuar la mirada descarnada, amable pero implacable, de su visor. Y, a la vez, plasmar la otra mirada, la del retratado. Miradas que compendian el universo dual del emigrante y plasman «las complejas capas de la experiencia migratoria: el dolor y la pérdida, la resiliencia y la esperanza, la gratitud y la nostalgia, la determinación y el desafío».
Rinde un «homenaje a los vientos, esos espíritus ancestrales que han guiado y acompañado a los pueblos a través del tiempo». En sus esculturas trata de capturar la esencia volátil, pero omnipresente, del viento, logrando que «las curvas y espirales del hierro forjado recreen un fragmento del aire». Nos habla de vientos que portan «historias sin dueño, susurros de promesas olvidadas y anhelos extraños».
Recrea en sus siluetas anonimizadas los sentimientos y padecimientos del ser migrante, en esa red de cordones umbilicales, de «hilos de esperanza», que entrelazan sus recuerdos, sus añoranzas, sus miedos y sus esperanzas. Confecciona un universo dicótomo de tonos fríos para los mundos adversos y cálidos e intensos para los benefactores, que compensan la negatividad de los primeros.
Teniendo el cuerpo humano como elemento inspirador central, da forma y color a una «cartografía del viaje, que parte de la frontera de la propia piel, donde anida la memoria de nuestras acciones, y en el que las formas humanas sirven como línea de horizonte entre la tierra y el cielo, entre lo material y lo onírico o entre la realidad y la metáfora». Una cartografía que entreteje las fases del viaje con los elementos fundamentales.
La exposición ha sido comisariada por Javier Mamely, profesor jubilado de la ULPGC con especial interés y dedicación académica a los temas africanos. Su tesis versó sobre la literatura nigeriana e impartió docencia en el Máster de Relaciones Hispanoafricanas. Ha colaborado con Casa África como miembro del jurado de Purorrelato desde su inicio y del Club de Lectura, además de asesor de traducciones.
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