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Baluartes canarios del arte

Baluartes canarios del arte

Cuando eran jóvenes y despreocupados, todos los 4 de agosto, Pepe Dámaso recibía a Martín Chirino en su casa de Agaete con un ron para empezar a festejar La Rama. Este viernes, en el Castillo de la Luz, con los rostros surcados por las arrugas y la memoria rebosante de experiencia y conocimiento, recobraron la sonrisa de aquellos reencuentros.

Carmen Delia Aranda y / Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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El mago de la espiral recibe al ilustre isletero al pie del castillo. A partir de ahí, su charla los lleva desde la actualidad al pasado y de allí al futuro siguiendo la senda trazada por las inquietudes compartidas.

El propósito del escultor no era otro que enseñarle la exposición que vincula su obra con la Óscar Domínguez y Manolo Millares, a través del denominador común de su inspiración prehispánica. Una muestra cuya repercusión a nivel nacional ha proporcionado una gran alegría a Dámaso al situar el arte canario en el lugar que merece. «Nos olvidan en la Península, sobre todo los que no tenemos tanto nombre ni el marketing adecuado... Y me pregunto: ¿de quién es la culpa de que a los de la cultura nos tengan abandonados? ¿de nosotros, de los creadores, o es de los que nos gobiernan?», plantea el pintor. Y Chirino, con su voz aplacada por el desgaste de los años, le responde sin dilación: «De los poderes. Un pueblo sin cultura es un pueblo deteriorado, defectuoso. Si un pueblo no ama su cultura, ¿qué es lo que es?», sentencia el dibujante del espacio.

Dámaso explica que ahora los canarios están mal vistos en la Península por sacar tajada a los presupuestos del Gobierno de Rajoy a cambio de su apoyo político. Pero, recuerda que, en general, los isleños son los eternos olvidados. «Todavía entendería que se olviden de nosotros en la economía, pero que se olviden en la cultura...», reflexiona el artista, al tiempo que evoca la exposición sin cuadros que protagonizó en 1963 en Madrid para denunciar la dificultad de los artistas canarios para superar las barreras arancelarias que impiden sacar las obras del Archipiélago. «Hace 50 años sufrí los mismos problemas que ocurren hoy. No hemos cambiado», se queja Dámaso que, sin embargo, afirma que las víctimas de esta injusticia son los jóvenes creadores.

Este espíritu reivindicativo une a los dos artistas, reflejados el uno en el otro a través de su defensa de una identidad canaria forjada a base de cultura y mestizaje. «Hay aspectos de nuestra presencia que están inéditos. Hay una ausencia bestial. Una gran laguna en lo que respecta a nuestra forma de ser y de entender. Conocemos solo lo folclórico», subraya Chirino tras repasar junto a su colega los hitos creativos que han marcado a ambos: desde Tomás Morales, a Westerdahl y su Gaceta de arte, pasando por Agustín Espinosa, Nicolás Estévanez, César Manrique y Plácido Fleitas, sin olvidar la huella evidente del paisaje isleño en sus trabajos. «Aquí estamos nosotros. Pocas veces se puede encontrar a artistas tan entregados a la identidad», recalca Dámaso que aprovecha la ocasión para agradecer, a toro pasado, la protección recibida por parte de la generación de artistas canarios en la que se incluye Chirino. «Ustedes me abrieron los ojos a muchas cosas», afirma Dámaso y el escultor le devuelve el piropo: «Tu obra enraiza en la tierra. Este hombre es un héroe. A veces pienso en lo que tuvo que sufrir quedándose en Canarias», comenta Chirino sobre la odisea personal del agaetense, «nuestro gran simbolista».

El reto de estos baluartes del arte es la defensa del valor de lo propio frente a una globalización que lo homogeneiza todo. En este sentido, Dámaso también alerta a los creadores respecto a la victoria del «todo vale» y el mimetismo que provoca la globalización. «No es un problema de los jóvenes. Es un problema de cultura», apunta el pintor.

«Juan Manuel Trujillo dijo Canarias se ignora e ignora que se ignora», rememora Chirino para señalar que la indolencia hacia la incultura es el peor de los males que puede afectar al Archipiélago.

Sea como fuere, ambos se aferran a la tolerancia como la mejor arma para sus fines. «Es un valor que quiero llevar hasta el final. Es importante mirar hacia atrás y resolver todo lo que se pueda, porque en Canarias queda mucho por hacer», dice el herrero del arte.

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