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Cuando se escribe una necrológica sobre una persona admirada, uno explaya su mente sobre su obra, trata de hacer una especie de compendio de lo que la ha hecho grande, sus cuadros, su música, sus libros, y, si ha sido el caso, alguna vivencia personal o una anécdota representativa ocurrida si alguna vez tuvimos un trato personal, aunque fuera breve.
Si quien ha partido es un amigo, que, además es un gran escritor reconocido, al que hemos visto nacer a la literatura, crecer con la fuerza y la velocidad de una planta tropical y, casi a traición, ser arrebatado por la Huesuda tan inesperadamente que tienes que cerciorarse muchas veces hasta asumir a regañadientes que, es verdad, que se ha ido, todos los libros, los cuadros, las canciones y las anécdotas se comprimen en un nudo de dolor sobre el que prevalece el desgarro por la ausencia de un ser querido.
Esta triste mañana de 30 de enero, Alexis Ravelo se me ha ido como del rayo, que diría el poeta Miguel Hernández. Con el poeta de Orihuela digo «un manotazo duro, un golpe helado, / un hachazo invisible y homicida, / un empujón brutal te ha derribado».
Ya no veo libros ni premios. Alexis era un gran escritor desde sus primeras prosas, pero lo primero que te llegaba era su bonhomía, su sonrisa perenne y un cuerpo grandote que te abrazaba aun sin tocarte. Yo lo llamaba 'El hombre abrazo', porque cuando tenía que ponerse serio -y se ponía muchas veces porque era de una ética innegociable- tenía que hacer un gran esfuerzo para borrar momentáneamente la sonrisa que derramaba siempre de manera natural. No se alteraba ni montaba aspavientos, pero quien estaba delante sabía que era un muro contra lo que le pareciera injusto.
Y luego está la literatura. Podría hacer juegos de palabras con su inseparable Eladio Monroy, elucubrar sobre la posible bestia que llevamos dentro y cómo nos hizo dudar en su novela 'Los nombres prestados', su versatilidad para la literatura infantil, el teatro y lo que se pusiera por delante, su capacidad para componer una novela supuestamente traducida de un autor norteamericano inexistente, su maestría con la guitarra y su voz cantando en una azotea de Los Llanos de Aridane, a medianoche, Ojalá, de Silvio Rodríguez, su manera de estar en el mundo sabiéndose humano para que el merecido éxito no le afectara. Siempre fue el mismo. Pero todas esas cosas no me salen, porque ahora me va a faltar ese abrazo permanente.
Hace unos días, iba con la familia por el paseo de Tomás Morales cuando nos cruzamos. Con nosotros iba nuestra sobrina y sus dos pequeñines, un bebé de un año y una niña de tres, a la que, con su ternura habitual, Alexis preguntó: «¿quién es esta niña con el pelo tan bonito?» La niña, en lugar de dar su nombre le contestó con otra pregunta: «¿y tú no tienes pelo?» Alexis, soltó una carcajada de las suyas y ya se echó la niña al bolsillo.
Ese era Alexis Ravelo, un ser humano grande y generoso, sencillo y profundo sin exhibirlo. Me sirvió más de una copa cuando era camarero en el legendario Cuasquías, y yo le elogié la potencia de su prosa en uno de sus primeros libros de relatos, publicado por el empuje de su mentora Lola Campos-Herrero. Recuerdo que entonces le dije que aquella prosa necesitaba más espacio, y él mismo debió darse cuenta porque lo siguiente que publicó fue la primera novela con el detective Eladio Monroy. Y el resto de la historia ya la conocen.
Ahora se ha ido con Lola, y conociéndolos a ambos, deben estar pasándoselo en grande, haciendo cabriolas con el lenguaje y llenando de sonrisas ese espacio que no acabamos de imaginarnos, pero que será un lugar muy divertido y tranquilo porque andarán por allí ellos dos, compinchados con Antonio Lozano y el 'profeta' Juan Ramón Pérez.
Menudo póker de ases. Ganas le dan a uno de morirse, pero como diría el propio Alexis, no hay prisa. Al irte, nos has hecho una trastada amigo, escritor y paladín de la paz, pues, por caprichos del destino, te has ido el mismo día que el Mahatma Gandi, un 30 de enero, fecha en la que, haciendo un chiste tuyo, el pelo debe importar muy poco. Buen viaje.
Muere Alexis Ravelo
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