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la Congregación mística de Agulo

la Congregación mística de Agulo

En la memoria colectiva de Agulo aún se encuentra a los Filiichristi, unos grupo de intelectuales inquietos y curiosos que nacieron en un lugar y una época desfavorable, pero que tuvieron acceso al conocimiento más inquietante del momento como la teosofía, la masonería, el esoterismo o la hipnosis. La Guerra Civil truncó todos sus proyectos.

Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife

Jueves, 1 de enero 1970

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Cuando el escritor agulense Daniel María supo de los Filiichirsti -los hijos de Cristo- abandonó lo que tenía entre manos en ese momento para centrarse en la investigación de aquel grupo que en los años 20 del siglo pasado se creó en Agulo (La Gomera) «una congregación teosófica que practicaba el cristianismo», pero también la masonería, la santería, el espiritismo o la mediumnidad.

Los Filiichristi están en la memoria colectiva de Agulo bajo un halo de misterio y leyenda porque vestían de blanco, llevaban barbas, no comían carne ni pescado, se reunían en secreto en alguna de sus casas, se enterraban para obtener energía de la tierra o visitaban asiduamente el cementerio del pueblo, pero, según el escritor, actor y gestor cultural Daniel María, era una potente comunidad intelectual y artística conformada por algunas de las personalidades más reconocidas del pueblo. «Unas personas con unas ansias de conocimiento tan grandes que superaban lo que estaba establecido» y eso los llevó «a vivir en el oscurantismo y a desarrollar toda la actividad del grupo de puertas para adentro».

Tras dos años de investigación, en 2016 vio la luz El misterio de los Filiichristi de Agulo, libro en el que reconstruye las vidas de Agustín Bethencourt Padilla, Luz López, Domingo Montesinos, Pascasio Trujillo y Pedro Sánchez, los integrantes de esa suerte de congregación mística y esotérica. Salvo Luz López, esposa de Agustín, todos eran de Agulo. También formaban parte del grupo los hermanos de Agustín, José y Pedro, que, aunque vivían en Tenerife y en Cuba, fueron piezas clave y autores de las principales obras literarias del grupo. Y había otro miembro, el pintor José Aguiar, «filiichristi a medias», según María.

El regreso de los hermanos Bethencourt Padilla de Cuba allá por 1910 marca un punto de inflexión en el casi analfabeto pueblo de Agulo. En Cuba accedieron a una educación exquisita, pero también entraron en contacto con métodos esotéricos, espiritistas y religiosos que trajeron al volver. Pedro y José marcharon luego a La Laguna y Agustín, el futuro líder, se dedica a viajar por Europa. En Madrid, entra en contacto con la recién creada Sociedad Teosófica, donde conocerá a su mujer, Luz López. En 1925 se les sitúa a ambos en Roma.

En una entrevista para la revista Hespérides que un jovencísimo Eduardo Westerdahl le hizo en 1927 a Agustín afirmaba que partenecía a «la orden de los Filiichristi», que era «católico» y que el filiichristi «no admite el matrimonio. El casado antes de ingresar en la orden tiene anulado el matrimonio», decía para luego relatar que viajó por el mundo y que regresó para fundar una colonia en el Garajonay, donde «se llevará a cabo la vida ascética» de la orden. Hablaba de sus discípulos y actividades: «Nos dedicaremos a la enseñanza de huérfanos, a estudios psicológicos [...]».

Los vecinos no los rechazaban «porque eran católicos» e incluso acudían a ellos para encontrar cosas o saber de familiares. «Estaban integrados como vecinos, pero no como grupo teosófico», dice María, que cree que aquella comunidad hubiese avanzado, al menos en su proyecto educativo, si la Guerra Civil no la hubiese desintegrado.

Agustín, Pedro, José, Pascasio y Aguiar fueron juzgados como masones y depurados en sus profesiones. Los cuatro hicieron conversión publica y se agarraron al catolicismo para salvarse. Agustín directamente desapareció. Se dice que acabó en el Tibet.

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