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El universo canario del silbo

La Gomera se prepara para celebrar el octavo aniversario de la inclusión del silbo gomero en la lista de bienes Patrimonio Mundial. Miles de niños han aprendido a silbar estos años, pero en la isla se extiende la preocupación por cómo y qué silbo se está enseñando, fuera de la isla, claro está. Hasta el Parlamento ha intervenido.

Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife

Miércoles, 27 de septiembre 2017, 09:25

El día que la Unesco incluyó al silbo gomero como Bien Cultural Inmaterial en la lista de bienes Patrimonio Mundial, el maestro silbador Isidro Ortiz decía que a partir de entonces tocaba «aprovechar la declaración y llevar este valor a todos los rincones de Canarias y del mundo donde quieran conocerlo». Ocho años después de aquel 1 de octubre de 2009, son muchos los que luchan por la difusión del silbo gomero y porque no se desvirtúe lo que entonces aprobó la Unesco. Sin embargo, otros claman por la universalidad, al menos canaria, de ese bien mundialmente reconocido y apelan a que no se quede solo en las escuelas de la Gomera, sino que salte a sus barrancos y al resto de Canarias, incluso que no se limite a unas pocas letras.

Son tres posturas bien diferenciadas y que se podrían, incluso, asociar a nombres e instituciones. La primera, la más conservadora, la que ve el silbo gomero como un patrimonio propio de esta isla que tiene que difundirse libre de injerencias, la firma el Cabildo de La Gomera, a través de su Aula Insular de Silbo, y la Consejería de Educación por la vía del Proyecto Silbo Gomero en la Escuela Gomera. La segunda, la defiende la asociación Yo Silbo, que investiga el lenguaje silbado en otras islas, además de La Gomera, y, la tercera, la que alude a que el silbo es «hablar silbando» y que por tanto no hay que silbar cuatro vocales y cinco consonantes, sino todas las letras. La lleva defendiendo desde hace más de 30 años el silbador gomero Luis Morales Méndez y ahora Chedey Cedrés. También Yo Silbo y algunos puristas gomeros empiezan a ver que hay barreras que son artificiales y que, aunque quizás sean necesarias como método de enseñanza, hay que ir derribándolas.

Quico Correa, coordinador del Proyecto Silbo Gomero en la Escuela, no lo ve así. Para él, en Canarias «no hay otro silbo que no sea el gomero» y cree que quienes están enseñándolo en otras islas y diciendo que allí se silbaba «están confundiendo a la gente» y «atentando contra el silbo gomero». Dice Correa que el único silbo «que ha tenido continuidad histórica es el de La Gomera y eso es lo que ha permitido que gente que silbaba enseñara a silbar y también que sea Patrimonio Mundial». «En otras islas quizás alguien recuerde que se silbaba, pero nadie que esté vivo silbaba», por eso, «el silbo que se tiene que enseñar es el gomero».

Correa alude a la asociación Yo Silbo, que está rescatando el silbo en El Hierro, Gran Canaria y Tenerife, donde su fundador, el etnomusicólogo y silbador, David Díaz Reyes, sostiene que «sí se silbaba y que aún hoy hay silbadores vivos», aunque desde hace unos 40 años «está en desuso». Su minuciosa investigación está sostenida en otra anterior del catedrático emérito de la ULL, Antonio Tejera Gaspar. Díaz Reyes avisa de que lo que no hará será «negar el uso del silbo en otras islas» por mucho que el Parlamento haya probado en junio pasado que el único silbo es el silbo gomero. A su juicio, el silbo herreño y el gomero «son lo mismo», porque «se habla silbando el español» y, por tanto, ambos «imitan el leguaje hablado». A esta conclusión llegó hace décadas el silbador gomero Luis Morales Méndez. Él dice que silbar es «hablar silbando» y que, por tanto, hay que silbar todas las letras.

Con grupos de enseñanza en todas la islas, en Yo Silbo creen que hay que silbar con todas las letras, pero que para enseñar hay que reducir el abecedario a cuatro vocales y cinco consonantes; «una muleta», para aprenden a silbar.

La asociación Yo Silbo está trabajando está trabajando en la organización de un congreso sobre lenguajes silblados en Canarias. El último se celebró en 2003.

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