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Ángela Santana Molina recorriendo una vía ferrata por un cantil muy vertical, en la costa de la isla. C7

Cuando la verdadera aventura empieza a los 80 años

Para la galdense Ángela Santana Molina la edad no es un obstáculo. Senderismo, escalada, rápel, parapente... Nada la arruga

Gaumet Florido

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 19 de agosto 2023, 23:09

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Anda medio mundo con los ojos como pipas por el buen estado de forma que luce Harrison Ford, pasados ya los 80 años, en su última cita con Indiana Jones, pero lo que no sabe ese medio mundo, y puede que el otro tampoco, es que en un coqueto pueblo de una isla perdida en el Atlántico, Ángela, que le gana en 7 primaveras al hollywoodiense, camina, escala, hace rápel y se tira en parapente sin efectos especiales ni inteligencia artificial. No ha salido en películas ni falta que le hace, pero sí ha dado charlas para probar que sí, que sí se puede.

El pueblo se llama Gáldar y el nombre completo de esta aventurera de carne y hueso, Ángela Santana Molina. Tras una vida dedicada a cuidar de los demás, esta madre y abuela decidió que nunca es tarde si el cuerpo quiere y puede, y empezó a disfrutar del deporte. Primero se arrancó con el yoga, cumplidos los 60, cuando ya tenía criados a sus 7 hijos y sus 13 nietos, y después se dejó llevar por la pasión de dos de sus hijas por el senderismo, Freya y Linde, que llevan muchos años caminando con el Grupo Montañero El Calvario.

Todo comenzó, recuerda una de ellas, el día en que la familia quiso hacer un pateo desde la capital de la isla hasta San Felipe. Se apuntó Juan Carlos Quintana, compañero del colectivo, y les metió por unos canales cubiertos. A Ángela no solo le gustó, sino que le entusiasmó. Y así, poco a poco, fue encadenando emociones, la mayoría de ellas cuando ya había cumplido los 80. Su marido, Clemente Reyes Linares, de 91 años, prefiere esperarla en casa. También la suele acompañar otros tres de sus hijos, Sheila, Aarón y Edith.

Ángela, junto a su marido, Clemente, y dos de sus hijas, Edith y Linde. Juan Carlos Alonso

«Ella fue la que siempre fue pidiendo más», cuenta Linde. Por ejemplo, fue la propia Ángela la que quiso hacer rápel. «La llevamos a un barranco con un caidero final de 40 metros y lo bajó sola. En San Felipe, el barranco de Valerón, hace 9 o 10 años». Con 75 se tiró por primera vez en parapente. La llevaron por sorpresa y no solo no se arredró, sino que le gustó tanto que repitió más tarde, con más años.

«De niña me gustaba subirme a todos lados; jugaba a la pelota con mi hermano y donde caía había que cogerla, no me daba miedo», recuerda Ángela de su infancia. Y desquiciaba a los suyos porque le encantaba caminar por los pretiles. «Nunca he tenido vértigo». Sus hijas tienen claro que lo de su madre es innato.

Su historial es largo. Una caminata de 26 kilómetros con final en Maspalomas, una vía ferrata por un acantilado de Arucas, escalada en Moya, una casi inmersión, con el agua al cuello, en una cueva submarina de Guía y hasta un descenso por una sima de más 60 metros, la de Cueva Grande. Ahora, a sus casi 88 (los cumple en noviembre próximo), ha bajado un poco de intensidad, pero no se cansa y mantiene el ritmo de salir a patear.

Ángela en la fachada de la iglesia de Santiago de Gáldar. Juan Carlos Alonso

«Intentamos caminar una vez a la semana mínimo con ella», avanza Linde. Caminar es lo que a Ángela le da vida. Eso y, su familia. Porque cuando se le pregunta cuál será su próxima ruta, responde, tajante. «A donde sea, con tal de ir en familia».

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