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El Valle de Agaete visto desde la finca La Laja. Juan Carlos Alonso
Una vuelta a la redonda

Valle de Agaete: fincas, bodegas y cafetales únicos en Europa

En este paisaje agrícola exclusivo el producto local es el gran protagonista: su cultivo y procesamiento son el eje de rutas para miles de visitantes cada año. Este lugar privilegiado de Gran Canaria, arropado por riscos y el pinar de Tamadaba, es un referente de sostenibilidad y tradición

Jorge Reyes Billón

Valle de Agaete

Miércoles, 13 de agosto 2025, 23:28

Descendiendo desde el pinar del Parque Natural de Tamadaba, el Valle de Agaete despliega hectáreas de viñedos, aguacateros, plataneras o naranjos, sostenidos por un microclima subtropical que los alisios y la humedad de la zona potencian. Este enclave único forma parte de la Red Natura 2000 y la Reserva de la Biosfera, albergando especies endémicas de flora y fauna que lo refuerzan como uno de los espacios naturales más especiales de la isla de Gran Canaria.

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Esos valores naturales y su historia agrícola son algunos de los atractivos más importantes del Valle de Agaete. Y uno distintivo, que lo convierte en un lugar realmente especial, son los cafetales.

En el Valle de Agaete se mima y reposa el único café arábica de Europa, que cultivado bajo sombra, supone una rareza botánica y ancestral con notas a chocolate y regaliz. Su producción, que ronda los 1.500 kilos anuales, mantiene viva una tradición que convierte a Agaete en el productor de café más septentrional del mundo.

Racimo de uvas en la bodega Los Berrazales. Juan Carlos Alonso

Frente a este cultivo tan singular, se alza, por ejemplo, la centenaria Finca La Laja y su bodega Los Berrazales, hogar de uvas autóctonas como la malvasía, moscatel, listán negro o tintilla. Allí se elaboran unas 40.000 botellas de vino al año en pequeñas ediciones que han recibido el aclamo popular, traducido en medallas de diversos certámenes. Las etiquetas, obra del artista Pepe Dámaso, convierten cada botella en un ejemplo puro de canariedad.

El dueño de todo este terreno es Inocencio Lugo, un hombre de campo que ha dedicado su vida a la agricultura y que además, es vecino de siempre del valle.

Él y su mujer se hicieron con la finca hace 35 años y desde entonces, asegura, se han encargado «de que todo el que viene aprecie lo que tenemos en Canarias». Después de toda una vida en el lugar, Inocencio mantiene que ha habido muchos cambios, entre los que destaca el turismo: «No paran de venir polacos, alemanes, nórdicos… Es una locura, solo en esta finca hay 300 o 400 visitantes diarios». Con respecto a la vida para los habitantes del valle, sostiene entre risas que «va tan bien que nadie quiere trabajar».

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Inocencio Lugo recogiendo bayas de café en su cafetal. Juan Carlos Alonso

Siguiendo la carretera en subida, a menos de cinco minutos en coche, La Casa Romántica, con su cocina canaria contemporánea, es parada obligada en el viaje gastronómico del valle. Esta casona-restaurante, antes de ser reconstruida en 1976 por una arquitecta suiza y convertirse en templo autóctono y sostenible, fue refugio en su día de poetas como Tomás Morales o Alonso Quesada.

Así lo explica Víctor Lugo, dueño del lugar en la actualidad: «En la etapa de la vida de Alonso Quesada en la que enfermó del pulmón, Tomás Morales le prestó esta vivienda para que pudiera disfrutar del balneario de Los Berrazales en lo que se recomponía. Por la etapa en la que vino, se cree que algunas de sus obras pueden estar inspiradas en el Valle de Agaete, por ejemplo, 'La Umbría'».

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También nos desglosa brevemente su historia más reciente: «En diciembre de 2019 lo adquirió nuestra familia y entre pandemia y renovaciones lo abrimos en julio de 2021. Desde entonces, nos hemos encargado de que se refleje como un centro de interpretación del producto de Gran Canaria, donde sólo usamos productos de aquí para poner en valor nuestra gastronomía de manera sostenible».

Y el reconocimiento llegó pronto: en 2023 colgó su placa de recomendación en la Guía Michelin y mantiene su Sol Repsol, fruto de un proyecto familiar que cruza generaciones y paisajes, uniendo valle, finca, bodega y cocina en una sola.

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Desde la época aborigen, pasando por el ciclo colonial de la caña y el azúcar, hasta el tomate y el plátano del siglo XX, la agricultura ha sido el motor del valle.

Víctor Lugo posa frente a La Casa Romántica.. Juan Carlos Alonso

Este lugar único del municipio de Agaete conserva además caminos históricos como el que enlaza el caserío de San Pedro -núcleo poblacional más importante del valle- con Tamadaba.

Caminar por esta zona de la isla, entre cafetales y viñas bajo la sombra de sus dragos, con los riscos y el mar de fondo, es entender que el Valle de Agaete es un regalo natural, que refleja la fuerza de la cultura canaria que perdura en su tierra y su gente. Y es que la historia del valle también se lee en su subsuelo: la Necrópolis del Maipés, declarada Bien de Interés Cultural en 1974, es un parque arqueológico que conserva cerca de 700 túmulos funerarios prehispánicos construidos sobre coladas volcánicas de más de 1.300 años de antigüedad. Un vestigio de un pasado en el que el valle fue hogar de los primeros pobladores de Gran Canaria.

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El pueblo del Valle de Agaete decorado con banderines de colores para su fiesta de La Rama de cada junio. Juan Carlos Alonso

Las fiestas populares enlazan un viaje de siglos y subrayan el alma comunitaria del valle: tiene su propia Bajada de la Rama, celebrada a finales de junio en honor a San Pedro, una de las tradiciones más antiguas de todo el archipiélago. Los romeros y romeras suben al pinar de Tamadaba para cortar ramas que luego bajan al amanecer para bailarlas por todo el pago entre impresionantes riscos.

Hoy, el Valle de Agaete habla de equilibrio entre tradición y modernidad, entre geología y cultura, entre la finca dedicada al café y al vino, y el restaurante que convierte ese paisaje en experiencia gastronómica. Es un espacio donde historia, patrimonio y vida cotidiana convergen. Un lugar esencial para comprender el corazón que late en Gran Canaria.

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