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Cuatro de la República Dominicana, tres de Gran Canaria y uno de La Palma. Ocho de los primeros ingenios azucareros del Atlántico integran la primera candidatura transnacional a Patrimonio Mundial que España prepara con un país de América Latina.
Incluidos ya por el Consejo de Patrimonio Histórico en la Lista Indicativa Española para formar parte de ese selecto listado, los sitios seleccionados ilustran el salto atlántico de la caña dulce y el despegue de la manufactura del azúcar en las Américas a gran escala, en una época en la que se convirtió en una de las industrias agrícolas más complejas y tecnológicamente más sofisticadas.
Los cuatro enclaves manufactureros de Canarias atestiguan la emergencia de la producción de azúcar y el cultivo de la caña a finales del siglo XV, recién acabada la Conquista, una actividad que se consolida en el siglo XVI, cuando llegaron a existir al menos 35 ingenios distribuidos en cuatro islas, hasta su declive en el siglo XVII.
Los cuatro sitios arqueológicos dominicanos son las más completas representaciones de sus primeras manufacturas del siglo XVI, época en la que se tiene constancia en esa isla de 26 ingenios movidos por la fuerza del agua y tres trapiches traccionados por fuerza animal que, en algunos casos, perduraron hasta el siglo XVIII.
La selección ilustra los dos grandes hitos iniciales del gran salto atlántico de la caña dulce y de los inicios del despegue de la manufactura del azúcar en las Américas a gran escala, en una época en la que su producción constituyó una de las industrias agrícolas más complejas y tecnológicamente más sofisticadas de los primeros tiempos de la modernidad. Las haciendas azucareras propuestas fueron auténticos complejos agro-manufactureros y residenciales.
Los ingenios elegidos dan testimonio de la revolución tecnológica que supuso la sustitución del molino de piedra por el de cilindros horizontales o verticales. Esta innovación, surgida en Canarias y posteriormente replicada en Santo Domingo en el siglo XVI y primeras décadas del XVII, sustentó el gran salto de escala de las producciones azucareras.
Porque el cuello de botella de esta agroindustria era su máquina de molienda, ya que las dimensiones del cañaveral y de su cosecha, y el número de calderas necesarias para elaborar el azúcar, dependían de la productividad del sistema de molienda, medido en unidades de guarapo. Se superaban así las limitaciones de la técnica empleada en las áreas cañeras del Mediterráneo, que básicamente reproducía el sistema de molienda de la aceituna.
La ruta del azúcar en el Atlántico se inicia en Madeira, llega a Canarias en 1493, donde se mejoran las técnicas e intensifica la producción, para luego implementar esos conocimientos en los ingenios que se construirán en la isla entonces llamada La Española. De hecho, los primeros esquejes de caña procedieron de Canarias, empezando con los llevados en el segundo viaje del almirante Cristóbal Colón en 1493.
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La relación entre unos ingenios y otros es tan íntima que los primeros dominicanos, que surgen a partir de 1520, se levantaron con ayuda de maestros y oficiales canarios y madeirenses, mostrando tipologías y procesos de producción similares, de lo que dan fe los restos que han sobrevivido, como los molinos hidráulicos y trapiches, las casas de calderas, los recintos de purgar, los almacenes, las residencias de los propietarios o las recintos de los esclavos.
En el conjunto de bienes dominicanos se aprecian las dos tipologías, el trapiche y el molino hidráulico. Y algunos, como el de Boca de Nigua, muestran la evolución tecnológica de los sistemas de producción en el Caribe, con la reorganización de los espacios productivos y la incorporación de nuevos sistemas de calderas y molienda propios del siglo XVIII.
Estos sitios culturales permiten comprender los procesos históricos, sociales, económicos, culturales y ambientales asociados con la fabricación del azúcar a gran escala que transformaron muchas islas del Caribe, del Atlántico oriental y del continente americano.
Representan también los espacios físicos materiales y la memoria inmaterial de estos primeros ingenios coloniales como sitios de esclavitud. La revolución azucarera sustentó en gran parte el traslado forzoso y esclavitud de unos 10 millones de africanos traídos a América entre 1500 y 1870, en el marco del comercio triangular del Atlántico auspiciado por naciones europeas. En Canarias los esclavos eran también negros traídos de África, así como moriscos capturados en cabalgadas.
La candidatura de los primeros ingenios azucareros del Atlántico a formar parte del Patrimonio Mundial la inicia el Gobierno de República Dominicana y a ella se adhiere luego la Consejería de Universidades, Ciencia e Innovación y Cultura del Gobierno de Canarias a través del Ministerio de Cultura.
Su inclusión en la Lista Indicativa Española, algo así como un inventario de los bienes susceptibles de ser declarados, este pasado mes de enero es sólo el primer paso de un largo camino que durará varios años. De hecho deberá permanecer en esa lista un tiempo mínimo de un año para poder presentar la candidatura formal.
El Comité de Patrimonio Mundial será el que, finalmente, apruebe o no la propuesta tras cruzar impresiones sobre el expediente con el Ministerio.
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