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José María Cabrera se ha sentido querido y entendido en su ministerio en la parroquia de San Juan. Arcadio Suárez

Un «cura atípico» que derribó los muros de la parroquia

Despedida| José María Cabrera deja San Juan tras 14 años | Capataz agrícola, pedagogo y psicólogo, se jubiló como funcionario del Cabildo y hasta probó en política

Domingo, 24 de septiembre 2023, 02:00

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¡Cristo de Telde, cuídame que yo te cuidaré!José María Cabrera Pérez se lo pidió de rodillas, delante del altar. Así se estrenó en el que era su nuevo destino como sacerdote, hace 14 años, en 2009. No fue la única vez que lo hizo ni la última. Cabrera se ha puesto muchas veces de rodillas ante el Cristo. Esa emoción con la que vive y transmite su fe explica muy bien la especial conexión que ha trabado con la feligresía. Tanta, que estos días acoge con pena y resignación su traslado a otra parroquia, en Tafira.

José María Cabrera oficia este domingo sus últimas misas en la basílica menor de San Juan, aquella de la que derribó sus muros, la piedra angular de su pastoral, que es de acogida y de puertas abiertas, sin que medien normas canónicas. «Todo el que tocó en esta puerta la tuvo siempre abierta, fuera de donde fuera; quise siempre ser el mejor anfitrión del Cristo».

Fue antes funcionario que sacerdote

«Yo es que soy un cura atípico». La expresión es del propio Cabrera. «Para empezar, yo nunca he cobrado de la iglesia». Y es que este carrizalero, de Ingenio, de 73 años, ejercía de cura, pero trabajó para el Cabildo de Gran Canaria desde 1969. Es más, fue antes funcionario que sacerdote. Ya estaba al frente de la jefatura de la Escuela de Capataces Agrícolas cuando se ordenó sacerdote en 1978. La necesidad de compatibilizar ambas tareas explica que no haya ejercido su ministerio fuera de Gran Canaria, en las otras tres islas que forman parte de la diócesis, como, sin embargo, suelen hacer el resto de presbíteros.

Arcadio Suárez

«Cuando me ordené, iba a dejar el trabajo, esa era mi idea, pero el obispo Infantes Florido me recomendó que no; y así fue hasta que me jubilé». Y los prelados que le cogieron el testigo siempre le respetaron su plaza en el Cabildo. Cabrera no solo era capataz agrícola, sino que había estudiado Pedagogía, con la especialidad en organización y dirección de centros educativos, de ahí que inicialmente lo pusieran al frente de aquella escuela de capataces. Allí estuvo hasta que el Gobierno de Canarias asumió esa competencia. José María se quedó sin plaza y fue reciclado en la Granja del Cabildo, donde se encargó de la biblioteca, de las visitas culturales y educativas y de la revista 'Granja' hasta su jubilación, en 2012, tras 43 años de funcionario.

Lo pilló en esta parroquia de San Juan, que si bien representa su etapa más larga en un mismo destino, no fue su primera vez en Telde. Es más, se estrenó en esta ciudad, como coadjutor de San Gregorio. De allí lo mandaron a Jinámar, donde estuvo 8 años, después a San Sebastián de Agüimes, donde estuvo 3 años, luego a Sardina del Sur, otros 8, continuó en Cardones (Arucas) otros 10 años y finalmente los 14 de San Juan. «Han sido los 14 años de plenitud de mi vida, porque además me ha permitido tener interlocutores válidos para expresar lo que pienso».

Pese a lo que pudiera parecer, la suya no fue una vocación tardía, sino más bien reflexionada y meditada, precisamente por consejo de otro cura. Siendo aún un adolescente, con 12 años, Tomás Ramírez le instó a que se diera un tiempo y Cabrera se lo tomó. Estudió y desarrolló una carrera profesional antes de enfundarse la sotana. Como él mismo reconoce, se dio el margen suficiente para darse cuenta de que su lugar estaba en la iglesia y al servicio de Dios, donde sigue pese a que formalmente forma parte del cada vez más amplio colectivo de pensionistas españoles.

Los libros de su tía abuela Eusebia que troquelaron su espíritu

Además, esa vocación se gestó mecida por la lectura. El destino quiso que llegara a sus manos una pequeña biblioteca de libros de temática religiosa que había sido de Eusebia, una tía bisabuela que no conoció. «Aquellos libros fueron troquelando mi espíritu, desde los 9 años».

Ese ejemplo y ese legado pusieron la semilla que germinó, mucho más tarde, en este cura tan singular, tan propio, en todo caso, de los tiempos que le tocó vivir. No en vano, Cabrera, siempre implicado en la sociedad, no fue ajeno al clima de ilusión democrática que removió aquella sociedad de finales de los 70 del siglo XX y participó activamente en la política.

Arcadio Suárez

Fue el ideólogo detrás de Asamblea de Barrios en Ingenio y se presentó en las listas por este partido en su municipio en dos elecciones, en 1979 y en 1983. «Yo iba muy atrás, de relleno, pero jugué un papel muy activo». La iglesia lo dejó, pero con condiciones. «Me hicieron firmar que si salía, tenía que renunciar al acta». En ambos comicios sacaron 3 concejales, que fueron suficientes en 1983 para entrar en el gobierno. «El pacto por el que entró de alcalde Juan José Espino se hizo en mi casa de Carrizal», recuerda.

Ese activismo social le llevó también a pedir voluntario la parroquia de la Concepción, en Jinámar, para dedicarse concretamente a las miles de almas que habían sido trasladadas al que entonces y durante años ha sido el mayor polígono de casas sociales de España.

«Fue una experiencia dura y difícil, que me dejó agotado emocionalmente, pero Jinámar fue lo mejor que me ha pasado en la vida, me cambió por dentro y por fuera». Lo somatizó. «El cuerpo es el escenario en el que se escenifica todo el drama que uno lleva dentro». Y a Cabrera le pasó factura. Vio de cerca el sufrimiento de la pobreza más cruda, con experiencias terribles que aún le remueven. ¿Llegó a cuestionarse la fe? «Nunca, al contrario, vivía aferrado a ella, pero tardé en curarme de aquello, necesité someterme a un psicoanálisis de 12 años».

De la lucha social a la personal

Aquella frustración, aquella impotencia, le abrió los ojos y le hizo ver que no está en manos de un cura salvar a un pueblo entero, pero sí a las personas. «Pasé de la lucha social a la personal, he dedicado los últimos 20 años de mi vida al acompañamiento personal». Lo ha podido hacer porque también estudió Psicología y se especializó en la Gestalt.

Arcadio Suárez

«He tratado de ayudar a mucha gente, gente que vive presa del miedo y de atavismos», advierte. ¿La fe no es un atavismo? «El problema no es la fe, sino quién la maneja. La religión en manos de gente despierta hace mucho bien; en manos de gente dormida, hace mucho daño».

Por eso mismo, dice, es muy necesario un clero bien formado. Cabrera lo está y se nota en sus homilías, otra cualidad que lo distingue y que lo convierten, también esto, en atípico. No hace mucho se le arrodilló un ciudadano en un tanatorio pidiéndole perdón por sus pecados. Era un catedrático universitario que llevaba años desconectado de la religión. Lo había escuchado en una misa reciente y se enganchó. Le sorprendió que citara a Nietzsche y a Descartes en la predicación. «Decidí volver a darle una oportunidad a la iglesia de la que me alejé», me dijo.

«Me llevo lo que dejo, un trabajo hecho con conciencia y mucho contacto humano», resume Cabrera. Y lo hace en su momento más bonito, con la respuesta cariñosa de la gente ante su marcha.

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