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JOSÉ LUIS YÁNEZ RODRÍGUEZ
Cronista oficial de Teror
Sábado, 4 de enero 2025, 01:00
Hace setenta años, a inicios de 1955, la Villa de Teror se preparaba para la Cabalgata de Reyes que en la tarde del día seis recorrería a las cuatro de la tarde desde San Matías hasta la Plaza del Pino.
El hecho, novedoso y hasta atractivo en su sencillez, atrajo a muchísima gente que se juntó a la comitiva de rondallas, pajes, esclavos y acompañaron a sus majestades repartiendo regalos y juguetes a los niños y niñas, al modo y manera que la Casa de Galicia instaurara en la capital unos años antes.
Al terminar, el Casino Juventud Unida organizó su tradicional 'Baile de Reyes' y continuó con el reparto de regalos en aquella misma tarde y noche.
Así estuvo haciéndose después durante muchos años.
Las niñas y niños de Teror sacaban a la calle sus juguetes en la tarde de Reyes y recibían aún más durante la cabalgata.
Posteriormente, pasaría a la mañana del mismo día y luego a la víspera; pero aquel año había otro motivo para celebrar festejos.
Este motivo -quizá más material, pero que alegró sobremanera al Teror de entonces- se inició unos días antes, cuando José Benítez Talavera encargó para su bar-dulcería a Juan Ortega Pulido, comerciante, primer presidente del Casino, tesorero del Patronato Pro-Fiestas de la Virgen del Pino, que le comprara en Las Palmas una serie de la lotería del Niño para su venta entre la clientela del mencionado bar.
Juan Ortega compró una serie del número 45531 en la administración número dos, ubicada en la calle Bravo Murillo de Las Palmas de Gran Canaria, regentada por Antonio Ramírez Placeres; y se la entregó a José Benítez.
Y entre los clientes del bar estuvo a la venta hasta las diez y media de la mañana del propio día del sorteo, el 5 de enero de 1955.
Y resultó que aquel año, el sorteo de la Lotería Nacional de Los Rascaos dio el quinto premio al 15895; el cuarto premio al 36650; el tercer premio al 27423: el segundo premio al 50446; y el primer premio, el Gordo del Niño de aquel año, al ¡45531!
La alegría fue general en la Villa; y de la clientela de Benítez unos echaron pestes por no haber comprado, aunque sólo fuera una participación, y otros comenzaron a buscar como locos el que habían comprado en las festivas noches navideñas de los días anteriores y estaba perdido en algún bolsillo de la chaqueta.
Los periodistas acudieron rápidos y se anunció en la prensa y en el boca a boca por toda la isla el premio caído en la Villa y los agraciados, que no eran todos de Teror, lógicamente.
Los cuatro millones de pesetas -un auténtico dineral por entonces- fueron repartidos, según la prensa, «por un confitero en peladillas de 5, 10 y 50. La suya le ha proporcionado 80.000 leandras». Se repartieron en distintas cantidades entre Juan Arencibia Ojeda; el dueño del Cine, Miguel Rodríguez Sánchez; Juan Caubín Ponce, vecino de Arucas y que pasaba las vacaciones navideñas en el Hotel Royal; Carlos Acosta Lantigua; José del Toro Barrera, de Montaña Cardones; y Pilar Molowny, esposa del ayudante de Obras Públicas de Tenerife, Manuel Bonnet García, que estaba de vacaciones en la isla y había subido a Teror a pasar el día; fueron los que compraron décimos enteros, y luego hubo una infinidad de clientes que adquirieron participaciones del número premiado.
Cada uno de ellos cobró cuatrocientas mil pesetas. Una fortuna de entonces. Aunque en un principio se anunció que el médico firguense Domingo Ponce Arencibia -alojado en el Hotel Royal- también estaba entre los agraciados, éste lo desmintió rápidamente.
También el Patronato de las Fiestas del Pino ganó el 20 por ciento de sobrecoste que todos pagaron al comprar el número.
José Benítez Talavera, el dueño de la dulcería y el bar que lo repartió, se quedó con una participación de diez pesetas y dos de sus tres empleados jugaron igual cantidad, mientras que el tercero sólo jugó cinco pesetas.
«La pena -comentaba un vecino- es que en lugar de una serie no hayan venido todas las series completas,... ¡entonces!».
Los gordos de la lotería han visitado Teror muchas veces desde entonces, pero aquel año quedó por siempre en la memoria colectiva de la villa mariana. Muchos pudieron solucionar situaciones de necesidad o «tapar algún agujero», como le ocurrió a uno de los empleados del bar de Benítez, Santiago Pérez Blanco, que afirmó después que «gracias a las 80.000 pesetas del premio pude arrendar el negocio»; con lo que el extraordinario establecimiento del Muro Nuevo se convirtió durante los cuarenta años siguientes en el bar de Santiago, luego de Paco y en la actualidad de Gonzalo Ojeda; erigiéndose en uno de los lugares más emblemáticos del día a día en Teror.
O el mismo José Benítez, que con lo ganado en aquella lotería pudo construirse su casa de la calle Herrería y mejorar el negocio que iba creciendo imparablemente.
Y es que con las pesetas se cundía más que con los euros, al opinar de muchos.
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