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Las firmas. Junto a la alcaldesa, Pepe Dámaso estuvo más de una hora atendiendo a su gente. Arcadio Suárez

La No Rama tributa a Dámaso

Miércoles, 5 de agosto 2020, 01:00

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400 personas hicieron cola para que Pepe Dámaso les firmara una lámina. El Ayuntamiento ha reproducido 2.000. Pronto ese ángel de la no rama será una escultura. Agaete busca fondos.

Agaete estuvo a la altura. Se le pidió responsabilidad y el pueblo la demostró. Este año no tocaba bailar la Rama por las fiestas de las Nieves para evitar el contagio de la covid-19 y no se bailó. Solo los más incondicionales quisieron tener un gesto con su fiesta y a las horas clave, a las cinco de la mañana, cuando se toca la diana, y a las diez, cuando sueltan el volador de arranque, se juntaron sin armar gran jaleo y la cantaron unos minutos. Hubo volador, brazos en alto, a capela y sin banda. A las cinco fueron más, como 70, en un callejón junto al Ayuntamiento. A las 10 se reunieron bastantes menos, una decena. Pero en ambos casos no pasó de eso, de un amago, y se disolvieron pronto, según la Policía Local, que agradeció, por boca de su responsable Gustavo Suárez, tanta colaboración de la gente.

No hubo Rama, pero sí estuvo Pepe Dámaso, que es casi tan universal o más que la fiesta. Quizás por eso, porque este artista es otro emblema de Agaete, el pueblo norteño aprovechó el vacío de su No Rama para homenajear ayer a otro de sus grandes iconos y devolverle el gesto generoso que ha tenido de dedicarle a esta edición no nata su propio cartel, un diseño que será ahora histórico, por la dimensión de su autor y por la singularidad de esta no fiesta. Cientos de personas, hasta 400, hicieron cola en el Huerto de las Flores para que les firmara una de las 2.000 láminas que de su diseño imprimió el consistorio.

Llegó a media mañana, junto a la alcaldesa, María del Carmen del Rosario, y él solo llenó la calle. Vino a ver el inmenso mural con el que la corporación vistió de recuerdos el muro anexo al centro cultural. Fotos del ayer y hoy de la Rama, y en el centro, el ángel de Pepe Dámaso. «Quería hacer algo espiritual y que fuera solidario con ese vacío que nos deja el no poder bailar la Rama», contó a los periodistas. Tantos había que el artista confesó su sorpresa. «Pero si parece que estoy en un festival», bromeó.

Antes y después de él, el mural centró las miradas de la gente. Algunos se buscaban entre las multitudes retratadas. Los hubo que se hallaron y se volvieron a inmortalizar. No hubo riada humana, como cada 4 de agosto, en la calle Concepción. Ni siquiera estaba abierto El Perola. No hasta el mediodía. Pero sí se notaba que no era un día cualquiera. La gente paseaba y se paraba a recordar. Teseida García daba una vuelta con su cría. «Es que no nos lo creemos. Sabíamos que iba a pasar, pero ver un 4 de agosto así...». Echa de menos incluso el olor especial de ese día en Agaete. «La Rama pasa por delante de la casa de mi familia y cuando llega a nuestra altura huele a algo especial, una mezcla del olor que traen las ramas, a romero o a eucalipto, con el olor a sudor de tanta gente junta, mezclado con el del alcohol», indicó.

Pepe Dámaso desempolva también sus recuerdos y se remonta a sus vivencias de niño. «Siempre cuento cuando el carnicero me subió a sus espaldas y bailé desalado porque él me hizo ver la Rama con un bamboleo que es una maravilla». Es un rito muy de Agaete, de iniciación a la Rama. Lo suelen cumplir casi todos los padres y madres. «Es lo primero que hacemos, antes incluso de que el niño hable». Así lo enfatiza también José Ramón Santana, pregonero de la edición 2019, a quien «desgraciadamente» le tocará asumir «un reinado más largo», bromea.

Había asumido «con naturalidad» la suspensión de la fiesta, porque «la salud es lo primero», pero no ocultaba la desazón que sintió ayer por la mañana. «Lo peor es que te suene el despertador y que te des cuenta que has amanecido en la cama y no en la calle». Tiene claro que la gente de Agaete «lleva la Rama en la sangre», de ahí que el de ayer fuera un día difícil. «Es un sentimiento....», dijo Anselmo Martín. Y se añusgó, pero se rehizo. «Un sentimiento encontrado, angustiado por una parte, y por otra, asimilando que la vida nos está dando una enseñanza enorme, porque de tenerlo todo, de no poder pasar por estas calles porque nos íbamos a comer el mundo con la Rama, a ver hoy estas calles vacías y cubiertos con mascarillas», reflexionaba Martín, una institución en Agaete, exedil, exprofesor y presidente del Casino.

Le pesaba la amargura de un doble vacío, la sensación triste de un 4 de agosto tan raro, y la ausencia de su mujer, Rosa, con la que compartió tantos y tan buenos recuerdos en estas fiestas. «Llegábamos a las 10 de la mañana, los brazos para arriba, el volador, y venga, a tirar para adelante. Murió, no está. Ese vacío lo he sentido todos los años, este también, por eso me emociono». Y se fue corriendo. No quería quedarse sin una lámina de Pepe.

Ya lo dijo César...

Tuvo que hacer cola. La iniciativa de la firma tuvo tanto éxito que la gente que esperaba por la firma del artista casi llegaba al final de la calle Huertas. Pepe Dámaso se sentía en su casa. Se le notaba. El hijo de mi madrina, le dijo una. Soy la hija de Pacuco. Se le presentó otra. Estaba con su gente. Y a ellos y a sus islas dedicó su ángel. «Tenemos que unirnos solidariamente con un sentido espiritual de amor y de hermanos para poder pasar la economía, el dolor, el abatimiento, la soledad. Confío en la bondad de los canarios, en la tropicalidad, en esa diferenciación de ser isla», apuntó antes de subrayar que esta pandemia «en parte se la ha buscado el hombre yéndose de la naturaleza, porque hemos jodido al planeta». Y recordó que pocos días antes de morir, su amigo y hermano César Manrique, a una pregunta suya sobre el futuro, le contestó: «la masificación se lo comerá todo». Por eso aprovechó para invitar a Agaete a repensar la Rama, «que en el futuro no se salga de madre». Allí estuvo firmando hasta las 13.30. No muy lejos, en una casa, resonaban los sones de la banda. Sus moradores improvisaban su propia fiesta, ramas incluidas. Está claro. Con más o menos gente, la Rama volverá.

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