Borrar
Vista del bloque de viviendas en Castillo del Romeral que será desalojado la semana próxima. C7
«Nos quieren echar tras años viviendo aquí, son nuestras casas, no es justo»

«Nos quieren echar tras años viviendo aquí, son nuestras casas, no es justo»

Un juzgado ya ha fijado fecha para el desalojo de una veintena de pisos de un residencial en Castillo del Romeral |Las familias que los okupan no se irán

Gaumet Florido

San Bartolomé de Tirajana

Miércoles, 8 de febrero 2023

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Johanna Trujillo muestra papeles judiciales que conserva en una funda. Está algo nerviosa y le cuesta encontrar la diligencia de ordenación que fija para el 15 de febrero el desalojo del piso en el que vive desde hace 8 o 9 años. Aún no se lo cree. «No aparece ni mi nombre, llevo aquí viviendo durante años y no existo para ellos, solo habla de fincas», se queja.

El procedimiento afecta a al menos una veintena de casas de un bloque residencial de la calle Juan de la Cosa, en Castillo del Romeral (San Bartolomé de Tirajana). Fueron okupadas por parejas jóvenes y familias monoparentales del propio pueblo entre 2014 y 2015. Llevan años intentando sin éxito que se les dé el derecho a seguir en esos pisos.

«Nos quieren echar después de muchos años viviendo aquí, son nuestras casas, no es justo». Aurora Rivas avisa. «Yo no me voy a ir». En su contra pesa la culminación de una ejecución hipotecaria que fue tramitada por CaixaBank SA en 2016 en el Juzgado de lo Mercantil número 1 de Las Palmas de Gran Canaria. El Juzgado de Primera Instancia número 5 de San Bartolomé de Tirajana es el encargado de llevar a efecto el encargo de entregar al banco las casas okupadas.

Por los datos que manejan, son 32 pisos, de los que 7 son de renta libre y el resto, VPO. Y de estos, 18 están ahora mismo habitados.

«Cuando entramos estas casas no le interesaban a nadie»

Aurora y Johanna se sienten con derecho a quedarse porque, como ambas recuerdan, cuando decidieron entrar en ellas estaban abandonadas y destrozadas. «No le interesaban a nadie». Dejan claro que no pegaron una patada en ninguna puerta porque literalmente no había ni una. «Estaba todo abierto, sin ventanas ni puertas, sin vasijas en los baños, no había ni bastidores. La basura llegaba hasta aquí», apunta Aurora, que señala un punto en la pared a la altura del pecho.

«Me metí porque me daba coraje; pasaba todos los días delante de ese edificio y veía cómo lo estaban destruyendo», rememora Aurora, que vive en uno de los pisos con dos de sus hijas. «La gente había quemado casas, vi como vino un camión y cargó toda la barandilla entera de las escaleras de uno de los portales, se llevaron ascensores, tuberías, todo».

Y es que, incide, el edificio, de cuatro portales, con entre 6 y 8 viviendas cada uno, llegó a terminarse y hasta hubo familias que llegaron a dar una entrada de dinero para comprarlas, pero todo se paró. «Dos años las protegió un vigilante; cuando lo dejó empezaron a destrozarlos».

Así fue, según cuentan, hasta que estas familias optaron por entrar y darles uso. «Las hemos ido habilitando poco a poco, con nuestros recursos», aunque, eso sí, sin agua ni luz. Han sobrevivido a base de garrafas y de baterías o linternas, según las posibilidades de cada cual. Y lo hicieron con luz y taquígrafos.

«No nos negamos a pagar»

Anunciaron públicamente que habían decidido okupar el edificio y se lo comunicaron tanto a la comisaría de policía como al propio banco. «Nos identificamos porque estábamos interesados en las viviendas, en pagar un alquiler social o en comprarlas, pero nadie nos hizo caso». También fueron al Ayuntamiento y a otras administraciones y se les recibió, alegan, con la misma indiferencia.

«No vamos a salir», deja claro Aurora. «¿Por qué me sacas a mí para meter a otra persona si estás viendo que estamos interesados en alquilarla o comprarla?», se pregunta en voz alta Aurora. «No nos negamos a pagar; pedimos que la Caixa nos deje aquí, estamos dispuestos a pagar en un régimen de alquiler social. No me he metido en un chalé adosado».

A Johanna todo esto la tiene hablando sola. Lleva años formándose para ser patrona portuaria y se le hace un mundo pensar que se va a ver en la calle justo ahora en que está a punto de conseguir un empleo. Una vecina del bloque de enfrente le desea suerte. «Todo el mundo se merece un techito; además, aquí ustedes no molestan a nadie».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios