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Eran las ocho de la mañana de este miércoles y Gomauro Oliva estaba en Puerto Rico (Mogán). Trabaja en el servicio de mantenimiento del puerto deportivo. De repente observó que había algo que se agitaba en el agua. Al principio pensó que era una tortuga. Pero no. Era un ave, y no precisamente habitual en estas latitudes. Ni una gaviota ni una pardela. Lo que Gomauro encontró fue un frailecillo atlántico ('Fratercula arctica'), una curiosa y bonita especie de llamativo pico grande y triangular que pasa los dos tercios del año en el mar y que cría en zonas próximas al Ártico, como Islandia, Noruega, Groenlandia, Terranova y muchas islas en el norte del Atlántico.
«Estaba como intentando echarse a volar y no podía, así que intenté rescatarlo, pero como no tenía nadie conocido con una barca que me acercase hasta él, esperé hasta que se acercó al muelle para cogerlo con una red pequeña», cuenta Gomauro. Criado en la misma playa de Tasarte (pertenece a la familia del Restaurante Oliva) y acostumbrado a ver aves de todo tipo, hasta albatros y cormoranes, confesaba sorprendido que nunca había visto un ejemplar de esta especie y menos que iba a tener que rescatarlo.
A Gomauro no le faltaba razón. Pascual Calabuig, veterinario responsable del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo, apunta que estas aves no son habituales por estos lares. Cuenta que en sus migraciones invernales sí se les ve por tierras del norte de España y de Portugal, pero que este frailecillo debió llegar hasta aquí, hasta las islas Canarias, expulsado de los lugares que frecuenta en invierno por el temporal de nieve, frío polar y viento de la borrasca Fien que estos días azota el sur de Europa.
«Cuando llegan hasta estas costas y encima se dejan coger, es que ya llegan en muy mal estado, deshidratados y con daños serios incluso en sus órganos, por lo que lo habitual es que no lo superen», confesaba Calabuig, que recuerda que el centro que dirige tiene ya bastante experiencia en tratar a frailecillos extraviados. Sin embargo, la suerte, y el haberse cruzado con Gomauro, han salvado la vida al ejemplar hallado. La compañera de Calabuig en el centro, Yurena Castrillo, que es la que lo ha empezado a tratar, confía en que pueda recuperarse.
Con este ya son tres los frailecillos que tiene internos, en periodo de recuperación. Están metidos en incubadoras, que les procura el calor que ahora precisan. «Cuando ganen peso los llevaremos a las piscinas con agua en movimiento del centro de Taliarte». Calcula que en dos semanas puedan estar curados. Lamentablemente, informa, no han corrido la misma suerte otros muchos ejemplares que estos días han aparecido muertos en Lanzarote o Tenerife.
En Gran Canaria también han hallado bastantes sin vida. Sin ir más lejos, la Asociación de Amigos de las Pardelas ha encontrado numerosos ejemplares muertos en la playa de Jinámar, entre Telde y la capital. Solo uno llegó vivo, aunque moribundo, y no dio tiempo siquiera de llevarlo al Centro de Recuperación. «Estamos extrañados y a la espera de que se les hagan las necropsias, porque si bien es posible que vengan desplazados del temporal, algo raro está pasando, están apareciendo muchos«, apunta un miembro de este colectivo.
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