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En la imagen, Georgian Razvan Dumitru, durante el juicio. COBER SERVICIOS AUDIOVISUALES
Un 'lover boy' es penado a 16 años de cárcel por someter a dos jóvenes rumanas
Tribunales

Un 'lover boy' es penado a 16 años de cárcel por someter a dos jóvenes rumanas

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Engañó y forzó a dos compatriotas suyas a ejercer la prostitución en Gran Canaria. Con una de ellas se llegó a casar y tuvieron un hijo

Francisco José Fajardo

Las Palmas de Gran Canaria.

Sábado, 5 de diciembre 2020

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El ciudadano de nacionalidad rumana Georgian Razvan Dumitru, ha sido condenado por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Las Palmas, a 16 años y seis meses de cárcel por dos delitos de trata de seres humanos en relación de concurso medial con dos delitos de prostitución coactiva, con la agravante de parentesco y dos delitos de maltrato habitual, todos ellos cometido sobre dos jóvenes rumanas a las que sometió utilizando el engaño conocido como 'lover boy'.

El acusado engañaba a las chicas cuando eran adolescentes, haciéndoles creer que eran pareja y luego se aprovechaba de ellas trayéndolas a Gran Canaria, donde las obligaba a ejercer la prostitución, tesis que planteó la fiscal María Luisa Ordóñez de Barraicua y que estimó en su totalidad la Sala.

La sentencia considera probado que Georgian Razvan Dumitru conoció a Carla –nombre ficticio– en 2006 en Rumanía cuando apenas contaba con 12 años de edad. En esa época iniciaron una relación de novios y llegaron incluso a convivir juntos hasta que, cuando ella cumplió los 18 en 2012, el encausado le propuso realizar un viaje a Barcelona, con el único fin, y sin que ella lo supiese, de trasladar a la joven a Gran Canaria para «forzarla al ejercicio de la prostitución y de beneficiarse de los ingresos que generara dicha actividad», sostiene el fallo.

Para ello, Georgian Razvan Dumitru, que se había ganado la confianza de Carla al ser 'novios', logró que ella accediese a realizar un viaje con él en coche hasta Barcelona, y, después de dos semanas, trasladarse en avión el 12 de abril de 2012 a Gran Canaria para, supuestamente, visitar al padre del encausado. Una vez en la isla, y tras varios días, el 'lover boy' comenzó con su plan de que Carla se iniciara en el ejercicio de la prostitución, y le dijo que fuera a trabajar «a un bar de copas» en la calle Molino de Viento, de la capital grancanaria. Al llegar al establecimiento, la joven se vio forzada a prostituirse «empleando para ello el encausado el miedo y un control férreo sobre ella», apunta la resolución.

Georgian, para doblegar la voluntad de Carla y lograr su absoluta sumisión, «desarrolló en ella un estado de desprotección», al vigilarla a través de terceras personas, con llamadas constantes para conocer los servicios realizados y las cantidades cobradas que debía entregarle a él, retirarle su documentación «atemorizándola con atentar contra su familia», propinarle palizas y pegarle puñetazos, patadas y golpes en todo el cuerpo.

Además, y durante la relación sentimental, «con total desprecio a la dignidad, integridad física y moral de su pareja sentimental», el rumano generó un clima de temor constante en el domicilio familiar, al insultar, degradar, y golpear a Carla.

Como consecuencia de estos actos, durante todo el tiempo que estuvo Carla con el encausado, desarrolló «sintomatología propia del trastorno de estrés postraumático».

Mismo 'modus operandi'

De la misma forma. Georgian Razvan Dumitru obró de la misma forma en 2010 cuando conoció en Rumanía a Sonia –también nombre ficticio–, que apenas tenía 14 años de edad en esa época. Al poco tiempo comenzaron una relación de noviazgo, pero Sonia se marchó a Italia a vivir con su madre, donde permaneció durante cuatro años.

Al regresar a Rumanía en junio de 2015, el encausado contactó con Sonia vía Facebook «con el propósito de conquistarla, iniciar una relación de noviazgo con ella y trasladarla a Gran Canaria», determina la Sala. El único y claro propósito del 'lover boy' era prostituirla.

Con ese objetivo, Georgian consiguió retomar la relación de noviazgo con Sonia y vivieron algún tiempo juntos en Rumania. Al poco tiempo, el encausado, y sin que Sonia conociera sus intenciones, le propuso trasladarse –como hizo con la anterior chica– a vivir a Gran Canaria, «bajo la excusa de tener ambos una vida mejor en dicho lugar».

Con ese propósito, adquirió los billetes de avión y juntos volaron el 3 de julio de 2015 desde Rumanía hasta Gran Canaria, haciendo escala en Madrid. Al llegar a Gran Canaria, y, después de permanecer apenas dos días en la isla y tras ganarse su confianza, Georgian repitió 'modus operandi' y la obligó a ejercer la prostitución, empleando también un «control férreo que ejerció sobre ella para doblegar su voluntad y lograr su absoluta sumisión».

Generó en la joven una situación de «miedo» e «indefensión» y, nuevamente, para ello contaba los preservativos que utilizaba, además de llamarla constantemente para saber los servicios que había realizado en un local de Molino de Viento y el dinero que había ganado y que luego le entregaba. Como mínimo, según declararon las afectadas en el juicio, tenían que llevar 200 euros al día. Además y «con total desprecio a la dignidad, integridad física y moral de su pareja sentimental», este individuo «generó un clima de temor constante en el domicilio familiar, al humillar, faltar al respeto, conminar y agredir físicamente» a Sonia.

En agosto de 2016, el encausado huyó a Rumania con motivo de una investigación policial llevada a cabo en Gran Canaria por un delito de trata de seres humanos y prostitución coactiva, en la que figuraban amigos y familiares suyos y donde Sonia declaró como testigo protegido.

Al tiempo y con Georgian ya en Rumanía, convenció a Sonia para que regresase a su país con él «bajo la promesa de tratarla bien y casarse con ella». Finalmente contrajeron matrimonio en Rumanía el 16 de septiembre de 2015 y ella quedó embarazada. A pesar de esta circunstancia, Georgian siguió obligando a Sonia a ejercer la prostitución, incluso estando con varios meses de embarazo y, al nacer el niño de ambos, utilizó al bebé para compelerla a seguir prostituyéndose. Fue en ese momento cuando la obligó a regresar a España para trabajar en una casa de citas bajo la amenaza de que si no lo hacía, podría hacerle daño al niño.

Sonia, «por miedo», siguió ejerciendo la prostitución en Gran Canaria y enviando el dinero que percibía con los servicios prestados al encausado a través de terceras personas.

Fruto de este sometimiento, y durante todo el tiempo que Sonia estuvo con el encausado, la joven desarrolló una depresión, crisis de ansiedad y sintomatología propia del trastorno de estrés postraumático.

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