José Hernández posa ante la Charca de los Llanos de María Rivera, emblema de ese barrio fronterizo. Juan Carlos Alonso

Los rostros del barrio

José Hernández: A los dos lados de la carretera

Referente vecinal de los Llanos de María Rivera, barrio partido en dos municipios, sigue con orgullo los pasos de su madre en la implicación colectiva desde esa esquina rural de la ciudad

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 31 de mayo 2025

José Hernández usa un tono perfecto en modulación para explicar su vida como referente vecinal de los Llanos de María Rivera. No es fácil no levantar la voz cuando te cuesta denunciar los problemas de ese barrio atravesado por una carretera del Cabildo que, por una acera pertenece a Las Palmas de Gran Canaria pero por la otra lo hace a la Villa de Santa Brígida.

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Apenas unos 700 vecinos habitan ese barrio fronterizo, al que se puede llegar desde La Angostura o desde La Milagrosa. Puro campo al final de la ciudad. «Puede parecer fácil estar entre dos administraciones pero es todo lo contrario, es agotador», señala desde el patio de la Asociación de Vecinos El Parral, frente a la Charca, en la que lleva implicado dos décadas.

Juan Carlos Alonso

José Hernández mantiene las pulsaciones en su punto durante toda la conversación. Solo hay un momento en el que la línea se quiebra, al hablar de su madre, fallecida hace poco. Y la verdadera causa de su mirada colectiva. «Mi madre con Amelia Alonso y algunas amigas montaron una comisión protemplo con el destino de construir una iglesia en el barrio. No pudo ser, pero trabajaron mucho por ello. Organizaban tiradas al plato, hacían rifas... No se logró y ellas acabaron con un desgaste físico incalculable, por lo que decidí dar un paso adelante y me uní a la asociación y a su presidente, Basilio», rememora emocionado.

No quiso hacerlo solo y buscó apoyos . Personas con las que había crecido en el barrio y que formaron parte inmediata de aquella idea que le daba vueltas sin parar en la cabeza. «Tiro de mi hermano y de varios amigos y nos unimos a la asociación de vecinos. Nuestra primera intención era la de ser más conocidos, no en SantaBrígida donde se nos considera más, sino en Las Palmas de GranCanaria. Junto a Siete Puertas somos el barrio más alejado del centro de la ciudad», señala reivindicativo.

Hoy José Hernández tiene 46 años y se dedica al sector de la reparación de automóviles en un taller en Visvique, Arucas. También tiene, junto a sus hermanos, que ocuparse del cuidado de su padre, ya mayor. Pero eso no impide estar plenamente dedicado a las necesidades de los vecinos.

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Antes ha citado el desgaste de su madre y de aquellas compañeras que fueron injustamente tratadas por una iglesia que resolvió de forma incompleta lo que le sucedió cuando trabajaban buscando fondos para aquel templo, extraviados por algún integrante del clero al que le salió barata la situación. Pero él también evidencia la fatiga de casi dos décadas de trabajo colectivo.

Sin embargo la balanza, todavía, se sigue inclinando por el lugar en el que ha estado toda la vida y en el que «estaré hasta que me muera». Cuando la duda aparece, su memoria siempre regresa a una vieja conversación con María del Pino García Santana, su madre, que le decía «es que tú te vuelves loco con las cosas de los vecinos. Pero es que si tú te vas aquí se acaba todo». Una sentencia que abre compuertas e impulsa renovadas energías. «Porque lo que siempre la caracterizó fue la fuerza».

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También piensa en aquellos primeros años de vida en los que fue feliz. Siempre cosido a la figura de sus padres, bandera de la que presumir, rememora los tiempos en los que los niños crecían en la zona aprovechándose de su carácter rural: «Estábamos todo el día jugando con agua, en las cuevas y en la zona de la Charca. Hacíamos pequeños estanques y de todo».

Hoy siente como el movimiento vecinal que representa, como sucede en el resto de barrios, se debilita por la falta de apoyos y las trabas que existen. Vuelve a recordar aquella comisión protemplo que no paraba de encontrar recursos incluso lejos del barrio, «llegaban hasta Santa Brígida y conseguían que Gonzalo Medina, con 7Up, pagará los programas de las fiestas y organizaban todos los actos. Hoy sería casi imposible porque para organizar cualquier evento tienes que resolver muchísimos obstáculos administrativos que te quitan las ganas de hacer cosas. Antes se sorteaba un cochino y me padre se lo cargaba a cuestas y recorría el barrio con él para que la gente lo viera, hoy eso no se podría hacer», expresa escapándose una carcajada ante el renacer de esa imagen.

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La vida entre dos municipios

En su intención siempre está recuperar aquella sensación de familia y multitud, como todo, algo gastada por el tiempo y los nuevos usos. Lo hace siempre desde los dos lados de la carretera, sin importar de qué lado del municipio se afrontan los problemas. «Solo estamos separados administrativamente. Luego ves a la gente en la calle y somos el mismo pilar. Arrimando el hombro, estando ahí cuando es necesario. Es un motivo de orgullo para mí», asegura.

Y como en su día hicieron María del Carmen, Amelia y las demás, no importa dónde dicen los límites administrativos que empieza y acaba el barrio. José Hernández busca el hermanamiento con los vecinos, con esos otros barrios lejos de la almendra urbana, para que nunca se pierda la raíz de los que crecieron en una parte de la ciudad ajena a los ruidos y en la que las montañas no se conciben con toneladas de hormigón apilado.

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