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Yeray Castellano defiende el legado de la historia frente a las transformaciones aceleradas y uniformadoras de su entorno. Cober
Yeray Castellano: Orgullo de pertenencia y memoria
Los rostros del barrio

Yeray Castellano: Orgullo de pertenencia y memoria

Voz de Piletas y memoria de Tamaraceite, este joven protagoniza la sexta entrega sobre las personas que prestan sus almas al vecindario

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 4 de enero 2025, 22:40

Piletas es el centro de una vivencia colectiva, la del orgullo de pertenencia que se construye a través de la memoria. De allí es Yeray Castellano, 38 años, perteneciente a un doble linaje del humilde barrio que creció en la periferia de Tamaraceite. Castellano preside Tasate, una asociación que agrupada en la primera sílaba de los barrios que dan nombre al distrito trabaja por defender el legado que reciben y conformar un presente común.

Castellano sabe todo lo que ha sucedido en Piletas. Por delegación oral, sentado a los pies de sus familiares escuchando historias añejas y comprobando el árbol genealógico. Él sabe reconocer donde surgió su vínculo con la tradición: «Lo mamé desde pequeño. Mi padre participaba en la rondalla, la agrupación folclórica que había en el barrio, que se llamaba Banot. Y todos deseábamos ir a la agrupación porque no había otras muchas cosas. Era una oportunidad de encuentro; los fines de semana íbamos con ellos a las actuaciones. Aquello me caló y lo he materializado en estos proyectos», expone.

Desde muy joven está vinculado al movimiento vecinal, ese caladero político que desde ese primer escalón tiene todo el sentido de servicio público posible. Conoce los nombres y la obra de los que lideraron la asociación, de aquellos que fueron vendiendo boletos de rifas con las que se sufragó la compra del solar donde hoy se encuentra el local social del barrio.

Un barrio que apenas era una loma cuando llegaron sus antepasados más cercanos. Su padre era de Montaña Alta y su madre de Fontanales. Llegaron hasta Piletas tras los pasos de su abuelo materno, que tras años trabajando en La Isleta compró un terreno en el barrio. Tras él fue su padre. Y luego sus tíos, por uno y otro lado de sus ramas de apellidos.

Él mismo forma parte de una familia de cinco hermanos, comprendiendo en su piel porque se considera a Piletas «un barrio de familias». Algo que resalta con orgullo. «Piletas es diferente. Por la participación y en el sentimiento de pertenencia.Esa familiaridad que existe porque muchos formamos partes de familia que llevan toda la vida en el barrio y por la forma de interaccionar que tenemos.Este año en las fiestas hicimos una chocolatada una mañana y las familias que venían, que no eran de aquí de toda la vida, decían que esa forma de integrarlos era un valor añadido para vivir aquí», celebra.

Los cambios del barrio

Yeray nos cuenta el presente de Piletas, un barrio de los antes. De los que en las mañanas de un día entre semana huele a los productos de limpieza de los vecinos que han pasado la fregona por sus aceras.Donde se saludan por sus nombres cuando se cruzan por las esquinas.

Pero también puede contarnos la Piletas de antes, la que ha investigado con devoción para transmitir sus valores. «Podemos hablar de Paulito, que fue uno de los primeros vecinos. Trabajaba en una finca en el barrio y cuando iban llegando los nuevos vecinos él les vendía de 'fiao' material de construcción. No podemos olvidarnos de Maestro Juan, un líder vecinal sin el que sería imposible que Piletas sea lo que es hoy.O de Eloy, que asumió la presidencia de la asociación de vecinos y de su mano vino el centro cívico, que es algo de lo que no pueden presumir muchos barrios»,

Fue un niño de la calle. De los que se crió entre vecinos tras salir del colegio de primaria que antes se encontraba en el barrio y antes de cruzar, ya con más edad, al Ciudad del Campo al otro lado de la carretera. «Salíamos del colegio, comíamos y hacíamos a la ladera y salíamos directos a la calle a jugar a boliche o las laderas para jugar a botella, que era como el escondite. Hoy en día lo echo en falta. En la pandemia parecía que eso volvería pero duró poco».

Es por eso que desde los colectivos en los que se implica trata de incentivar algo que recuerda aquellos tiempos. «Llevamos cuatro años con un campus en verano y otro en Navidad.Eso está permitiendo que hoy que los niños van a colegios distintos puedan relacionarse con otros niños del barrio con los que a lo mejor no coinciden tanto durante el curso», dice.

Trabajador del Colegio de Graduados Sociales, roba tiempo a familia y ocio para pensar en lo colectivo. Con una perspectiva más amplia. Recuerda que antes de la Guerra Civil Piletas pertenecía al desaparecido municipio de San Lorenzo y eso le hace tener con el paso de los años una visión más amplia, por eso desde Tasate impulsan la acción comunal dentro de un distrito hoy engullido por la expansión urbanística.

Eso le obliga a volver a la memoria y tirar dos décadas atrás. Cuando era un adolescente y veía como los gigantes brazos de la circunvalación aparecían por lo que antes eran laderas. Sabe que eso hoy deja a Piletas más comunicada, con una rotonda en el nudo para Teror, que la convierte en centro de paso. Pero baña con nostalgia aquellos tiempos en los que esos barrios apenas tenían accesos comunes.

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