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Gekah posa frente a un muro en la calle Virgen de Lourdes en el barrio de Las Rehoyas. Arcadio Suárez
Gekah: Una historia de la calle

Los rostros del barrio

Gekah: Una historia de la calle

El rapero de Las Rehoyas protagoniza la cuarta entrega de esta serie con los recuerdos de una vida cosida a un barrio camino de desaparecer por su reposición

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 21 de diciembre 2024, 23:05

Gekah es Alberto aunque prefiere que se le reconozca con el nombre al que ha cosido una historia como rapero. Hace 39 años, los que reporta su identificación, que vive en la calle Virgen de Lourdes de Las Rehoyas. Un lugar del que no ha podido desprenderse –ni ganas– y que forma parte de su genética personal y musical.

En esas calles tuvo su escuela. Compartió horas con sus amigos en escaleras deterioradas a las que hacía llegar la música tirando un alargador por la ventana de su abuela para conectar su modesto equipo y 'bombardear' a los suyos con ese rap que andaba descubriendo en la adolescencia. Ahora todo ha cambiado mucho, la mayoría no forma parte de ese ecosistema, pero él mantiene su fortaleza en uno de esos pisos de menos de 50 metros cuadrados que caerán en algunos años por el proceso de reposición al que se somete el barrio.

Es joven pero se permite la nostalgia. «Echo de menos cómo eran estas calles cuando era un chiquillo. Las aceras estaban más despejadas y si un coche aparcaba como ahora sabía que se llevaría un balonazo. Llegabas y había gente sentada en las escaleras, otros hablando en la esquina. Hoy si no nos escribimos por WhatsApp casi no sabemos el uno del otro», refiere.

Hace unos años Gekah ganó un premio Canarias de la Música por el proyecto 'Orgullo de Barrio'. En aquella canción contaba el proceso de evolución de un espacio simbólico de la ciudad, al que la piqueta espera para derrumbar y sellar un capítulo más del abandono histórico de las periferias palmenses. Allí defendía la proximidad, la esquina en la que sentaba Melo, o los pequeños comercios que ayudaban a subsistir a los vecinos a base de fiados. «Fíjate si siguen cambiando las cosas que una de las dos tiendas que salía en el vídeo ya ha cerrado», expresa.

Las letras de Gekah son crudas y críticas. No esconde nunca sus fobias y no se prodiga mucho en filias. Pero el contacto con él muestra al pibe de barrio que continúa siendo y que le permite conectar con los alumnos del centro educativo en el que trabaja en Tamaraceite a través de un diálogo entre semejantes.

No hay nada de esa vanidad del estilo cuando hablas con él. Apenas un modesto reconocimiento a lo que podría ser 'Orgullo de barrio' en unos años. «Siento que la canción con el tiempo puede ser más importante. Cuando se tiren los bloques viejos y se construyan los nuevos servirá para explicar cómo eran estas calles en el pasado», expresa.

Gekah bromea para hablar de esas minúsculas viviendas en las que se hacinaron familias enteras durante el proceso de construcción del barrio. «Mi casa es una puta mierda», cuenta entre risas. «A veces voy a alguna un poco más grande de algún colega y digo 'coño, si aquí cabe un pasillo».

Ese pequeño ambiente en el que se crió es evidente que da forma a su personalidad, como él mismo reconoce. «Condiciona, eso es algo que no he estudiado mucho pero es obvio. No es lo mismo pertenecer a una familia de cuatro personas que ha crecido junta en 40 metros. A la hora de desarrollarte es diferente claramente», comenta.

Contra los estigmas

Gekah no títuló su tema 'Orgullo de barrio' porque sí y punto. Siente esa verdad en sus huesos cada día. «Hay gente que se puede esforzar en cambiar su forma de expresarse por el estigma de los barrios, no es mi caso», señala.

Sabe que las viejas calles de la ciudad, ese triángulo urbano en el que se ha desarrollado, castigado con violencia por la heroína en los años en los que le tocó crecer, son miradas por encima del hombro por esa 'burguesía' que todavía impera en Las Palmas de Gran Canaria. Pero contra eso también pide rebeldía. «Ser de barrio no está reñido con ser culto. Aquí a lo mejor no te puedes comprar un libro pero lo puedes sacar de la biblioteca y leer igual. Incluso creo que tiene más valor por el hecho de que no se incentiva tanto en nuestros ambientes», señala.

Gekah recorre su barrio y extraña niños con balones, bicicletas y skates. También lamenta que no haya un sentido de actividades comunitarias, aunque admite que Las Rehoyas es tan grande que hay otras partes del barrio en el que las cosas son diferentes.

Las Rehoyas, con su cara actual y sus décadas de abandono institucional, no dejan de ser un repositorio de memorias para Gekah. En un muro tomado por grafiteros cerca de su casa destaca un rostro del Che dibujado sobre una bandera de Cuba. Resiste el paso del tiempo que sí ha difuminado otros elementos pintados. «Ese lo hizo un grafitero porque mi padre le dijo que si se lo pintaba, él se lo pagaba», y allí continúa como memoria de un tiempo y una forma de pensar.

Y es que aunque le toca hacerse el duro Gekah mira al futuro con una punzada de pena. «Cuando esto desaparezca hay muchas cosas que voy a echar de menos porque hay muchos recuerdos y muchas primeras veces de cosas que han pasado que se van a ir con la destrucción del barrio. No sé cómo será el futuro y cómo lo organizarán», se plantea.

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