«Se habla de mi padre, pero no del accidente»
Con una ofrenda floral se recordó este viernes, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, a las 11 personas fallecidas en 1979 en la factoría Ojeda
«En mi familia se habla de mi padre, pero no del accidente», comenta Teresa Cano minutos después de haberse celebrado este viernes, pasadas las 13.00 horas, la ofrenda floral que cada 28 de abril, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, desde 2011 tiene lugar junto al monumento 'Manos Unidas' de Etual Ojeda. Un acto en el que se rinde homenaje a los once trabajadores que fallecieron el 4 de enero de 1979 en accidente laboral en la factoría de pescados y fábrica de hielos Hijos de Ángel Ojeda, en El Rincón, entre los que se cuenta su progenitor.
Ella no lo recuerda pues era una bebé de solo dos meses cuando se produjo la tragedia y al ser un tema «muy doloroso para mi madre y mis abuelos», reconoce que pudo conocer el relato de los hechos gracias a una publicación.
«El año antes de la pandemia me avisaron para que asistiera a la presentación del libro 'Hombres valientes', de Aarón Martín, que investigó la historia muy meticulosamente». Así supo los detalles del suceso que le costó la vida a su padre y a otra decena de compañeros que se vieron afectados por emanaciones de gases en una fosa de la referida fábrica. Pero también que perecieron tratando de ayudarse unos a otros.
«Después de leer el libro, estuve un tiempo enfadada con mi padre, porque yo decía: no pensó en mí», confiesa. Pero apunta que tras reflexionar se dio cuenta de que «no pensó en mí, pero pensó en sus compañeros, con los que estaba día a día».
Además, reconoce que «por suerte o por desgracia, me parezco a él y en situaciones de peligro o extremas no pienso en mí o en mis hijos sino en la persona que lo está pasando. O sea, que ya después se me pasó el enfado».
Explica que el 4 de enero y el 28 de abril son dos «momentos muy emotivos» y más en un año en el que, dice, se han producido acontecimientos especialmente significativos en su familia. «Tengo cinco hijos, el más grande se acaba de casar, y lo echamos mucho en falta. Además, mi segunda hija va a ser mamá en septiembre y ella piensa en que si estuviera su abuelo. Porque él no está pero está ahí presente siempre», relata con emoción contenida.
«Pero, como dice mi hija pequeña: mamá, no te preocupes porque las personas que se van se mantienen vivas mientras las mantengamos en el corazón. Tiene once años pero a veces me enseña cosas», apunta con una sonrisa.
El más joven
Los 44 años que han pasado desde ese fatídico día de enero tampoco han sido óbice para que en la familia de Francisco Viera se siga teniendo presente a su hermano Rafael, que con 17 años era el más joven de los fallecidos.
«Tenía 17 años y justo el 28 de abril es su cumpleaños», apunta después de colocar en la escultura de las manos entrelazadas que recuerda a las personas fallecidas en accidente laboral, once rosas blancas, una por cada uno de los que perecieron en la factoría.
«Yo tenía once años y nos enteramos cuando íbamos en el coche. Cambiamos la emisora de radio y nombraron a los once fallecidos y mi madre, en marcha, se tiró del coche desesperada porque el primero fue el de mi hermano», relata.
Asegura que este hecho «supuso para mi madre una enfermedad durante muchísimos años y remontar esa familia costó, porque no se llega a superar», pues dice que a diferencia de cuando existe una enfermedad previa, un golpe de este calibre, «y más al enterarnos por la radio, no te lo esperas».
«A mi familia la destrozó por completo», prosigue quien se vio con once años pendiente de «evitar que mi madre cometiera una locura», porque ella no quería seguir viviendo. Algo que le marcó porque «yo era un niño y no entendía nada» pese a lo cual con esa edad «tuve que crecer y madurar porque la situación me obligaba. Maduré del sopetón».
Dice que su madre, ya fallecida, «pasó muchos años de depresión» y su hermano «siempre estuvo presente y fueron naciendo generaciones que conocen a su tío Rafael, incluida mi hija que tiene 19 años, porque a pesar de que han pasado 44 años lo tenemos presente en casa, lo tenemos siempre como si estuviera con nosotros».
Por eso este viernes acudió a un acto de homenaje «porque es como un reconocimiento a lo que él hizo, que fue intentar ayudar al resto de sus compañeros. Era el más alto de todos y fue el último al que le llegó el gas y pudo ayudar. Salió vivo de allí y llegó al hospital, pero no había nada que hacer».
Y es que esta iniciativa de recuerdo a los fallecidos en la factoría es también una cita en la que se reivindican mejores condiciones para las personas que trabajan, para que haya «cero enfermedad y cero accidente laboral».
Así lo expusieron los representantes de CC OO y UGT que participaron y leyeron un manifiesto en un acto que impulsa La Barriada de Guanarteme y Chile, a partir de una idea de Talio Noda, que fue profesor del IES El Rincón, como recordó Pepi González, presidenta de la asociación vecinal.
También tuvo palabras para los trabajadores fallecidos y pidió a los presentes que miraran al cielo «porque ellos están allí».
Tres integrantes de Barrios Orquestados se encargaron de cerrar este homenaje interpretando Áir', de la Suite nº3 de Bach.