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Los vecinos afectados dicen que el edificio no está preparado para la actividad que acoge. JUAN CARLOS ALONSO

«Cuando ensaya un niño que no sabe, es una tortura»

Vecinos del entorno del Conservatorio se quejan del ruido que genera un espacio que dicen «no está insonorizado» y les impide descansar. Alguno ha tenido que vender e irse

Rebeca Díaz

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 30 de enero 2022, 01:00

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Un «sinvivir», así es como definen su día a día vecinos de las calles que bordean el edificio que alberga el Conservatorio Superior de Música de Canarias y el Conservatorio Profesional de Música de Las Palmas de Gran Canaria, en la capital grancanaria. Apuntan que el origen del problema que dicen sufrir desde hace años «es el nivel de ruido» que genera la actividad que se desarrolla en este espacio dedicado a la enseñanza musical. «Lo oímos todo el día, desde primera hora de la mañana hasta las nueve de la noche y los fines de semana, pues están de lunes a sábado», dicen.

Los afectados que han querido hacer pública su situación señalan que este espacio «no está insonorizado», algo que dicen «nos han confirmado» representantes de la dirección y el profesorado, y que las clases se imparten «con las ventanas abiertas» hacia unas calles en las que los vecinos no saben lo que es poder estar tranquilos en sus casas. «Es imposible descansar cuando llegas a casa», señala una ciudadana que prefiere mantenerse en el anonimato.

Explica que el problema se prolonga en el tiempo y en su caso suma 17 años, los mismos que lleva viviendo en las inmediaciones del Conservatorio siendo testigo involuntario de las horas de ensayo de personas que «están aprendiendo», con lo que eso conlleva.

«A mi calle dan las aulas en las que se imparte canto y trompeta y es horrible», explica pues reconoce que son muchas las horas en la que debe soportar repeticiones de escalas e intentos de hacer sonar un instrumento. Algo que define como «insoportable».

Apunta que junto a algunas personas en sus mismas circunstancias, a la vista de que pasa el tiempo y nadie toma cartas en el asunto, se han planteado interponer una denuncia por medio de un abogado. Pero indica que los costes que estos trámites acarrean ha echado a más de uno para atrás.

En cualquier caso, comenta que se trata de una problemática que afecta a todos los residentes en las vías que rodean el centro y que es perfectamente conocida por los responsables del mismo, pues expone que ella misma y otros vecinos se han quejado de forma continuada de esta situación a la dirección del mismo, incluso de manera presencial.

Insiste en que «lo grave» del asunto es que «el Conservatorio no esté insonorizado». Y que como no se ha solventado el asunto durante tantos años, han sido los propios vecinos los que han tenido que tomar medidas para minimizar el impacto del ruido. «Hemos tenido que poner ventanas de 6 y de 8 (milímetros ) para conseguir el aislamiento», dice sobre una acción que afirma también han tenido que llevar va cabo otros residentes en sus respectivas viviendas.

«El problema es que ensayan con las ventanas abiertas», corrobora otro vecino afectado por el ruido pues reside «desde hace 11 años» en un vivienda que se encuentra «a cinco metros del Conservatorio», quien también prefiere el anonimato.

Apunta que la paradoja es que en la calle Maninidra, en la que se encuentra el acceso al centro de enseñanza musical, «hay una señal de tráfico que prohíbe tocar el claxon para no interferir en la actividad del mismo». Pero «yo en casa tengo que estar con las ventanas cerradas para hablar por teléfono».

Reconoce que «los vecinos estamos fritos» porque es algo con lo que conviven «de lunes a sábado». Añade que «toda la zona está afectada porque el Conservatorio da a tres calles que son muy estrechas».

Dice que el edificio «seguramente incumple con la ley de ruidos del Ayuntamiento, pero nadie hace nada».

A su juicio, más allá de que los afectados se unan para denunciar, la solución debería venir desde otra vía. «Tendría que ser algo tan sencillo como que la Policía Local viniera, tomara mediciones del ruido y ellos mismos pusieran la denuncia», plantea.

«Cuando ensaya un niño que no sabe, es una tortura, y cuando es con un violín...», expone a modo de ejemplo de lo que viven a diario.

Pero no todos los residentes en calles como Maninidra, General Bravo, Doctor Juan de Padilla o Torres han sido capaces de soportar esta situación y algunos, ante el impacto que el nivel de ruido estaba teniendo en su salud, optaron por marcharse.

«Adoraba mi casa pero la tuve que dejar», explica Inmaculada Melián, que no tiene problema en exponer públicamente una situación que ya denunció en su momento «a la Consejería de Educación y al Ayuntamiento».

«Fue un sinvivir», dice al recordar los seis años que residió en la calle General Bravo en la que asegura que «era la casa de mi vida», pero que tuvo que vender hace tres porque comenzó a tener «crisis de ansiedad» y problemas para conciliar el sueño.

«No es música, es ruido», expone al referirse a la situación que padeció y la llevó a dejar una residencia «que era patrimonio familiar» y que restauró con mucho mimo. «Pero era una cuestión de supervivencia», dice respecto a la decisión que se vio obligada a tomar.

Señala que conoce bien lo que padecen los vecinos denunciantes por culpa de «un edificio que no está insonorizado y que no está acondicionado para ser un conservatorio».

Inmaculada explica que es una situación «que te supera» pues «es un solo edificio pero son dos conservatorios», con lo que la actividad «es todo el día». Pone como ejemplo el hecho de que para oír la televisión en su casa «tenía que cerrar las ventanas y poner el volumen al 50».

Asegura que las quejas que puso a Educación se tradujeron en una reunión «con los dos directores del Conservatorio» y el entonces director Territorial de Educación de Las Palmas, Juan José Gil Méndez. Pero dice que a su demanda de cerrar las ventanas para impartir las clases y así reducir la molestias a los vecinos, uno de los responsables del centro le respondió que «para eso los profesores necesitaban un periodo de adaptación» y que «no tenían aire acondicionado».

Apunta que también habló con el edil Javier Doreste, «que me dijo que esto era un proceso que tardaba mucho tiempo. Y ya han pasado dos años». Por último, afirma que la Policía Local acudió al Conservatorio y «presentó una denuncia y se hizo un informe» que «ahora no aparece».

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