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Con aplausos desde la ventana de su casa en Lomo Apolinario. Así recibió este martes Lucía del Carmen Suárez al alcalde Augusto Hidalgo, al concejal de Urbanismo, Javier Doreste, y al presidente y la consejera de Arquitectura y Vivienda del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales y Conchi Monzón, respectivamente, en la visita que realizaron a este barrio capitalino para supervisar las obras de rehabilitación acometida por el Consistorio en 96 viviendas sociales pertenecientes al grupo R. Suárez Franchy, cuya construcción data de 1955.
«Hacía mucha falta porque no se había hecho nada desde la época de Lorenzo Olarte», comenta quien reside en el que fuera hogar de su padre, José 'Pepucho' Suárez, un histórico líder vecinal de Lomo Apolinario al que se le honra en el barrio con una plaza que lleva su nombre.
Apunta que la intervención ha implicado el arreglo «de las fachadas, y las azoteas», que presentaban filtraciones y a las que aplicaron «una imprimación». Pero, además, explica que «se cambiaron los bidones y ahora el agua sale el agua que es una maravilla». «No podemos decir nada», dice sobre una rehabilitación con la que se muestra satisfecha.
«Todo lo que sea mejora está bien. Hay que sumar», asegura Víctor Bethencourt, un residente en este grupo de 96 viviendas vinculado al movimiento vecinal a través de la asociación Tabona que reconoce que «hace más de 30 años» que no se acometía ninguna mejora en estos inmuebles.
«Le hacía falta porque son viviendas de un Patronato y con el poder adquisitivo de los vecinos no había posibilidades», indica sobre una actuación con un coste de 355.830 euros financiada por el Cabildo .
Así, explica que en estos edificios, «que no dejan de ser viviendas sociales», residen personas pensionistas y algunas casas han ido «pasando de padres y abuelos a hijos». Añade que «están bien ubicadas y la vecindad es una piña», pero no podía costear un lavado de cara como el que se le ha dado «y que se agradece».
«Tenemos que estar contentos», dice quien habla del «deterioro» que presentaban estos edificios sin dejar de recordar que quedan «rematitos», como «las cajas de escaleras» o «las humedades de los cuartos de azotea».
La intervención ha consistido en el picado de unas fachadas que presentaban desconchones para luego enfoscar y pintar. Además, se han repuesto los armarios que contienen los contadores del agua , se ha renovado la instalación de subida y bajada del agua así como los bajantes que se encontraban en mal estado. También se han sustituido los bidones existentes, con capacidad para 1.000 litros por otros de 500, y se han impermeabilizado las cubiertas de los inmuebles, además de cambiar las puertas de acceso a las mismas. Los trabajos se han prolongado por espacio de ocho meses y culminaron a finales del pasado mes de enero , según las técnicas responsables de la ejecución de los mismos.
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