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Almudena Cid se ha convertido en una referente para las más jóvenes gimnastas. C7
Las Palmas de Gran Canaria

Almudena Cid receta constancia, valentía y diferencia para triunfar en la vida

La exgimnasta, que este sábado recibirá su galardón en Charter100 Canarias, reflexiona sobre su legado, la igualdad y su vida sobre los escenarios

Iván Martín Chacón

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 2 de octubre 2025

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En la memoria del deporte español hay imágenes que no se borran. El gol de Iniesta en Sudáfrica 2010 o la despedida de la gimnasta Almudena Cid en Pekín 2008, podrían ser ejemplos claros. La vitoriana (1980) fue la única en el mundo en disputar cuatro finales olímpicas de forma consecutiva en gimnasia rítmica. Pero más allá del récord, dejó un legado: cambió la forma de mirar a las gimnastas, y con ello, a la mujer en el deporte.

Este sábado, a partir de las 19.00 horas, recibirá un reconocimiento, 16 años después de su retirada, concretamente el premio Charter 100 Canarias en el Hotel Santa Catalina, una sorpresa que la llena de orgullo. «Es bonito comprobar que lo que hice sigue generando algo. No fui campeona, pero mi despedida marcó a la gente porque simbolizó algo más: la dificultad de decir adiós a lo que amas. Y eso trasciende lo deportivo».

«Demostré que una mujer podía competir al máximo nivel, y el público y las jueces lo aceptaron», asegura Cid. Su carrera deportiva se puede leer como un viaje de crecimiento personal marcado por los juegos olímpicos. En Atlanta 1996, debutó con inocencia y nervios: «La inmadurez y el desconocimiento me impidieron dar lo mejor de mí». Sídney 2000 fue la etapa más dura: compitió con un menisco lesionado y el corazón roto por un desamor. «Lo saqué adelante a base de rabia, pero entendí que eso no podía sostenerse en el tiempo».

Luego llegó Atenas 2004, su reivindicación. Cuando ya se le pedía que se retirara, ella decidió seguir. «Fue mi asentamiento», recuerda. Y Pekín 2008 se convirtió en el punto culminante: sin su entrenadora a su lado, se presentó autónoma, convencida y capaz de rozar la perfección en solitario. «Me sentí completamente independiente y fuerte. Fue mi culmen».

Retirada y salto a otro escenario

La retirada fue para Almudena Cid un golpe emocional: «De un día para otro pasas de tener una entrenadora que guía tu vida a ser tú misma quien dirige todo. Es un vacío enorme», confiesa. Pero en lugar de quedarse en el lamento, eligió reinventarse. Y lo hizo en las artes escénicas.

Tras años comunicándose solo con el cuerpo, descubrió en la interpretación una voz nueva: «Lo que gritaba en silencio en el tapiz ahora lo digo en un escenario. El teatro me permitió hablar, contar historias, incluso sacar desahogos que la gimnasia nunca me permitió». Su debut como actriz en 2016, de la mano de Sergio Peris-Mencheta, le confirmó que había encontrado un nuevo camino.

La exgimnasta habla de su vida en metáforas que nacen de su propio deporte: «la pelota como símbolo de adaptación, las mazas como mirada periférica, la cuerda como control de emociones, el aro como valentía y la cinta como movimiento constante».

«En la vida, como en la rítmica, hay que seguir moviéndose. Incluso lesionada, seguía entrenando. Y en la vida ocurre lo mismo: cuando te golpea una pérdida o un cambio inesperado, lo único que queda es seguir avanzando. En el movimiento nacen las oportunidades», expone.

Mensaje para las nuevas generaciones

A las niñas que empiezan en la gimnasia, Cid les lanza un mensaje claro: vivir cada etapa con la edad que corresponde. «No hay que adelantar responsabilidades ni presiones. Y las que tienen un talento especial deben aprender a exteriorizar lo que sienten, a no callar. Eso les evitará culpas en el futuro».

En paralelo, Almudena Cid reclama más igualdad y profesionalización en el deporte: «¿Cómo se entiende que una chica que entrena ocho horas diarias y representa a su país en unos Juegos no tenga vida laboral reconocida? Esa es una deuda que aún tenemos».

Define su trayectoria en tres palabras: constancia, valentía y diferencia. Tres claves que resumen a una mujer que se enfrentó a lesiones, estructuras federativas y estigmas de edad para dejar una huella imborrable en el deporte español. Su despedida en Pekín fue mucho más que el final de una carrera: fue el inicio de una nueva vida, en la que Almudena Cid sigue demostrando que el movimiento, dentro o fuera del tapiz, siempre abre caminos.

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