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Espectacular foto de Yonay con uno de los cetáceos. C7

El hombre que susurra a las ballenas en Tasarte

Yonay Oliva lleva desde los 15 años sumergiéndose entre estos animales. «Nunca los persigo, ellos se me acercan». Sus vídeos en redes sociales echan fuego

G. FLORIDO

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 9 de agosto 2020, 01:00

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Su pasión por los cetáceos le viene de muy crío y ahora el cuerpo le pide salir a diario a la mar al encuentro de ballenas y delfines. Los vídeos de Yonay Oliva en las redes sociales causan furor, sobre todo en Instagram. Y en Facebook ya llegó al cupo de amigos posibles, 5.000. Ha visto tantos cetáceos y tan de cerca que casi se podría decir que los entiende. Algo ha aprendido de ellos y de su comportamiento. Vive en Tasarte, a pie de playa, y todos los días coge su barca y se interna entre 200 metros y una milla para disfrutar de su particular privilegio. «Más adentro ves cientos». Le relaja, pero también le sube las pulsaciones a mil. Por lo que cuenta, esa emoción ha de ser adictiva.

«Iba a pescar con mi abuelo, yo era todavía muy pequeñito y me dicen que casi me tenían que amarrar cuando veía a estos animales porque se me iban los ojos a tirarme al agua», recuerda este joven de 34 años, que, visto lo visto, se quedó enganchado de por vida a esa atracción un tanto hipnótica. «Si puedo, salgo todos los días, si no, cada dos, y me puedo pasar cuatro horas de remojo», explica Oliva, que además regenta con su hermano una empresa de excursiones en barco a Guguy, TaxSea, y ayuda también a su madre, Paca Rosa, en el día a día del restaurante Oliva, en la playa de este pintoresco y alejado barrio de La Aldea. Sale por la mañana y a veces le suma otro rato por la tarde. Sobre todo en invierno. Es como uno de esos lobos de mar de las novelas de aventuras, pero sin canas. Le basta oler el mar para saber si hay un banco de bicúas o de atunes.

Este enganche personal de Yonay no hubiera sido posible si no fuera por la abundancia de cetáceos que hay en Canarias. De las 80 especies que hay descritas, 28 viven en aguas de las islas. De hecho, según Vidal Martín, director de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (Secac), es una de las regiones con mayor diversidad y riqueza del Atlántico. En un artículo publicado en Pellagofio apuntaba que Canarias es el único sitio de España donde se puede observar de forma regular calderón tropical ('Globicephala macrorhynchus'), el delfín de dientes rugosos ('Steno bredanensis'), el delfín moteado atlántico ('Stenella frontalis') o el rorcual tropical ('Balaenoptera edeni').

Esta presencia tan habitual en las islas, entre cetáceos residentes y otros que están de paso, propicia además que el archipiélago sea un destino nacional, e incluso internacional, para el avistamiento de estos mamíferos marinos. El mar que separa Tenerife de la Gomera se lleva la palma, pero no todo el mundo sabe que en Gran Canaria se pueden también avistar delfines y cachalotes. Tanto, que en el sur operan varias empresas que organizan excursiones para avistarlos.

La suerte de Yonay Oliva es que también disfruta de estos encuentros tan especiales, pero en solitario. O con algún amigo. Y hasta ahora «sin incidentes». Pese a tantos encuentros y a que se trata de animales de gran tamaño, asegura Yonay que nunca ha sufrido ningún incidente. Ha de ser clave la manera en que dice que se acerca a ballenas y delfines. «No las persigo, porque se asustan, nunca las molesto, son ellas las que por curiosidad se vienen hasta donde estoy yo», añade. Su secreto está en que procura colocarse a cierta distancia, pero siempre en su rumbo, así los encuentros parecen naturales.

¿Por qué lo hace? «No sé, porque me gusta esa especie de miedo que se siente, me sube la adrenalina», confiesa. Le cuesta expresar con palabras qué se le mueve por el cuerpo cuando se aproxima a estos colosos de las aguas. Solo una vez sí admite que se llevó un susto. Fue una de sus primeras veces. Con una ballena. «Me tiré al agua, eran las ocho de la mañana y de repente la perdí de vista, hasta que me dio por mirar debajo de mí, hacia el fondo, y la vi situada justo bajo mis pies, quieta, como si hubiera querido jugar conmigo al escondite».

Lo que más ha visto, sostiene, son «rorcuales». Una vez, incluso, pudo grabar a una ballena azul, muy rara en estas aguas. Suele ir solo o con algún amigo, pero aún no tiene permisos para dedicarse profesionalmente a hacer estas excursiones. «Todavía no», puntualiza. Sí ha servido de guía a científicos y estudiosos de estos animales que le han pedido que les lleve hasta ellos. «La gente no se lo imagina, pero esta parte de la costa de Gran Canaria, al oeste, está llena», subraya. Se ha bañado con delfines, ballenas, túnidos, tortugas... Lo que menos ve, apostilla, son zifios. Son bastante menos habituales.

Como prueba de estos encuentros privilegiados, Yonay Oliva atesora más de 700 vídeos, muchos de los cuales ha compartido en redes. También se ha hecho con una importante colección de imágenes. Los que le siguen en Instagram, cuyo perfil es Yonay Tasarte, saben de su prolífica producción. Asegura que algunos han alcanzado millones de visualizaciones.

«Más de una vez he tocado ballenas, pero en una ocasión fue una de ellas la que me tocó a mí, fue con su cola, estaba tan cerca que me acabó dando», admite. La mayor parte de las veces se sitúa a 15 o 20 metros de estos animales. Lo que sí se siente con mucha intensidad, advierte, son los sonidos que producen. «Es increíble, pero se oye mucho, y te das cuenta incluso de que tienen una especie de lenguaje, porque los sonidos son diferentes». A este paso, quién sabe, algún día averiguará si le intentan decir algo.

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