Hasta 70 euros por un brazo del trono del Crucificado
Agüimes cumple con el remate de Semana Santa, una tradición de hace más de tres siglos
Francisco Alemán subido a una mesa. Está en el centro del patio del salón parroquial de Agüimes. A su alrededor, un grupo de vecinos. La escena, con más o menos gente, se viene repitiendo desde 1649. La parroquia subasta entre el pueblo y al mejor postor quién lleva los ornamentos de las procesiones del viernes santo. Los de la procesión de este viernes al mediodía ya tienen dueño. Este rito se llama remate y es una seña de identidad de la Semana Santa de este municipio del sureste de Gran Canaria.
Francisco Alemán, historiador e hijo de Agüimes, hace de vocero del remate. Va citando uno a uno los ornamentos, desde los incensarios a las navetas (el objeto que sirve para guardar el incienso), pasando por los brazos de los cuatro tronos que salen en procesión. Hay dos procesiones y dos remates. El de este jueves para la salida de este viernes al mediodía. Y el de este viernes tras la celebración de la Palabra para la procesión de las 21.00 horas del mismo día. Siempre salen cuatro tronos, solo que el crucificado se cambia por el sepulcro.
Hasta tres veces repite el vocero la última cantidad de la puja. Si a la tercera nadie da más, entonces canta: ¡Rematado! Y se da por concluida esa subasta. Este jueves se llegaron a ofrecer hasta 70 euros, por ejemplo, por el segundo brazo (hay hasta cuatro) del Crucificado, pero cuenta Alemán que hasta no hace mucho un brazo de la Dolorosa no bajaba de los 200 euros. En realidad, este remate les da derecho a acompañar a la imagen por cada una de las cuatro esquinas del trono.
«La gente participa porque quiere pagar promesas o simplemente por mantener la tradición», explica el joven vocero. Por ejemplo, en el remate de este jueves pujaron dos hermanos que cogen a su vez el testigo de su padre y de su abuelo.
No hay que apuntarse previamente para participar, pero Francisco Alemán González los conoce a todos, porque son vecinos, y nada más ganar el remate, los apunta. Cuando acaba el acto, cada uno paga lo suyo al momento y en efectivo. Un tique hará de salvoconducto para que minutos antes de la procesión la organización le entregue la túnica con la que formará parte de la procesión.
Unos alimentan así su fe y otros contribuyen a mantener una tradición que es ya un rasgo identitario del pueblo en el que viven.