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PATRICIA VIDANES
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 13 de diciembre 2020, 00:00
Todavía son visibles en el paisaje los efectos del último incendio. La Cumbre de Gran Canaria se está volviendo verde con la llegada de las lluvias y el frío, pero los pinos aún se muestran tiznados por el fuego, una forma de recordar lo que lo debería repetirse. Aún así, un paseo por las Medianías y Cumbre obligan a abrigarse como si uno estuviera en un pueblo peninsular. No en vano arriba, por Artenara o Tejeda, estos días el termómetro no sube de los cinco grados por el día. Ya de madrugada, los centígrados se retiran, como el sol que apenas luce mientras la niebla todo lo cubre y casi no deja ver la carretera.
Pero antes de llegar a lo más alto de la isla, pueblos como Valleseco parecen desiertos, apenas hay gente en sus calles. Es tiempo de frío y de covid, por lo que la mayoría de la población prefiere estar a resguardo, como así han recomendado también las autoridades locales y las sanitarias.
Además, están suspendidos prácticamente todos los actos, ferias y celebraciones habituales por estas fechas, por lo que la falta de público en los pueblos de Medianías y Cumbre se hace más evidente aún. Si bien es cierto que durante los fines de semana crece la animación. Es precisamente el frío y el pintoresco paisaje una llamada de atracción para los habitantes de ciudad. Durante el puente de diciembre se notó un aumento de la actividad y las visitantes de turistas locales en la Cruz de Tejeda y el mismo pueblo cumbrero. De esta manera los comercios y restaurantes locales respiraron aliviados tras meses de incertidumbre a cuenta de pandemia que ha traído una crisis económica de la que no se salva nadie. Los puestos de venta de productos típicos en la Cruz de Tejeda o los establecimientos de restauración y hospedaje vieron así incrementadas, algo la caja. Pero eso coincidiendo con los fines de semana o días festivos. De resto, reina la calma.
En todo caso, municipios como Valleseco, Guía o Moya han visto incrementado su censo de población. Sus alcaldes reconocen que tras el confinamiento ha aumentado el interés por vivir en el campo, o en su defecto por tener una segunda residencia donde respirar aire puro. Además, se están recuperando zonas de cultivo abandonadas durante años. Ahora para muchos esos pedazos de tierra son un alivio.
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