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Los peregrinos cargados con sus ramas. Juan Carlos Alonso

La Rama de San Pedro se baila, y también se vive

Más de 4.000 personas empezaron el verano en el Valle de Agaete, que este sábado desafió al calor y ofrendó a San Pedro los ramos traídos desde Tamadaba

Sábado, 28 de junio 2025

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Ni el calor, que pisó fuerte desde primera hora, ni los problemas previos por la falta de efectivos de seguridad que hicieron temer por la fiesta. El Valle de Agaete no renunció este sábado a su Rama, la de San Pedro, que juntó en el pueblo y a las faldas del pinar de Tamadaba a unas 4.000 personas. Esta rama se baila, pero también se vive, porque es más que una fiesta. «Es un sentimiento», la definía la alcaldesa, María del Carmen Rosario, hija de este valle. «El que suba un año ya está sentenciado a subir siempre», le secundó Andrés Bolaños.

Hace dos años que este extrabajador municipal no sube a pie a buscar su ramo a Tamadaba, como ha hecho toda su vida. Una prótesis en la rodilla se lo impide. Pero hizo el camino en coche el día de antes y este sábado salió a esperarla, cuando la bajada de la rama casi estaba llegando al pueblo. Al frente iba la banda de Guayedra, una de las tres, junto con la de Agaete y La Clandestina, que se turnaron para animar y guiar durante horas a los romeros en su recorrido final hasta la iglesia, donde les aguardaba, en su puerta, la imagen de San Pedro. Una alfombra de ramos tiñó de verde el trozo de plaza al pie del templo. La gente los iba depositando allí.

Andrés fue a recibirla, pero la fiesta, que logró sortear la alerta declarada por altas temperaturas, llevaba un par de horas en marcha. Empezó a las 10.00, cuando la Banda de Agaete salió del casco del pueblo y subió tocando a buscar a los romeros a la Era del Molino, el tradicional punto de encuentro para juntarse con los que bajan de Tamadaba. No fueron solos. Les acompañaron algunos vecinos, como los familiares de Teresa Jiménez, una histórica romera que falleció hace dos años, pero que sigue pegada a esta tradición de la mano de los suyos, que la lucen en sus camisetas.

Arriba, en la Era del Molino, les esperaban decenas de peregrinos, que habían bajado de amanecida tras hacer noche en el bosque de Tamadaba. Habían subido a buscar sus ramos, que, al agitarse producto del baile, desplegaban un sinfín de aromas. El de José Antonio Melián, vecino del Valle de 63 años, llevaba poleo, eucalipto blanco... «Un poquito de todo». Este sábado iba bailando la rama delante de la banda. Sube por tradición y por promesa. «La hice una vez y la tengo que cumplir de por vida». Y como los que se la concedieron fueron los dos, San Pedro y la Virgen de las Nieves, José Antonio baila las dos ramas, esta del Valle, en junio, y la de Agaete, el 4 de agosto.

Confiesa que tiene el corazón 'partío' y que no se decanta por ninguna. Otros, en cambio, sí le ven la diferencia, como, por ejemplo, Javier Sosa, que este año pregonó las fiestas de San Pedro. Sin ánimo de molestar a nadie, para él «la rama en mayúsculas es la del Valle, la de Agaete es una fiesta grande. Esta es auténtica, en la que pueden estar los niños bailando delante; en la Rama de Agaete es imposible».

Lo dice mientras carga los más de 30 kilos que pesa el papagüevo que representa a Marcelo, un vecino muy querido del Valle de San Pedro. «Es un personaje, le queremos mucho, se dedicaba a hacer papagüevos, pero ya no sube, está esperando abajo». El pueblo hizo una colecta y le encargó una figura en su honor.

Gael, Dylan, Dácil, Daura, Airam, Yaiza y Ángel parecen hacer honor a las palabras de Javier. Esta chiquillería, de 13 años para abajo, bailaba ayer la rama bajando por el Camino de los Romeros. Llevan a gala el legado de una estirpe de solera en este valle, 'los Panchos', que nunca faltan a su cita con la Rama de San Pedro. Sus pupilos, tampoco.

Chano Rosario puso a primera hora un ramo de vértigo a los pies del santo. C7

A Chano Rosario tampoco le gusta perderse esta fiesta, pero este año no pudo bailarla por trabajo, así que se subió el día de antes y se hizo un ramo de vértigo que llevaba todo lo que debe llevar. Eucalipto blanco, pino, poleo, mimosa... Lo recitó como una letanía. Lo dejó a los pies del santo a primera hora.

«Lo coloca donde usted decida», le dijo a Antonio García, otro vecino, de 76 años, que ya no sube a Tamadaba, pero que colabora con la iglesia custodiando al santo. Después le echaron una mano vigilantes de seguridad, cuando la masa de romeros llegó al templo, pasadas las cinco de la tarde. Entre esos efectivos privados, los policías locales de Agaete, los de la Policía Canaria y la Guardia Civil, la seguridad de la fiesta quedó garantizada. Es más, según la organización, no se han registrado mayores incidencias reseñables, salvo algunas sanitarias, producto, entre otras cosas, del fuerte calor reinante. Un vecino de avanzada edad se sintió indispuesto en la Era del Molino y obligó a la comitiva a retrasar unos minutos la bajada a la espera de que llegasen los sanitarios.

Precisamente por eso, para evitar el calor, dos hermanas italianas, Estefanía y Marina, adelantaron su bajada a la del resto. Ambas enfilaron la calle Santiago Suárez, camino de la iglesia, a las 9 de la mañana, con la fresca. «Vivo aquí desde hace 10 años y este era un sueño que se ha hecho realidad», confesó Estefanía. Les sobrecogió la noche en Tamadaba, las estrellas, el pinar. Marina apostilló. «Es bellísimo, esta fiesta respira verdad».

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