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«Soy Cristina ante todo: no soy sólo una transexual y ya está»

«Soy Cristina ante todo: no soy sólo una transexual y ya está»

Es la coordinadora del área de transexualidad del colectivo LGTB Altihay desde donde informa y asesora a partir de su propia experiencia a especialmente adolescentes y adultos sobre un proceso que puede alargarse una vida entera y que empieza con la aceptación de sí mismo.

Catalina García y Puerto del Rosario

Jueves, 1 de enero 1970

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Aceptarte, aceptarte y aceptarte. Es la palabra y el consejo que más repite Cristina Macario Hernández, coordinadora del área de transexualidad de Altihay. Desde hace un año y medio, ha activado el servicio de información y asesoramiento a estas personas en el colectivo LGTB de Fuerteventura, sito en la calle Goya nº 3 de Puerto del Rosario, en horario de 9.00 a 14.00 horas, de lunes a viernes (828-912381). Su propia trayectoria vital es el mejor de los asesoramientos, aunque matiza que es su propio caso y que cada persona es distinta: desde hace unos diez años, inició un proceso que, en su caso, ha decidido no terminar y que empezó en una época en que la visibilización de la identidad estaba muy lejos, casi en otra galaxia social.

La transexualidad es su vida y su bandera, de hecho recuerda que 2018 es el Año por la Liberación Trans y que Altihay, el colectivo de gays, lesbianas, transexuales, bisexuales y simpatizantes de Fuerteventura, organiza una exposición de fotos TRANSformando Fuerteventura. Aunque, a renglón seguido, deja muy clarito que rechaza etiquetas: «Soy Cristina ante todo: no solo soy una transexual y ya está. Tengo nombre y soy también hija, sobrina, nieta, amiga».

De la mano de los padres

Cristina (Las Palmas de Gran Canaria, 1994) tiene ahora 23 años y lo primero que reconoce es que, cuando ella empezó su propio proceso, resultó todo más difícil porque existía menos visibilización, pero que contó con una baza fundamental: el apoyo de los padres, que fueron quienes la llevaron a la sede de Altihay con 14 años. «Antes no había tanta información, tanta visibilidad social. Sólo estaba de adolescente, sin ningún referente de mi edad. Sólo con mis padres y toda mi familia, que siempre me han dejado ser yo».

A esa edad, a los 14, no sabía ni ponerle nombre a lo que era, ni a cómo se sentía. «En casa, de niña, me vestía de princesa, pero en la calle no estaba acostumbrada a vestirme de chica y no sólo por las miradas de la gente o las críticas. Es que no sabía».

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