El último torrero, Juan Estárico Quintana, recuerda la efemérides y aboga por acoger un museo de los equipos históricos en Fuerteventura. El faro, que fue el primero eléctrico de Canarias, se encendió el 3 de diciembre de 1954. Ha servido de ayuda a los navegantes y, en los últimos 30 años, a la llegada de las pateras de los ciudadanos migrantes
No es una luz cualquiera la del faro de la Entallada, en Las Playitas, en el municipio de Tuineje, que cumple 70 años de su encendido. Lo recuerda Juan Estárico Quintana, último torrero y a su vez hijo de uno de los dos torreros que lo pusieron en marcha un 3 de diciembre de 1954 en el lugar de Canarias más cercano a África.
En la soledad del acantilado, y además de servir de guía a los barcos y en los últimos años a las pateras de los ciudadanos migrantes, el faro se usó de vivienda para las familias de los torreros y hasta de colegio improvisado puesto que los niños y las niñas de Las Playitas y alrededores subían a La Entallada a aprender las primeras letras.
Lo encendieron por primera vez los torreros Juan Estárico González y Manuel Malillos Castaño, celebra la efemérides su último torrero, Estárico Quintana. «Fue el primer faro eléctrico de Canarias con grupos electrógenos propios de 30 caballos que generaban electricidad a la lámpara de 1.500 vatios del faro, la rotación de la óptica, las viviendas y las bombas para el suministro de agua del pozo y los aljibes situados en el barranco de El Roque», al pie de la carretera de acceso.
Su alcance era de 35 millas náuticas para la navegación marítima y 18 kilómetros para la aérea, «alcances luminosos que se mantienen en la actualidad», afirma Juan Estárico.
El último torrero de la Entallada enumera que el faro era casi un complejo con tres viviendas para los torreros y sus familias, una vivienda para la inspección, dos apartamentos para los torreros suplentes, garajes, almacén, sala de cuadros y señales radioeléctricas, oficina, sala de grupos electrógenos y taller.
Cuando se encendió por primera vez aquella noche del 3 de diciembre de 1954, la distancia al pueblo más cercano con oficina de correos era Gran Tarajal, esto es a doce kilómetros, precisa Estárico Quintana, «por ello estaba catalogado como faro aislado, otorgándose a los torreros un complemento por alejamiento aparte del complemento de residencia».
Juan Estárico recuerda que el faro de la Entallada -que fue su hogar de pequeño- carecía de red eléctrica industrial, línea telefónica y camino asfaltado. Para todos esos servicios, hubo que esperar a 1990. «Con ello se procede a la automatización de la señal y deja de ser obligatorio residir en el faro».
Años antes de su automatización, trae a colación Estárico Quintana, en 1975 se instala un equipo de radio faro para facilitar el posicionamiento de los navegantes, con un alcance de 200 kilómetros y «que emitía sincronizado con los faros de La Isleta en Gran Canaria y Cabo Bojador en el Sáhara, una señal morse durante dos minutos cada uno, con un ciclo total de seis minutos en la frecuencia de 284 kilohercios».
En el año 2001 se sustituye el radiofaro por un equipo DGPS, continúa Juan Estárico la historia de la Entallada, «como estación terrestre para recibir y procesar las señales de los satélites, corregir sus errores causados por interferencias atmosféricas, conflictos y otras causas, emitiendo una señal corregida, a los navegantes, con un error máximo de 20 centímetros, en un alcance de 100 kilómetros». En 2015 el faro vuelve lumínicamente a sus inicios, precisa su último torrero:«Deja de prestar servicio el DGPS, quedando con su señal luminosa inicial y la única señal obligatoria por la IALA en un faro».
Una vez automatizado el faro las viviendas de los torreros fueron cedidas al Cabildo de Fuerteventura en concesión administrativa que, una vez restauradas y acondicionadas, las dedica a salas de explosiones y otros eventos, se congratula Estárico.
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