En busca del convento perdido
Hallazgos. Bajo siglos de tierra y piedras, junto a la iglesia sin techo de Betancuria, hallan las bases del hogar franciscano. Hay cerámicas, pisos de piedra, estancias, canales de agua y restos humanos
DAVID MONSERRAT
Puerto del Rosario
Domingo, 30 de agosto 2020, 01:00
Fue el año en que se abandonó el convento franciscano. Luego se llevaron sus piedras y maderas. El edificio había existido al menos desde 1414, pocos años después la conquista de la isla.
En contra de lo que muchos piensan, el popularmente conocido como convento sin techo de la villa histórica de Betancuria no es en realidad el convento que pudo ver con sus propios ojos el ilustre San Diego de Alcalá, allá por los años cuarenta del siglo XV, durante su residencia en la isla de Fuerteventura. De hecho, ni siquiera es un convento, sino que se trata de una iglesia que se construyó unos 200 años después, probablemente a partir de otra más pequeña que habría existido previamente.
En realidad, el auténtico convento, quizás el primer edificio cristiano del Archipiélago, se habría ubicado justo al lado de donde aún hoy se levantan, en forma de encantadoras ruinas para disfrute de turistas y excursiones escolares, los elevados muros de la majestuosa iglesia destechada. Por tanto, a simple vista, casi nada queda ya de la antigua construcción religiosa de comienzos del siglo XV desde la que se habrían sentado las bases de la evangelización en las Islas Afortunadas.
Sin embargo, bajo siglos de sedimentos podrían estar ocultos numerosos misterios en torno a los prolegómenos de la conquista de Fuerteventura y en los que la investigación histórica apenas ha comenzado a escarbar. Los historiadores consideran que el convento se abandonó en torno a 1835, coincidiendo con una etapa de desamortizaciones a la Iglesia, y que, a partir de esa fecha, fue desmontado, dejándolo sin sus piedras y maderas, que serían destinadas a otros fines.
La primera campaña de investigación arqueológica, financiada por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, se desarrolló en 2018 por la empresa Tibicena. El objetivo entonces era demostrar si el supuesto convento realmente estaba en la ubicación que se le había atribuido, ya que, aunque en la isla siempre se ha hablado de ese inmueble, no se tiene memoria física del mismo ni se conservan documentos gráficos que acrediten su existencia. Únicamente, en 1965, el juez Roldán Verdejo realizó unas excavaciones que, además de unos restos humanos que se mandaron a Sevilla y a los que se les perdió la pista, sacaron a la luz unas estructuras arquitectónicas en forma de muros que todavía hoy se pueden ver y que entonces se creyó que eran lo único que quedaba del supuesto convento.
La sorpresa llegó con los sondeos realizados por Tibicena en 2018, que revelaron que bajo tierra se escondían numerosas estructuras. «Descubrimos que quedaban restos de diferentes estancias y muros. También lo que creímos que podía ser la puerta al propio convento», explica Marco Antonio Moreno, codirector de la empresa Tibicena. Esa primera campaña y el trabajo de campo que conllevaba consistieron entonces fundamentalmente en picar en diferentes puntos de la parcela adyacente a la iglesia sin techo para determinar la extensión total del yacimiento.
Segunda campaña
La Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, que dirige Nona Perera, ha financiado una segunda campaña de investigación, que, ahora sí, se mete de lleno en las tareas propiamente de excavación con las que todo el mundo relaciona a los arqueólogos. «Estamos interviniendo de forma selectiva en una esquina del convento y nos hemos visto sorprendidos. Es una de las excavaciones más rentables en las que hemos trabajado, porque cada hora que pasa van apareciendo cosas: ves que el muro va creciendo, aparecen nuevos muros, un canal de riego, una cerámica que no hemos visto en la vida y que creemos que puede ser una lámpara o una especie de sahumerio», explica Moreno.
El codirector del equipo de arqueólogos de Tibicena añade que, después de una semana de trabajo de campo, lo que más le ha sorprendido es «lo bien conservado» que se encuentra el yacimiento, ya que en el sector en el que están excavando han hallado «muros de un metro de altura en vertical», así como «los suelos de piedra». «También hay un canal de riego que viene desde encima de la iglesia y se mete dentro de la parcela, lo cual nos dice que dentro de la parcela tiene que haber un pozo, una pequeña aljibe o algún lugar para regar», explica. Con respecto al suelo empedrado, «aún no sabemos si es un pasillo o si es una sala». Además, «hay huellas de posibles postes de segundo piso».
En otra zona en torno a las ruinas de la iglesia destechada han hallado «un pequeño edificio» que podría corresponderse «con los restos de la antigua ermita», ya que contiene «muchos restos humanos», aunque en fragmentos muy pequeños. En todo caso, esta última zona la han dejado aparcada «por falta de tiempo». No descartan, sin embargo, que en algún otro punto del yacimiento puedan haber «restos humanos enteros, es decir, en fosas»
Por otra parte, Moreno se queja de que el plazo de excavación en sí apenas dure «mes y poco», y recuerda que el resto de los ocho meses del proyecto es «trabajo de gabinete». Además, pese a lo productivo que está resultando el yacimiento, Moreno considera que la excavación «no tiene sentido si cuando terminemos la volvemos a enterrar, que es lo que hacemos con cada excavación». De ahí que considere necesario desarrollar un proyecto más amplio en el que se impliquen también Cabildo de Fuerteventura y Ayuntamiento de Betancuria para crear «un parque arqueológico» que, además de como espacio de investigación, sirva para enseñar la historia de la conquista y de siglos posteriores a turistas, escolares y ciudadanos en general.