
Adiós a 25 años de Delia entre azúcar, huevos, harina y recuerdos
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Delia León elaboró durante 25 años las creaciones de Antonio El Dulcero en su comercio del barrio de El Charco. Este sábado, se jubilóSecciones
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Delia León elaboró durante 25 años las creaciones de Antonio El Dulcero en su comercio del barrio de El Charco. Este sábado, se jubilóDelia envolvió este sábado -con cuidado por el merengue- las últimas montañitas para la hija de un antiguo cliente asiduo. La chica se acercó el día de cierre de la dulcería por jubilación y recordó: ay, el sabor de los antoñitos que le gustaban a papá. Situada en la esquina más popular del barrio capitalino de El Charco, su propietaria y repostera amasó durante 25 años precisamente eso: azúcar, huevos, harina y recuerdos.
Sólo le faltaron tres suspiros por vender a Delia León García en el día del adiós a 25 años de preparar las creaciones de Antoñito Espinosa (La Oliva, 1908-Puerto del Rosario, 1994), el dulcero más famoso de Puerto del Rosario. Casi todos por encargo, su única discípula vendió sus últimos submarinos, matrimonios, montañitas, pezuñas, lenguas y por supuesto montañitas.
«Por un lado, sí tengo ganas de cerrar: llevo 45 años trabajando, muchos de ellos en lo que me gusta, que es hacer los dulces, pero ya es hora de viva para los míos, sobre todo ahora que todavía estoy sana». Por otro lado, no quiere dejar atrás a su familia y amigos, como llama a los clientes que, una tarde sí y otra también, se acercaban a endulzarse. «Yo siempre entablaba conversación con ellos y se convirtieron en más que clientes».
No sólo salían los clientes con las bandejas de dulces este sábado, también se asomaban por última vez a través de la ventana de la Dulcería Delia para hablar de la calima, de que no se encuentran huevos en la tienda y de que ya pasó el carnaval. Porque la dulcería también funcionó durante esos 25 años como punto de encuentro y de intercambio de noticias del barrio.
Ellos, los de la bandeja de dulces y los tertulianos de la ventana, le comentaron a Delia (Las Palmas de Gran Canaria, 1960) la misma dualidad: «contentos porque yo me jubilaba e iba a poder descansar;apenados porque se pierde la tradición de los antoñitos».
Perder, perder, tampoco, porque Delia volvió a anunciar su proyecto de escribir un libro sobre sus 25 años detrás del mostrador de los dulces del recuerdo, como ella los llama, y de atender a la vecindad desde la ventana de «su rinconcito». En esas páginas, no faltarán las recetas de Antoñito.
Eso sí, ya avisa de que las recetas de los antoñitos son de una sencillez de ingredientes que daba la Fuerteventura de entonces (azúcar, huevos y harina) y que no son tan fáciles de elaborar como de saborear. Delia, cuya familia se mudó a El Charco desde Las Palmas de Gran Canaria cuando tenía sólo tres años, logró apuntarse a uno de los cursos de repostería de Antoñito «en la última plaza».
Con un Antoñito que sólo dejaba mirar y coger apuntes, aprendió los secretos del punto exacto del almíbar, el truco para subir el merengue o la masa del bizcochón de los submarinos. «Hay que hacer y hacer, continuar y continuar, hasta que te salgan los dulces del recuerdo».
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