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La milla de oro del sur turístico, en pleno centro de Playa del Inglés, lucha cada día para no caer atrapado en el agujero negro de los que antaño fueron dos de sus centros comerciales más emblemáticos. El Metro y el Plaza hunden al que durante lustros fue, como afirma el divulgador local, Pedro Franco, el centro neurálgico del destino Maspalomas Costa Canaria, en San Bartolomé de Tirajana. De aquel triángulo de ases solo sobrevive a duras penas el Kasbah, que lucha cada día para sustraerse a un lastre tan pesado.
De los 18 complejos comerciales radicados en la más importante urbanización turística de Canarias, hay una decena que languidece, decadente y erigida en símbolo de un desarrollismo cortoplacista que ha desembocado en órdenes de cierre y precinto, declaraciones de ruina, locales vacíos, refugio para sintechos y antros para prostitución y menudeo de drogas. Cada uno tiene su propia cruz, pero casi todos, hasta aquellos que están mejor, comparten una imagen de marca: la obsolescencia, un aire viejuno.
Esa cualidad es la que mejor los define físicamente, a vista de fachada, pero hay otra invisible y aún más dañina: la atomización de la propiedad. Buena parte de estos centros comerciales supera el centenar de locales y a veces los propietarios son todavía más porque muchos terminan en manos de herederos, lo que en la práctica convierte el acuerdo en una utopía.
«No solo es que se complique el consenso que hace falta para renovar un complejo, sino que en estos casos la inversión suele ser muy elevada y no todos los comuneros se hallan en condiciones para afrontarla», explica la edil de Turismo de San Bartolomé, Inés Rodríguez.
Esta es, por ejemplo, una de las claves que explica el fondo de saco en el que ha entrado el centro comercial Metro, un estercolero en pleno corazón de Playa del Inglés, cerrado y abandonado con la excepción de siete locales, entre ellos, un conocido supermercado, que siguen abiertos en su lado sur. Sobre este complejo que data de 1978, según fecha aportada por el investigador Franco, pesa una declaración de ruina municipal, pero no está claro si se ejecutará, cuándo ni mucho menos quién.
Fuentes de la comunidad que aglutina a los dueños de sus 167 fincas originales, subdivididas en 223 locales, informan de que a finales de 2022 se reunieron en asamblea y votaron incluso una derrama para afrontar los costes de la demolición, que, según apuntan, rozan los 300.000 euros. ¿Hay consenso entonces entre los propietarios para derribarlo? Sí y no, responden desde el otro lado. ¿Por qué? Porque a la asamblea solo fueron 26 comuneros. Otro dato que tampoco despeja el camino: se fijaron tres meses para el pago, de enero a marzo, y a estas alturas de mes, nadie ha soltado un euro.
Entre sus propietarios figura la empresaria Maxi Ojeda, que regentó en el Metro el Manneken Pis, una pequeña tienda de ropa de niños que tuvo que cerrar en 2012 después de que una orden municipal clausurara todo el complejo comercial por el grave estado de deterioro de sus instalaciones, que no cumplían las medidas contra incendios, además de sus malas condiciones de higiene y salubridad. Luego el incendio de la discoteca Kopas, en 2013, apuntaló su destrucción.
«Claro que quiero que lo tiren, pero ya yo no me fío de nadie», confiesa muy harta Maxi Ojeda, que se queja, además, de que pese a que no puede usarlo lleva desde 2012 pagando impuestos por el local de 20 metros cuadrados que compró en el Metro. «Detrás de todo esto hay un movimiento especulativo, eso está en ruinas y, sin embargo, hay gente que está comprando locales, y se están concentrando en pocas manos».
No oculta sus sospechas porque la transparencia, dice, brilla por su ausencia, que es justo el mismo lamento de otro propietario del centro comercial vecino, el Plaza, ahora cerrado también por otra orden municipal.
El Ayuntamiento precintó sus accesos hace casi un año, en febrero de 2022, e instó a la comunidad de propietarios a ejecutar obras de reposición o renovación de la instalación eléctrica y también las relacionadas con las medidas de seguridad contra incendios como bocas de incendios, alarmas, detectores de incendios y alumbrado de emergencia. Una cinta impide el paso en todas sus entradas. Incluso a la parte alta.
A priori podría pensarse que el Plaza de Maspalomas, bastante más nuevo que el Metro, de 1988, lleva camino de seguir a su vecino, pero al menos la propiedad parece estar intentando evitarlo. Este periódico intentó sin éxito contactar con sus administradores, pero uno de los propietarios apunta que se aprobó una derrama y que ascendía a 90.000 euros.
¿Cuándo abrirá? No lo sabe. Por los datos que maneja el Ayuntamiento, dentro de dos meses. O en todo caso, antes del verano. «¿Con solo dos operarios, que son los que yo veo por allí? No me lo creo», sentencia tajante este miembro de la comunidad. Es muy crítico con los que la administran y también con el consistorio, «un muro que solo pone obstáculos para acceder al expediente» pese a ser parte directamente interesada.
El tercero en discordia en esta plaza que parece maldita, y de la que el Templo Ecuménico se antoja casi un milagro, es el Centro Comercial Kasbah, el más antiguo, de 1968 o 1969 y, sin embargo, el único que sobrevive. Su presidente, Javier Alonso, no lo puede decir más claro. «Es una vergüenza». Los turistas les preguntan incrédulos. «Nos hace mucho daño este desastre» y solo confía en que ya tiren el Metro este año y que reabran el Plaza cuanto antes. Mientras, advierte, el Kasbah ha iniciado gestiones para renovarse.
Otro barco a la deriva es el Faro 2, en Campo Internacional, con la inmensa mayoría de sus locales cerrados y un muy discutible mantenimiento pese a que data de 1989 y fue entonces un referente modernista. Más antiguo, bastante más, es el Cita, de 1972, y más grande, de 23.000 metros cuadrados, pero ha resistido mejor el paso del tiempo. Fuentes de su comunidad de propietarios calculan una afluencia diaria, eso sí, en temporada alta, de 6.000 personas, y cifran en un 70% el porcentaje de locales que tiene abiertos. «Vamos a más, porque estos días, de hecho, están comprando locales».
No le faltan clientes, como tampoco al Oasis, en Maspalomas, o al Anexo 2, en Playa del Inglés, ambos en primera línea de playa, pero los tres no logran sacudirse ese aire de antiguo que lastra su imagen, y con ella, la de toda la zona turística tirajanera, que ahora parece tener en Meloneras su referente más claro. Estos tres complejos comparten cierta apología del desorden y el caos, por aquello de los pasillos estrechos y la mercancía fuera de los locales, pero es que el Cita, según cuentan sus gestores, nació con esa filosofía, la de un bazar árabe.
No así el Oasis y, sobre todo, el Anexo 2, al que el consistorio recrimina una y otra vez la tendencia de los locales a salirse de sus límites y ocupar suelo público destinado al paso, otro exceso que frustra esa apuesta que hace la isla por dar una imagen moderna y ofrecer un servicio de calidad que atraiga a un turista de más nivel.
Muy crítico con la estampa de degradación que ofrecen algunos centros comerciales del sur es Tom Smulders, el presidente de la AEAT, la asociación de empresarios extrahoteleros, que ve clave en esta decadencia ese punto de «ciudad sin ley» que tiene la zona turística. Insiste en que hay que «apostar por una oferta de calidad y dentro de la ley», que contrasta justo con lo que se ha hecho de aquí para atrás en esos complejos, un lastre, denuncia, para el resto de empresarios que sí se han renovado y han cumplido con la normativa.
«Son centros comerciales oscuros y obsoletos, poco accesibles, en los que el turista tiene la sensación de bajar a unas catacumbas y donde cada propietario ha hecho hasta ahora lo que ha querido». Regenta un complejo extrahotelero muy cerca de ese agujero negro y dice que sus clientes se le quejan. Para colmo, añade Smulders, la GC-500 hace de «muro de Berlín» y dificulta que los turistas accedan a la oferta de restauración de San Fernando, «más variada y de calidad». Lo positivo, dice, es que hay buenas conexiones de guaguas y «se curan la depre del sur» en centros comerciales de la capital.
El concejal de Urbanismo de San Bartolomé de Tirajana, Samuel Henríquez, avanza que ha pedido a la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Las Palmas (FEHT) que sume esfuerzos con el Ayuntamiento para pedir que se agilice la tramitación del Plan de Modernización y Mejora de la Competitividad (PMM) que ha solicitado para Maspalomas Costa Canaria. Tiene claro que el PMM es «la herramienta» que hará posible la renovación de los centros comerciales obsoletos de la zona turística. Recordó que ya trabaja en coordinación con el Gobierno de Canarias para encargárselo a Gesplan «con tres líneas estratégicas: las zonas públicas, las infraestructuras hoteleras y extrahoteleras y los centros comerciales, que representan una necesidad imperiosa». Experiencias pasadas prueban, según advierte, que «esos documentos generan los incentivos económicos, fiscales y de edificabilidad que permiten la renovación de todos esos espacios». Henríquez ha solicitado a la FEHT hacer causa común en esta batalla porque entiende que urge. «Los centros comerciales son, sin duda, el punto negro de San Bartolomé de Tirajana; hay muchos obsoletos y con la propiedad muy atomizada; y de nada sirve renovar espacios públicos, o los hoteles, si no somos capaces de ser atractivos en cuanto a la oferta turística». Mientras tanto, informó de que el expediente abierto para la demolición del que peor estado presenta, el Metro, ya ha superado la fase de alegaciones. «La declaración de ruina ha recibido dos que ahora pasaremos a responder». El Ayuntamiento ha reservado 500.000 euros para la ejecución subsidiaria del derribo, pero la propiedad, apunta el concejal, le ha trasladado que cuenta con recursos propios para demoler el recinto. Respecto al Plaza, recordó que sigue clausurado, bajo orden de precinto, pero tiene la información de que la comunidad ha retomado las obras, que había tenido paradas, para acondicionarlo y reabrirlo cuanto antes. Serán, en todo caso, soluciones temporales a un problema que, como enfatiza la edil de Turismo, Inés Rodríguez, «afecta a todos los niveles a la imagen del destino en la medida en que lastra los esfuerzos de todos por apostar por la calidad». Recuerda que el turista que viene a la isla en busca de sol y playa también demanda zonas comerciales de primer nivel donde poder comprar y pasar un rato de ocio, yeso, advierte, no lo ofrecen estos espacios degradados de Playa del Inglés. No en vano, apunta que esta es una de las razones por las que el gasto medio del turista en Adeje, en Tenerife, más renovado y moderno, es mayor. Smulders señala a Meloneras como modelo a seguir, justo la antítesis, se queja, de los centros comerciales cerrados que se hunden como sótanos o de los que ocupan suelo privilegiado cerca de la playa, como el Oasis o el Anexo 2, a los que reprocha que maltratan al turista con pasadizos estrechos saturados por locales poco lucidos o mal mantenidos que, sin embargo, tendrían un gran potencial como foco de atracción y modernidad para el destino.
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