La mesa de escritorio que compró durante la pandemia para dar respuesta a su teletrabajo temporal ahora espera desmontada en el trastero una segunda oportunidad. Ese parquecito para bebés que buscó para sus nietos con el fin de usarlo solo durante las fiestas estorba en el cuarto de invitados pasado el tiempo y la necesidad. Y ahora que han cambiado sus circunstancias personales, ¿qué hace con esa cara cámara de fotos que compró para convertirse en el próximo Helmut Newton?
No todo lo que adquirimos en propiedad nos acompaña para toda la vida. Ya sea por cambio de gustos, necesidades o la vida misma, muchos productos que compramos o contratos que firmamos se quedan obsoletos con el tiempo (a veces muy poco tiempo) hasta llegar a convertirse en un desperdicio o, peor, en una carga. Al final, se acaban desechando sin que hayan sido amortizados. Ni en términos económicos, por lo que costaron, ni en términos de sostenibilidad, por lo que realmente cuesta su proceso de producción, distribución y posterior destrucción si ha acabado en la basura.
Llegados a este punto, podría pensarse: 'lo mejor es ponerlo a la venta o regalarlos'. Sí, es una posibilidad. Pero los nuevos formatos de economía circular van más allá. Ahora, y para ahondar en ese desapego hacia la propiedad que se abre paso entre las nuevas generaciones, a veces por necesidad a veces por filosofía, llega la 'economía de acceso'. Esto es: ¿por qué no pagar mes a mes por un determinado producto o servicio con la posibilidad de cancelarlo cuando ya no nos sirva? Con este planteamiento, similar al de las plataformas de 'streaming' Netflix o HBO, irrumpe en el mercado español Simplr, la primera plataforma para la suscripción de objetos y servicios.
Una forma de consumir más flexible
El consumo -ni qué decir el consumismo- está en el punto de mira de la sociedad actual. El modelo actual busca alternativas para reducir tanto el gasto energético que conlleva producir y distribuir una incalculable cantidad de objetos a escala mundial como los residuos que estos mismos objetivos, una vez desechados, generan.
Para cortar este círculo, nacen estas nuevas alternativas de consumo. Son más flexibles, al permitir al usuario arrepentirse en su elección sin desperdiciar dinero y recursos. Y también más sostenibles, desde el momento que un producto vuelve a estar disponible para ser reutilizado por otra persona que sí lo necesite. Con esta premisa, el CEO de Simplr, Ángel Bou, sostiene que son «una marca verde, está en su ADN». Para este joven empresario afincado en Barcelona, la apuesta de la plataforma «refleja el cambio de paradigma, que supone un consumo más racional, sostenible y equilibrado que el modelo tradicional».
Este planteamiento nada tiene que ver con el modelo tradicional y lo cierto es que aún requiere de un empuje porque requieren de un importante cambio de mentalidad en los consumidores. La llamada 'economía de acceso' es habitual desde hace años en el entorno empresarial y ahora la apuesta es hacerse un hueco entre la gente de a pie.
En otras economías como la americana tiene mayor implantación; aquí en España su desarrollo es muy incipiente. Desde la plataforma indican que no están en disposición aún de ofrecer datos sobre número de usuarios, pero sí tienen detectados las áreas más demandadas: tecnología (teléfonos, ordenadores), movilidad (sobre todo bicicletas) y gastronomía (vinos, comidas semanales). En total, tienen acuerdo con unas 250 empresas y marcas que ofrecen sus productos en la plataforma web.
Tecnología, bicis y vino
En el caso de la tecnología, el ejemplo es paradigmático. Si los cambios del mercado son constantes para ofrecer más y mejores productos, la suscripción temporal tiene más sentido. Se paga al mes una cantidad fija (por ejemplo, un iPhone 13 por 73 euros al mes) y cuando se desee cambiar por la razón que sea, la suscripción se puede cancelar. Igual con bicicletas, coches o servicios de planchado de ropa o limpieza semanal de la casa. ¡Incluso muebles y electrodomésticos! Todo lo que, sea por la razón que sea, pueda tener un uso limitado en el tiempo cabe en este planteamiento.
Además de pagar mes a mes solo mientras se necesite el bien, esta fórmula también permite probar antes de tomar una decisión más definitiva y comprar. Sucede, por ejemplo, las bicicletas, el ejemplo más claro en los tiempos que corren, cuando mucha gente quiere dar un paso más allá y abrazar este vehículo 'verde' como medio de transporte habitual.
Uno de los problemas de la economía tradicional es que no permite margen de error. Si se compra una bicicleta eléctrica y luego, ni las posibilidades físicas ni los recorridos acompañan, se acaba teniendo una bicicleta y, además, un desperdicio.
La suscripción permitiría probarla y si no se ajusta a lo que realmente uno esperaba, se olvida de ella. O lo contrario: te convence y pasas a adquirir ese producto (fuera de la plataforma) que sí servirá a largo plazo.
Ni hacer la compra recurrente
Entre todo lo que ofrece la plataforma de suscripción, la comida y la bebida es lo que más puede sorprender. Pero es otra de sus facetas. «Además del uso temporal de productos, este es un modelo pensado para hacer la vida más fácil, cómoda y accesible. Así, este sistema también proporciona el acceso periódico a aquello que se consume de forma recurrente. De esta forma, no hay que estar pendiente de cuándo se acaba el agua, el café o la verdura, ya que la compra llegará a casa cada mes sin tener que acordarnos de pedirla», añade Bou.
¿Se ahorra? Está por ver. El cálculo no es sencillo. ¿Lo que se paga al mes por tener acceso a un coche es más o menos económico que comprarlo? Depende del uso que se le dé, del precio, del tiempo de la suscripción, del tiempo que hipotéticamente cumpla un coche adquirido con su cometido… Lo que sí se puede decir es que es un modelo que permite a más gente acceder a más cosas tengan o no dinero para adquirirlas. El tiempo dirá si cala en los hábitos de consumo. La alternativa ya existe.
Esta información se enmarca en el ODS número 12.
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