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Las estrategias de conservación de especies pasan por identificar la raza animal afectada, averiguar la amenaza, realizar un diagnóstico del estado de conservación, delimitar el ámbito geográfico de aplicación y poner en marcha acciones recomendadas para eliminar o mitigar este problema. «Es necesario incorporar las interacciones sociales a estos planes», destaca el jurado del Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA. Un apunte aportado por las científicas Susan Alberts, Jeanne Altmann y Marlene Zuk que durante su investigación han demostrado el papel clave del comportamiento social de los animales en su conservación. Un hallazgo que ha sido reconocido con el galardón en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación.
«Han ampliado el conocimiento sobre la importancia evolutiva del comportamiento como motor de la supervivencia, la reproducción y la adaptación de los animales», señalan los componentes del tribunal. Este descubrimiento comenzó a principios de los años 60 tras un viaje de Jeanne Altmann al Parque Nacional de Amboseli en Kenia. Allí durante poco más de un año estudió el día a día de los babuinos que habitan esa reserva natural africana. Un trabajo innovador de más de cinco décadas de duración y que fue criticado durante muchos años. «Hace 39 años la gente cuestionaba nuestra línea de investigación, y nos lo repitieron durante 15 o 20 años», apunta Alberts, que se unió al proyecto de Altman en la década de los 80.
A través de sus pesquisas, las dos científicas estadounidenses entendieron el papel de los babuinos macho en el cuidado de las crías. «El ADN fue clave para trazar quién era el padre», explican las investigadoras. «Durante varias décadas hemos estado recolectando muestras fecales de individuos conocidos, y ahora tenemos congeladores llenos de miles de estas muestras de las que podemos extraer ADN, microbiota y hormonas. Todos estos compuestos nos permiten descubrir lo que está pasando a nivel fisiológico en los animales, como por ejemplo sus niveles de estrés, cuando afrontan los desafíos que se encuentran cada día», añade Alberts.
Además, «tuvimos que romper muchos moldes», advierte. En sus frecuentes observaciones, ambas comprobaron que las hembras tienen una función tan importante como los machos a la hora de determinar los procesos sociales y que pueden pasar de ser aliadas a competidoras y viceversa en escalas de tiempo muy cortas, lo que determina el entorno característico de cualquier sociedad compleja. «Nosotras demostramos bastante pronto que las hembras y sus relaciones eran especialmente importantes».
A diferencia de sus compañeras de premio, Marlene Zuk puso el foco en seres casi imperceptibles. «Los animales no sólo interactúan entre sí o con miembros del sexo opuesto, sino que también se ven afectados por parásitos y patógenos que cambian los rasgos que las hembras podrían encontrar más atractivos en una pareja», señala la bióloga de la Universidad de California.
El descubrimiento de Zuk llegó «de manera accidental» -asegura- tras observar el comportamiento de una especie de grillos en respuesta a la presión de un parásito. Para atraer a sus parejas, los machos cantan de modo que la selección natural suele favorecer a los machos que cantan más y mejor.
Sin embargo, el canto de una especie de grillos no solo atrae a las hembras, sino que además llama la atención de una mosca parasitaria. Estas moscas depositan sus larvas en los grillos, y las larvas se alimentan de los insectos desde dentro, comiéndoselos vivos. Así, el macho experimenta un conflicto resultante de una pugna entre la selección sexual (obtención de pareja) y la selección natural (supervivencia): cuanto más cante el macho, más seducirá a las hembras, que es clave a la hora de transmitir sus genes.
Esta lucha provocó que a lo largo de unas pocas generaciones, se expandió una mutación en las poblaciones de grillos que los torna silenciosos. De esa manera, la detección por parte de las moscas se disminuyó en gran medida, aunque con la contrapartida de una menor eficacia de atracción del sexo opuesto. «Antes pensábamos que lo único que hacían estos organismos era transportar enfermedades, eran terribles. Pero, en realidad, desempeñan un papel no solo en determinar si nos ponemos enfermos, sino en todo lo que respecta a los organismos en los que se hospedan: cómo eligen a sus parejas, cómo interactúan entre ellos… Porque evitar los parásitos y las enfermedades ha sido un motor primordial de la evolución», afirma Zuk.
Las dos líneas de investigación galardonadas en esta XV Edición del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento «se han convertido en herramientas clave para las estrategias de conservación de especies amenazadas», destaca el jurado. «Los sistemas de apareamiento y las interacciones sexuales tienen implicaciones muy importantes para la conservación, porque al fin y al cabo condicionan la viabilidad de una población», explica Francisco García González, investigador de la Estación Biológica de Doñana. Además, pone el foco en todas las especies, porque «muchas acciones de conservación se centran en los animales más emblemáticos», apunta Zuk. «Las criaturas que no son grandes ni peludas pueden desempeñar un papel crucial en la evolución de la biodiversidad», defiende. «No podemos conservar algo si no sabemos que está ahí».
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