Goleada, anestesia y permanencia
Triunfo de la UD con aroma a salvación que serena el ambiente y procura una tarde feliz a la afición. Todo fueron buenas noticias: fin a la sequía tras seis semanas sin ganar, prometedores estrenos de Josep Martínez y Cristian Cedrés con el primer equipo, doblete de Rubén Castro y reapariciones de Araujo y Blum.
Ya puede decirse que la temporada ha terminado para la UD. Alicatada la permanencia, rotos los sueños de algo más desde hace semanas, el triunfo de ayer ante el Lugo supone un anestésico definitivo para el dolor que venían siendo las evoluciones ligueras. Era un día peligroso por la que se podía armar, con muchísimo que perder, y esta vez no hubo vértigo en Las Palmas, que se aplicó con el martillo. Necesitó poco más de media hora para borrar del mapa al Lugo, un equipo moribundo y con una pinta horrible. Las miserias del rival no deben esconder los progresos de los chicos de Pepe Mel, propulsados a base de goles y que se permitieron alguna licencia estética para deleite de la grada. El fútbol tiene sus caprichos. Cuando es que no, nada sale. Pero, con el viento a favor, entran de todos los colores. Que se lo pregunten a Rubén, que hizo dos de manera acrobática, con el pecho y de taconcito. O a De la Bella, inesperado en esto de finalizar. Hasta Timor dejó alguna acción para la galería en una tarde que sirvió de puesta en escena para Josep bajo palos y de Cedrés. El primero arrancó aplausos por su poso y colocación. Dicen del valenciano que vale para el oficio y, por lo pronnto, confirma que quiere hacer carrera. Está por ver qué futuro le espera con Raúl de competencia. Cristian, por su parte, adornó su debut con asistencia y entusiasmo.
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Funcionaron las apuestas de Mel por aire fresco, con mensaje demoledor para Nauzet, que vino para ser el primer portero o ya es el tercero, Mir o Maikel Mesa, que quedan como teloneros de un interior llegado del filial. De aquí al final de campaña es previsible que se siga dando bola a jugadores llamados a protagonizar el relevo. En esta dolorosa transición, ha elegido Mel mirar para abajo y ser valiente en la toma de decisiones para tunear a un bloque que tiene fecha de caducidad. Con el derbi a la vista, y sepultado el riesgo de la Segunda B, hay que agarrarse a Josep, Cedrés o Robaina. He ahí el aliciente para no desenchufarse de la UD hasta que acabe el calendario. Mejor eso que nada en este páramo de ilusiones en blanco y negro.
La disposición inicial fue fiel a la declaración de intenciones del técnico en las vísperas. Tras haber tocado fondo en Albacete, con goleada, sonrojo y flojera general, Pepe Mel se había prometido intentar soluciones y sacudió el árbol a conciencia. Agitó desde la portería, probando a Josep, reubicó en la zaga a Curbelo y calzó de entrada a Blum y Araujo, que arrastraban larga inactividad por sus lesiones, además de atreverse con Cedrés. Sin que se diera un fútbol de precisión y arte, al menos la UD le puso ganas y empeño, lo que le alcanzó de sobra frente a un Lugo de entreguerras y que está hecho un destrozo. La consigna era mantener el balón lejos del área propia y centrar los movimientos y evoluciones en campo ajeno, conociendo las debilidades del visitante y que, desde la insistencia, alguna entraría.
Pronto se confirmó que el partido estaba para la UD, desmentida la amenaza que pregonaron desde Lugo. Y tras los primeros escarceos, activado Cedrés y con Araujo lleno de ganas para hacerse ver, en una triangulación de las que le gustan a Mel, ensanchando campo y espacios. Timor abrió en diagonal a la entrada de Cedrés por la derecha, quien, libre de marca, y asistió con buen ojo para ver la irrupción de Rubén. La dejó de cabeza Cristian y Rubén puso el pecho para dirigir la pelota a la red. Tan sencillo ayer, tan complicado antes. Abrir la muralla era lo más importante y nadie se conformó con encontrar la rendija. Porque el segundo y el tercero tardaron lo justo en echar la persiana.
Primero fue De la Bella, incorporado en un saque de esquina y que cazó un despeje de Juan Carlos. Al portero casi le sorprende Blum desde el córner con una rosca al primer palo y se la sacó de encima como pudo. Lo hizo mal porque dejó el esférico en posición franca. Anduvo presto el lateral metiendo la bota y subiendo otro al electrónico.
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Y en plena crecida, con el personal disfrutando como hacía tiempo que no lo hacía, un nuevo regalo para la vista. Pase al hueco de Ruiz de Galarreta, aparición como un trueno de Blum, previo aclarado defensivo que retrató al Lugo, y prologanción frontal del alemán para la llegada de Rubén, letal pese a que la asistencia le cogió de perfil. Es experto en definir ahí, al límite. Suya tuvo la firma el primero y también el tercero. El que encaminaba el encuentro y el que lo cerraba. Para eso lo ficharon, para ser decisivo. Lástima que va a llegar tarde a todo para lo que vino, que no fue precisamente evitarle a la UD apuros en la categoría. Pero es lo que queda. Tampoco caben más debates ni lamentaciones.
Con 3-0 al descanso la salida de los vestuarios ya era un trámite, dulcísimo para la UD, hambrienta de sonrisas. Tal y como se preveía, blindados los puntos, ya todo fue cuesta abajo y a favor de corriente. Minutos para el regocijo y llenar la bolsa de autoestima. Ahí sumó Maikel Mesa, olvidado varias semanas y que tuvo tiempo para su gol, en su caso más allá de la anécdota por los galones perdidos y que ahora busca recobrar. Aplausos generosos para Josep, para Cedrés, también para Araujo...Entendió la grada que era día de reconciliación, de olvidar afrentas pasadas, remar, ahora que el fin está cerca y que conviene no tentar más a la suerte.
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Ganó la UD, que ya es noticia tras seis jornadas de sequía, por el Gran Canaria se respiraron aires de alivio y acompañaron las circunstancias. El Heliodoro espera el sábado y en los derbis nunca las alegrías son menores. Ojalá esto sea un presagio.
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