Nuevo récord: un queso de 196,8 kilos de la quesería Bolaños
Pesa tanto, y es tan voluminoso, que no puede cargarse a mano. Aarón se ayuda de un carro de transporte con plataforma. El queso va como en un trono. No es para menos. 1.400 litros de leche de cabra, mucho esfuerzo y un molde de 80 centímetros de diámetro y 45 de alto lo hicieron posible. El récord, un queso de 196,8 kilos.
Piezas como esta son únicas, pero Bolaños, que empezó a hacerlas casi por casualidad, va camino de especializarse. En 2019 hizo 14 y en lo que va de 2020, es decir, en apenas dos meses, llevan seis. La que va camino de convertirse en otra de las marcas de la casa, la de los Superquesos, coge carrerilla en esta empresa familiar grancanaria. Pero a Aarón y a uno de sus empleados les ronda una intuición. Esta vez no es un queso Gulliver cualquiera. Este tiene pinta de que pondrá a prueba la báscula y de que les llevará a apuntarse otro récord. Y estaban en lo cierto. Restados los 6 kilos que pesa el palé sobre el que lo transportan, la espectacular pieza les confirma el pálpito: 196,8 kilos. Una barbaridad. Se llevaban las manos a la cabeza. Emplearon 1.400 litros de leche de cabra y un molde gigante, de 80 centímetros de diámetro por 45 de alto. Y para prensarlo tuvieron que usar 12 garrafas de 25 litros de agua cada una.
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Lo mejor de todo, añade Aarón, es que «están buenísimos». Les avala el éxito de las hazañas precedentes. Ya les pasó, cuenta como ejemplo, con el que les encargó La Quesería, en el Mercado Central, que pese a sus 140 kilos no tardó en que se lo llevaran, a cachos, del puesto. O con el que batieron su récord anterior, el de los 174 kilos que les mandó a hacer La Majada, un cheese bar del que la Guía Repsol dice que ha puesto a Valencia en el mapa quesero del mundo. «Los conocí en una feria, ya habían encargado otros quesos gigantes, no recuerdo si de 30 o de 60 kilos, me preguntaron si nosotros nos íbamos a atrever a hacerles uno, y yo les contesté: ‘No solo te voy a hacer un queso grande, sino que haré el más grande’». Dicho y hecho. 174 kilos. Aarón admite la osadía, y los riesgos que asumió, pero compensa. Pocas veces ha logrado tanto foco mediático. Tanto, que ahora no hacen sino lloverle pedidos. Este de los 196,8 kilos se lo encargaron para la próxima Navidad. Estará curándose un año.
Pero en Bolaños nunca hay tiempo para pararse casi ni a pensar. El mismo día del pesaje del último superqueso ya estaban haciendo otro. Sus dimensiones exigen el concurso de varios empleados. Mientras el resto sigue con la faena de siempre, un grupo se dedica a fabricar esta pieza. Después de verter la cuajada en el molde han de ser varios los que habrán de emplearse a fondo para presionar y terminar de quitarle el suero. Se van turnando. Es tal la fuerza que han de hacer que casi empujan con todo el peso de su cuerpo. Lo dejan caer sobre sus brazos. En otra parte de la nave de elaboración, otro grupo se faja rellenando moldes en la mesa de desuerado. Allí vierten antes la cuajada ya cortada en las cubetas de cuajar. Entre todos presionan para sacar el suero y, cuando acaban, se dedican a rellenar moldes con los que hacen los quesos.
De aquí salen luego las distintas marcas que trabaja esta casa y que tantos premios han cosechado, hasta una veintena. De Quesos Bolaños son el de Pajonales, que es de cabra, La Viejita, Fagagesto (cabra y oveja), Fontanales y Lomo del Palo, más los de flor y de media flor, con cuajo vegetal.
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