Un neurocirujano explica qué hay de cierto en esa sensación de que el móvil nos 'borra' la memoria
Propone cinco o seis actos de 'higiene cognitiva' al día para paliar la llamada demencia digital
Los teléfonos inteligentes son una herramienta prodigiosa… siempre que no nos convirtamos en sus esclavos», sentencia el neurocirujano Marc Tadié en su libro 'El cerebro ... sin memoria. Un tsunami llamado smartphone'. De hecho, el francés considera que «la omnipresencia del móvil ya no es solo una cuestión de comodidad o conectividad, sino un asunto de salud pública».
Respaldan su tesis diversas investigaciones científicas basadas tanto en tests psicológicos como en el estudio de imágenes por resonancia magnética, que muestran cambios fisiológicos en el cerebro provocados por el uso intensivo de los smartphones. Concretamente, en áreas como el hipocampo, que pierde eficiencia al ver reducido su tamaño.
Esto último se explica porque estamos dejando de ejercitar la memoria: ¿para qué recordar un número de teléfono, una dirección o el cumpleaños de alguien si podemos consultarlo en el móvil? «Los smartphones están debilitando toda nuestra vida mental, incluidas la imaginación, la capacidad de atención y la de asociación», prosigue Tadié, quien habla de una pescadilla que se muerde la cola: «Usar el móvil estimula los mismos circuitos cerebrales que las drogas. Cada notificación y mensaje activa la secreción de dopamina (la hormona del placer), lo que genera un círculo vicioso de dependencia que amplifica el problema. Sobre todo porque esta adicción está aceptada socialmente. Incluso fomentada».
A largo plazo, el neurocirujano espera que los smartphones se conviertan en un «escándalo sanitario al nivel del tabaquismo o el amianto», y señala síntomas aparejados a su uso compulsivo como cuadros ansiosos y depresivos o la pérdida de vínculos sociales. Esto ha llevado a muchos expertos a hablar de un nuevo síndrome, el de la demencia digital, que, salvando las distancias, tiene algunas semejanzas con el Alzheimer.
Con todo, la doctora Verónica Giménez de Béjar, responsable de la Unidad de Neurología en la madrileña Clínica DKF, advierte de que «con la 'demencia digital' no estamos ante un término médico, dado que no tiene entidad de enfermedad. Con todo, se sabe que el uso excesivo de redes sociales, juegos digitales, etc., impacta en nuestro cerebro alterando la forma y cantidad de la conectividad de las neuronas, por lo que la profesión médica tendrá que mantenerse observadora y analítica para dilucidar a dónde nos llevan esos cambios».
Atención y concentración
Cabe preguntarse, no obstante, si la pérdida de memoria o capacidad de atención asociada a los móviles («dado que el consumo de contenido rápido no activa, recluta o refuerza ninguno de estos procesos», explica Giménez de Béjar) se considera irreversible. Según la neuróloga, «aún no se sabe bien, pero el sentido común nos lleva a pensar que, en edades de conformación y desarrollo de la conectividad neuronal, evitar esta forma de uso de la tecnología puede favorecer la reversibilidad de estos procesos. Debemos tener en cuenta las cualidades de plasticidad neuronal que posee el cerebro».
Respecto a si existe un grupo de edad más expuesto a la demencia o atrofia cerebral, por su parte, Giménez de Béjar apoya la idea -también defendida por Tadié- de que afecta mayoritariamente a la población joven: «Cuanta menos edad tenga la persona, con conectividad menos resistente o no desarrollada, más vulnerabilidad a dificultades cognitivas podrá mostrar. También podrá sufrir un no desarrollo de habilidades cognitivas que hasta ahora habíamos comprobado que se adquirían en esas edades. Esto sin emplear el término demencia digital para aquellos grupos de edad en los que no puede hablarse de demencia como tal, ya que aún no han experimentado un desarrollo psicomotriz completo».
Así, los padres juegan un papel clave a la hora de evitar que sus hijos sucumban a este problema, aunque primero deben aprender a detectar ciertas señales de alarma también descritas por Giménez de Béjar: «Los problemas de atención y concentración son los más evidentes, pero también se cuentan dificultades para la expresión del lenguaje y, a nivel emocional, una tendencia al aislamiento y una mayor irritabilidad».
Como estrategias preventivas, Tadié recomienda fijar normas domésticas como no usar el móvil durante las comidas o justo antes de que el menor se vaya a dormir (la consabida 'luz azul' no solo altera el sueño, también la memoria); fomentar «usos creativos o educativos» de las nuevas tecnologías y «demostrar con el ejemplo que un teléfono no sustituye la atención ni la interacción humana».
Además, el neurocirujano apela a una 'higiene cognitiva' diaria basada en «realizar cinco o seis actos memorísticos sin recurrir al móvil (recordar un número, cita o dirección)», además de leer, conversar o pasear como mecanismos para mantener la mente en forma. Algo en lo que concuerdan desde Clínica DKF al recomendar que procuremos «vivir intensamente, con conciencia del momento y buscando experimentar estímulos que fomenten habilidades cognitivas como la orientación, el lenguaje o la percepción visual y espacial».
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