Gorka Yarritu Profesor de surf
«El surf te aparta del móvil y te conecta a la naturaleza»Lleva 44 años practicando este deporte y todavía recuerda a la perfección su primera vez en una tabla
Aunque nació en la localidad vizcaína de Getxo hace 56 años, Gorka Yarritu pertenece al mar. Su casa. Tiene la puerta de entrada en la ... playa de Sopela. Allí, mientras se convertía en un referente de este deporte, abrió hace casi 29 años su escuela de surf. Con el Cantábrico a la vista, claro. Ha vivido y vive pendiente de que todas las piezas del horizonte cuadren para componer esa ola que no se perdonaría perder.
– ¿Y si hoy le dice un médico que ya no puede meterse en el agua?
– Ya me vi en esa tesitura. Hace cinco años tuve una lesión cervical grave. Estuve año y medio fuera del agua. Bueno, me pilló ya bastante 'surfeado'. Soy de los pocos que han estado entrando a diario. En fin, lo asumí bien. El surf resulta muy exigente desde el punto de vista físico y es una lesión que me condiciona.
– ¿Recuerda la primera vez que subió a una tabla?
– Con 11 o 12 años. En Azkorri y en la tabla de un socorrista. Fue un flechazo. Uno de mi cuadrilla había empezado a hacer surf y nos llevó al resto. Era una aventura. Me alucinaron las sensaciones.
– ¿Siente envidia cuando ve a un chaval en su primer día en la escuela?
– Es lo que más me gusta de mi trabajo. Empatizar con ellos. Muchos vienen con cierto miedo o con escepticismo sobre si serán capaces. Y luego, cuando lo prueban, se les pone una cara de felicidad increíble.
– ¿Detecta enseguida al que tiene talento?
– Sí, pero no siempre. Hay algunos que se ponen de pie sobre la tabla a la primera y conectan con la ola. Aunque hay quien no parecía que se le iba a dar tan bien y a base de constancia ha llegado a competir.
– ¿Qué es lo primero que les dice?
– Que el proceso de aprendizaje es muy divertido. El nivel de satisfacción del primer día es igual que el que consigue alguien con mucha experiencia.
– Cuando empezó, el surf era casi desconocido. ¿Ha cambiado mucho?
– Muchísimo. Nosotros éramos una pequeña tribu. Aquí no había industria del surf. Sólo había una tienda, Banana, que abría en verano. Para comprar mi primer traje de neopreno me tuve que ir a Biarritz. Y la mayor parte del mercado de tablas procedía de extranjeros que dejaban las suyas. Hoy hay de todo.
El gran día
– Su figura como surfista está unida a la ola de Mundaka. ¿Cómo la descubrió?
– Era un mito. Es diferente a las otras olas que hay por aquí. Se caracteriza por los tubos. Me impresionó.
– ¿Es su ola?
– Sí, es uno de los amores de mi vida y también la ola que me ha lesionado. Durante mucho tiempo mi día a día estuvo condicionado por las horas de la marea, las marejadas... Llegué a estar obsesionado con esa ola.
– ¿Ha renunciado a mucho por esa pasión?
– Claro. Me generó conflictos. Conmigo no se podía contar para nada, sólo pensaba en las condiciones del mar en Mundaka.
– ¿Qué es una ola para usted?
– Es como un desafío. El escenario nunca se repite. Siempre hay una variable distinta. Por eso, nunca te quieres perder un baño: ese puede ser el gran día porque la dirección de la marejada es la ideal, porque el viento del suroeste es el perfecto, porque el banco de arena está en su punto... Hay días así, históricos. Y alguno me lo he perdido. Recuerdo uno, cuando estaba con un brazo enyesado. Lo vi desde la orilla, sufriendo como un masoquista, ja, ja...
– Fue un pionero, practica surf desde hace 44 años y la escuela lleva abierta casi 29. ¿Siente que ha dejado huella, aunque sea sobre la arena?
– Ja, ja... Sí. Han pasado miles de personas por la escuela. Muchos han cambiado hasta su modo de vida. El surf es fácil que te apasione. Tiene un efecto balsámico ante este tren de vida que llevamos. Entrar un par de horas al agua relaja mucho. Aquí no llevas teléfono móvil. Te desconecta de esta locura electromagnética y te conecta al mar, a la naturaleza.
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