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Qué significa una alarma en Oslo

Qué significa una alarma en Oslo

Rincones del mundo ·

Con temperaturas bajo cero, ni los que van en camiseta protestan

Luis López

Martes, 24 de agosto 2021, 23:09

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Cuando en un hotel de Oslo suena la alarma a las 8:15 de la mañana uno nunca piensa que haya una emergencia. Lo que supone es que hay un simulacro. O que se ha activado ese escándalo por cualquier bobada. El sonido es muy estridente y casi cubre un mensaje, recitado en noruego e inglés, que pide desalojar inmediatamente el edificio. Inmediatamente. Es diciembre, así que fuera hay temperaturas bajo cero, nieve congelada y un cielo gris. Dentro las lucecillas rojas tiritan con urgencia mecánica. Pasan los segundos y no cesa el jaleo.

Tras el primer momento de negación de la fatalidad llega el momento de la duda. ¿Y si esto es realmente una emergencia? Uno abre la puerta de la habitación, a ver cómo reacciona el resto de la gente. De un cuarto próximo sale corriendo un señor de aspecto inequívocamente nórdico que lleva una toalla anudada a la cintura. Huye sin mirar a los lados. Civilizadamente asustado, siguiendo las flechas verdes. Vaya, esto parece que no es una broma. Hay que activarse. Pero poniéndose algo de abrigo antes, claro.

A los pocos minutos, frente al hotel, en la plaza, el reducido grupo de españoles alojados ahí se pregunta qué estará pasando. Van con sus abrigos y sus gorros. Han sido los últimos en salir. Alrededor hay un montón de gente en manga corta. La chica de recepción, de veintipocos años, lleva un chaleco fosforito y también va en camiseta, como todo el personal del hotel. Es muy profesional y cariñosa a la hora de organizar la situación. La temperatura es de cuatro grados bajo cero.

Al final no había pasado nada grave. Algo con los humos de la cocina. Pero la situación se prolongó durante quince minutos. En ese tiempo nadie protestó. Nadie reclamó atenciones especiales, ni siquiera la mujer que apretaba a un bebé contra su pecho para calentarlo. A quien parecía más aterido y tembloroso se le acercaba la recepcionista, amabilísima, le acariciaba el brazo y le decía que todo se arreglaría.

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