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José Carlos Castillo

Alexander Pérez

Capitán de La Leyenda del Pisuerga
«Esté donde esté, siempre tengo en mente los barcos»

Un verano a la última ·

Cubano de nacimiento, ocupa el puesto de mando de esta embarcación turística desde el 15 de marzo de 2019

Eva Esteban

Domingo, 10 de agosto 2025, 23:05

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La noche previa a su primer viaje en barco, ya como profesional, el capitán Alexander Pérez apenas durmió. Sabía que estaba preparado, se había formado durante cuatro años en la Academia Naval Granma de La Habana, pero un intenso hormigueo recorría su cuerpo sin darle respiro. Han pasado más de treinta años de aquel 12 de diciembre de 1994 y, desde entonces, primero en su Cuba natal y más tarde en España –llegó en 2011–, el puesto de mando de los buques es su segunda casa. Ese hogar a bordo desde 2019, concretamente desde el 15 de marzo, está en Valladolid y lleva por nombre la Leyenda del Pisuerga, una embarcación «del estilo de las que subían las aguas del río Misisipi» que surca el Pisuerga a su paso por la ciudad y que cada verano recibe a miles de turistas –y también vallisoletanos– que buscan conocer la capital desde otro punto de vista.

–¿Cómo es estar a los mandos de un barco de estas características?

–Es un trabajo que cualquiera que lo mire pensará que me siento en la banqueta y digo 'dale para adelante o para atrás', pero no. Primero de todo, lleva una preocupación y una responsabilidad sabiendo que no vas con una carga normal, aquí la carga que llevo son personas y es algo muy delicado. Antes que mirar por el barco y por su cuidado, hay que mirar por las personas, prevenir cualquier accidente, cualquier avería y conservar su vida como tal. Aparte de eso, hay que tener en cuenta por dónde estás navegando. En el mar tienes un margen de maniobra mucho más amplio que en el Pisuerga. El río tiene unos 70 u 80 metros en la margen más ancha; no te puedes equivocar ni meterte un poquito para acá o a la otra banda. Tienes que ir por donde tienes que ir, e ir pensando en lo que vas a hacer en cada momento. Lo lógico es pensar que el centro del río es la parte más profunda, pero en este caso no es así. Hay partes donde puedes navegar por el centro y otras no.

–¿Cómo llegó a ponerse a los mandos de La Leyenda?

–Vine de Cuba con la titulación y me costó mucho el tema de la homologación. Aún sin haberlo homologado, pasé el currículum al dueño del barco. Estuve en Balearia, navegando en unos barcos de crucero por el río Duero, lo que es la frontera de Salamanca con Portugal, y como dos años después me llamaron. Da la casualidad de que en ese tiempo estaba trabajando, aunque en algo que no tenía nada que ver con la navegación, que es lo que realmente quería. Me llamaron, decidí salir de la empresa donde estaba y me vine aquí... Y hasta ahora; como digo siempre, hasta que el jefe me diga 'vete de aquí'.

–¿Qué supone el periodo estival para la embarcación?

–En verano comenzamos a dar más paseos, a partir de los martes y hasta el domingo. También tenemos algunos viajes irregulares, es decir, para cumpleaños, comuniones, reuniones de empresa, bodas... En verano lo más complicado es el calor y, además, suele bajar por lo general el nivel del río: hay que estar más pendiente.

–¿Cómo es la relación con los clientes?

–Es como un bar, hay veces que quedas bien con el cliente y a veces no. El barco tiene una capacidad, 130 personas. Hay veces que en el verano, por ejemplo, hay más de esas personas y no entienden que tú tienes eso y no puedes decir que suba uno más porque es tu responsabilidad y mi deber es cuidar de ellos. Hay quien no te quiere entender y eso me hace quedar mal a veces, pero en el fondo sé que estoy cumpliendo con lo establecido como tal.

–¿Qué es lo más gratificante de su trabajo?

– Primero que nada, me gusta mi trabajo. Ya son 30 años, desde 1994, con 17 años empecé a ir en el barco, me gustan. Puedo estar donde sea, pero siempre tengo en mente los barcos. Lo que más me gusta es el trato con las personas y más aún con los más pequeños. Hay veces que vienen grupos de niños y es algo emocionante, eso es lo mejor. A veces entran al puesto de mando y les voy explicando. Te hacen unas preguntas que te dejan sorprendido y te dices a ti mismo 'este niño no puede hacerte esa pregunta'. Emociona saber que los estás educando, enseñarles algo para que, quizás mañana, alguno de ellos pueda sustituirte a ti como tal.

–Lleva más de seis años navegando por las aguas del Pisuerga. ¿Se le pasa rápido el trayecto?

–No, qué va. No sé a los clientes cómo se le hará, pero a mí hay veces que no. Es todo el rato lo mismo. Por ejemplo, cuando navegas por el mar vas de un sitio a otro, de un puerto a otro, de un país a otro, y siempre ves algo distinto. Te cruzas con un barco, ves puertos... Te entretienes algo, pero aquí es todo el rato lo mismo, aunque me encanta mi trabajo.

–¿Cuánto dura un paseo?

–El regular dura aproximadamente una hora y diez o quince minutos, dependiendo de cómo esté el viento y el tiempo, que a veces tardo en hacer las maniobras.

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