Ni la sangre dulce atrae a los mosquitos ni hay que hacer la digestión antes de bañarse: mitos del verano que hay que desterrar
No te creas todo lo que has oído desde crío: muchas de esas 'verdades absolutas' propias de esta época no tienen ninguna base
Será el calor, será que dejamos el cerebro en ahorro energético y no tenemos ganas de poner las cosas en entredicho... pero lo cierto es ... que el verano es una época muy fecunda en cuanto a mitos, falsas creencias y tonterías en general que nos acabamos tragando sin cuestionar nada ni un segundo, a menudo porque han llegado a nosotros de generación en generación y el ser humano, por lo que sea, tiende a quedarse ese tipo de 'herencias'. He aquí un listado de las más habituales (y seguro que más de uno se lleva una sorpresa).
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Los mosquitos prefieren a la gente de sangre 'dulce'
Seguro que alguna vez ha escuchado aquello de 'Fulanito es un imán para los mosquitos; debe tener la sangre muy dulce'. Sentimos comunicar que a estos insectos les da absolutamente igual el sabor de su torrente sanguíneo: solo pican las hembras y lo hacen buscando las proteínas de nuestra sangre, indispensables para el correcto desarrollo de los huevos que portan en el abdomen. Esto les lleva a succionar de forma indiscriminada, aunque es cierto que algunas personas pueden convertirse en sus golosinas preferidas por razones bien distintas: quienes exhalan más dióxido de carbono y tienen más temperatura corporal (como las embarazadas o las personas con sobrepeso) deberían usar un extra de repelente; también los deportistas, pues una mayor secreción de sudor atrae a los insectos (les pirran compuestos como el amoníaco, el ácido láctico o el ácido úrico).
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Un sol 'potente' acelera el bronceado
Siempre se ha dicho (y con razón) que los días de playa nublados son los más peligrosos: los bañistas se confían y terminan con importantes quemaduras por no aplicarse protección solar. Desconocen que el bronceado depende de la radiación ultravioleta (UV, capaz de atravesar las nubes hasta en un 80%), sin importar lo radiante que luzca el sol. Otras creencias a desterrar relacionadas con este asunto son que basta aplicarse protector una vez al día (debe hacerse cada dos horas, especialmente tras salir del agua); que a más factor de protección solar, más seguridad (un FPS 30 bloquea el 97% de los rayos UV, mientras que un FPS 50 apenas un 1% más); y que usar maquillaje con FPS es suficiente (no cubre todo el rostro y la cantidad aplicada suele ser insignificante).
Y otro gran mito: si alguien ya está moreno puede ponerse al sol sin problema. Pues de eso nada: una piel bronceada es también una piel cuyas células han sido dañadas, lo que aumenta el riesgo de melanoma y envejecimiento prematuro. Es cierto que habrá desarrollado una menor sensibilidad a los rayos UV, pero seguirá necesitando protector solar. Lo mismo ocurre con las personas con tonos de piel más oscuros.
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Las gafas de sol baratas protegen igual
En verano se multiplican los puestos ambulantes de gafas de sol y la oferta de estos accesorios en las tiendas a pie de playa, lo que anima a muchos usuarios a agenciarse unas (cuanto más espejadas y horteras mejor). Quien piense que unas lentes de diez euros protegen igual que unas de óptica, debería darle una vuelta a esa idea: la mayoría de gafas oscurecidas a precio de ganga no cuentan con filtros UV y terminan haciendo más daño que beneficio (dilatan la pupila permitiendo que entren más rayos nocivos).
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El cloro de la piscina mata todos los gérmenes
Sí, el cloro desinfecta, pero no pensemos en las piscinas como en los escenarios más limpios del mundo: algunos virus y parásitos resultan inmunes, lo que hace necesario ducharnos a conciencia antes y después de cada baño. Por ejemplo, son comunes las infecciones gastrointestinales causadas por el parásito Cryptosporidium spp., que sufrieron un incremento considerable en 2023 en la mayoría de comunidades autónomas españolas. ¿Cómo evitarlas? Los expertos recomiendan un correcto mantenimiento de las piscinas públicas y unas mínimas condiciones de higiene antes de entrar a las mismas (lavarse las manos después de ir al baño, pasar por la ducha antes de zambullirnos y no tragar agua en la medida de lo posible).
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Hidratarse con cerveza y heladitos
Finalmente –y aunque no queremos amargarle el verano a nadie–, recuérdate que la cerveza 'bien fría' y los helados no reemplazan al agua para una correcta hidratación, al contrario: el alcohol favorece la pérdida de líquidos y el azúcar aumenta el metabolismo (lo que en lugar de refrescarnos genera más calor corporal).
El terror que no nos sacudimos: el corte de digestión
Lo de tener que esperar dos horas después de comer para meterse en el agua es el mito veraniego más extendido. Lo hemos escuchado (y sufrido) en la infancia y pasan los años y seguimos manteniendo ese terror vivo. Lo cierto es que no existe evidencia científica de que los cambios bruscos de temperatura (como el que se produce al entrar de golpe en una masa de agua) interrumpan el proceso digestivo. En cambio, pueden desencadenar lo que se conoce como síncope de hidrocución, un problema circulatorio que también puede darse tras una exposición prolongada al sol, la ingesta de alcohol o la práctica de ejercicio físico intenso. Entre sus síntomas encontramos mareos, vómitos, calambres, palidez y, en los casos más extremos, inconsciencia y paro cardíaco. Pero se evita, simplemente, metiéndose en el agua lentamente para no 'asustar' al cuerpo.
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