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Ilustración: Mikel Casal
Qué significa mi frecuencia cardíaca

Qué significa mi frecuencia cardíaca

Relojes y pulseras 'inteligentes' ofrecen la posibilidad de conocer al minuto cómo late nuestro corazón: estas son las claves para entender esos datos

Lunes, 8 de abril 2024, 18:36

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Relojes inteligentes y aplicaciones para móvil ofrecen cada vez más posibilidades de chequeo de la salud. Uno puede saber cómo respira, cómo duerme, cuántos pasos camina, si tiene un peso ajustado a su altura y constitución o si, por ejemplo, si cuando corre lo hace de la manera adecuada. Todo, absolutamente todo, parece estar ya al alcance de ese movimiento grácil de nuestro dedo índice que hace muchos-muchos años nos servía para pasar de página y ahora permite viajar por el mundo digital.

Uno de esos múltiples servicios que ofrecen todos estos miniordenadores de muñeca, uno de los que por distintas razones más interés despiertan en los usuarios, es el medidor de la frecuencia cardiaca. ¿Sirve para algo esta aplicación o es solo un juguete? Claro que resulta útil, pero -como todo- debe utilizarse con mucho sentido común; porque de lo contrario se corre el riesgo de que el beneficio se convierta en un mayor estrés. Yeso es justo lo que no interesa, según recuerda el reconocido cardiólogo Manuel Anguita, expresidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

Depende de cada uno

La frecuencia cardiaca es el número de veces que late el corazón en un minuto. Es algo que, según explica el especialista de manera muy didáctica, cambia de una persona a otra y también depende de la actividad física que se esté realizando. En estado de reposo es más baja y cuando practicamos deporte se eleva. Ocurre así porque el corazón se ve en la necesidad de bombear sangre a una mayor velocidad para satisfacer las superiores necesidades de oxígeno de unos músculos sometidos a una situación de más exigencia.

El corazón se pasa el día funcionando a un ritmo de 60 a 100 latidos por minuto. Eso es lo normal, pero salirse de ese baremo tampoco tiene por qué ser indicativo de nada, según detalla el cardiólogo de la Sociedad Española de Cardiología Manuel Anguita. Hay personas que viven sin problemas con 50 latidos por minuto y quienes tampoco necesitan un esfuerzo físico relevante para alcanzar los 120.

La actividad deportiva o una comida especial permiten llegar a esas cifras. Una sesión de entrenamiento puede colocarlas incluso en el entorno de 130 o 140. Lo lógico, según Anguita, sería consultar al médico registros por debajo de 40 y por encima de 150. No sólo porque los dispositivos pueden fallar sino porque la tranquilidad también es una buena receta cardiovascular.

La posibilidad de tener a mano un dispositivo personal que ofrece información permanente sobre nuestra frecuencia cardiaca –y que además puede quedar grabada para ser consultada con posterioridad– es una auténtica maravilla, por razones que se explicarán más adelante. Pero requiere por parte del usuario mucha cabeza en su uso porque, de lo contrario –y tristemente, esto suele ser lo habitual– todo este tipo de dispositivos acaban generando en el usuario más ansiedad y más intranquilidad que paz y prevención. «No se puede estar demasiado pendiente de todos estos dispositivos, mirando continuamente como oscila nuestra frecuencia cardiaca, porque llega un momento en que las personas se 'neurotizan' un poco y terminan preocupándose por lo que no deben», alerta el experto, especialista del servicio de Cardiología del Hospital Reina Sofía de Córdoba.

Ayuda para el cardiólogo

La consulta permanente de éste, como de otro tipo de datos que ofrecen relojes y pulseras 'inteligentes', puede acabar generando una dependencia de los equipos, que cause más ansiedad y agobio personal. «No hay todavía estudios científicos que hablen de esto, pero sí es algo que compartimos muchos especialistas, porque lo estamos viendo en las consultas», detalla Manuel Anguita. Los pacientes pueden acabar entrando en un «circulo vicioso». La preocupación excesiva por la frecuencia cardiaca acaba acelerando el corazón, lo que provoca en el usuario que lo comprueba una mayor ansiedad y, al mismo tiempo, una mayor cantidad de latidos.

Los especialistas aconsejan que este tipo de aplicaciones, si no van a utilizarse bien –que es lo habitual–, se reserven para su uso exclusivo con supervisión médica. A los cardiólogos les ayudan a detectar taquicardias y arritmias que llaman paroxísticas. Son de corta duración, por lo general duran menos de 30 segundos y terminan de manera espontánea. Si no se dan en el momento en que uno está en consulta pasan desapercibidas.

Para detectarlas, lo que hacen los cardiólogos es colocar a los pacientes durante 24 ó 48 horas un equipo llamado 'holter', que registra la actividad cardiaca de manera continua. Las aplicaciones de móvil y relojes pueden realizar esta misma labor, siempre que registren de algún modo lo que están midiendo. Eso permite al facultativo definir el tipo de arritmia que se padece y ajustar el diagnóstico. Todo lo demás es un juguete con capacidad de agobiar inútilmente al usuario.

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