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Natural, de sabores, azucarado, desnatado, sin lactosa, griego, batido, vegetal, mousse, con cereales, con mermelada de frutas, de leche de cabra, especial para bebés, enriquecido con proteínas, minerales, vitaminas... Elegir un yogur nunca ha sido tan complicado. La oferta es tan amplia que a veces no sabemos ni cuál comprar o si el que acabamos de meter en el carro es realmente la opción más recomendable desde el punto de vista nutricional.
«El verdadero yogur es un buen alimento para incorporar a un patrón dietético saludable. Contiene proteínas de alto valor biológico, vitaminas del complejo B y calcio fácilmente absorbible. Además, la tolerancia digestiva es buena porque la lactosa es fermentada por las bacterias y su cantidad es mínima», explica la doctora Carmen Aragón Valera, vocal del comité gestor del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
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Ahora bien, antes de tomar una decisión es importante tener clara la diferencia entre yogur, postre lácteo y leche fermentada porque no todos los productos que se venden en la sección de refrigerados de los supermercados son yogures 'auténticos' aunque lo parezcan o las marcas los promocionen con reclamos saludables en las tapas de los envases.
La receta básica de un yogur no es más que leche coagulada obtenida por fermentación láctica gracias a la acción de las bacterias Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus. Además, estos microorganismos deben ser variables y estar presentes en el producto terminado en una cantidad mínima de una por cada 107 colonias por gramo o mililitro. «Cuando en el proceso se utilizan otras bacterias diferentes como, por ejemplo, el Lactobacillus casei, el alimento resultante ya no se puede llamar yogur sino que se sería una leche fermentada», precisa Ana Belén Ropero, profesora de Nutrición y Bromatología en la Universidad Miguel Hernández.
Esta es la explicación teórica. En la práctica lo que tenemos que hacer para saber si el yogur que queremos comprar es saludable desde un punto de vista estrictamente nutricional es mirar las etiquetas. Lo ideal es que en la lista de ingredientes aparezcan solo dos: leche y fermentos lácticos. Es frecuente que también figure leche en polvo, que se suele añadir para dar consistencia al producto. La recomendación general de los nutricionistas si lo que queremos es tomar un buen yogur sin aditivos es comprar los clásicos naturales. «Son perfectos los de cualquier marca», coinciden los especialistas, que también aconsejan beberse el suero. «Este líquido lleva agua, calcio, potasio, fósforo, lactosa y proteínas, así que no debemos tirarlo».
Otra de las dudas más frecuentes es si la versión desnatada es más saludable que la entera. Una cuestión que los nutricionistas tienen bastante clara: los desnatados no aportan ninguna ventaja añadida, incluso si buscamos no engordar. «La diferencia de grasa entre ambos productos es tan baja que su impacto resulta imperceptible en el global de la dieta. Además, como la sensación de saciedad que aporta el desnatado es tan baja puede hacer que tengamos hambre en poco tiempo y piquemos más, por no mencionar la diferencia en cuanto a sabor y textura», coinciden los expertos.
Encontrar opciones sin azúcares añadidos o edulcorantes tampoco es sencillo. Un truco para detectarlos es mirar el apartado de hidratos de carbono de la etiqueta: donde pone 'de los cuales azúcares' no se deberían superar nunca los 5 gramos por cada 100 de producto si lo que buscamos es un yogur lo más saludable posible. «En cuanto se le empiezan a añadir azúcares, edulcorantes (sacarosa, jarabe de glucosa, sirope...) y otros ingredientes más allá de la leche y los fermentos ya estaríamos hablando de un postre lácteo, que no tiene nada que ver con un yogur de verdad». Los tipo griego, incluso en su modalidad más natural, tampoco son los más recomendables por la gran cantidad de nata que suelen llevar para hacerlos más cremosos.
Una de las versiones más populares últimamente son los llamados yogures enriquecidos con proteínas, que contribuyen a la formación y mantenimiento de la masa muscular. «A pesar de sus múltiples beneficios en situaciones concretas, en general, ya solemos tomar más proteínas de las necesarias por lo que no son aconsejables para todo el mundo y en algunos casos incluso pueden suponer un riesgo para la salud», apostilla Ana Belén Ropero.
Por último están los mal llamados vegetales, «que de yogur no tienen nada de nada», advierten los nutricionistas. Se trata de bebidas a las que se le han añadido fermentos lácticos.
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