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Nuestro cuerpo debería odiarnos a veces. Porque una cosa es enfermar sin que haya un 'culpable' de por medio y otra, que nosotros mismos seamos los responsables del tremendo malestar que causa una resaca. En fin, que nuestro organismo, si lo vemos desde el punto de vista de la justicia poética, debería estar vengándose. Pero no, lo que está haciendo el pobre es esforzarse en eliminar las toxinas.
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El alcohol ha inhibido la liberación de vasopresina, una hormona producida por el cerebro que envía señales a los riñones para que retengan líquidos. Así que el alcohol aumenta la frecuencia para orinar y la pérdida excesiva de líquidos. ¿En qué se traduce esto? «La deshidratación leve resultante probablemente contribuye a los síntomas de resaca como sed, cansancio y dolor de cabeza», indican expertos del National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism.
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Al beber en exceso, se irrita el revestimiento del estómago y aumenta la liberación de ácido, lo que puede provocar náusea y malestar estomacal. Este efecto puede durar varios días.
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Aumenta la inflamación del cuerpo. Así, de forma generalizada. Es lo que nos suele pasar cuando estamos enfermos, por eso el malestar de una buena resaca es muy parecido a un proceso vírico de esos que nos dejan fatal. En buena medida, es porque el metabolismo del alcohol, principalmente por el hígado, genera acetaldehído, un subproducto tóxico y de corta duración que contribuye a la inflamación de este órgano, pero también del páncreas, del cerebro y del tracto gastrointestinal. De ahí que el malestar sea generalizado. Y este es uno de los puntos clave por los que, con el paso de los años, llevamos peor las resacas.
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Cada vez que bebemos, utilizamos todas nuestras armas para combatir las toxinas que desprende el alcohol, así lo explican expertos de la Universidad de Pensilvania. Sin embargo, a medida que envejecemos, nuestras defensas (básicamente antioxidantes, enzimas y, sobre todo, los aminoácidos del hígado, necesarios para digerir el alcohol) van a menos. ¿Resultado? Resacas más largas y penosas.
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La humorista gráfica Monster Espagueti (Anastasia Bengoetxea) acaba de publicar 'Tratado sobre la resaca' (Penguin Random House), donde aborda, desde un punto de vista divertido y autocrítico, todo lo relacionado con las consecuencias inmediatas del exceso de alcohol. Según indica, uno de los signos de que nuestro cuerpo lleva alcohol de más es la dilatación de los vasos sanguíneos periféricos, «lo que hace que se pierda el calor, otra cosa es que no sintamos frío por el efecto sedante sobre el sistema nervioso».
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Una investigación de la Universidad de Bath (Reino Unido) realizada en 2018 arrojó conclusions preocupantes: se han detectado deficiencias en el sistema cognitivo muchos días después de que el alcohol haya desaparecido del torrente sanguíneo. La velocidad, las habilidades motrices, la memoria –a corto o largo plazo– y la atención se resienten, evidentemente, durante la fase aguda de la resaca (es decir, en las 24 horas posteriores a la ingesta excesiva de alcohol), pero tardan varios días más en recuperarse del todo. De hecho, esto causa un buen 'agujero' en la economía de un país.En Reino Unido, donde se ha cuantificado esto, han calculado que el absentismo laboral provocado por las resacas cuesta cada año más de 1.600 millones de euros a la economía nacional. «Las resacas pueden ser dolorosas y peligrosas. La atención, toma de decisiones y coordinación muscular de las personas pueden verse deterioradas. Además, la capacidad para realizar tareas importantes, como conducir, operar maquinaria o cuidar a otras personas, puede verse afectada de manera negativa», alertan en el National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism.
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