¿Ver en bañador al repartidor que te trajo un pedido hace 2 años?
Estados de WhatsApp y otros chivatos indiscretos
¿Cuál es el bañador preferido del repartidor que te trajo un pedido hace un par de años?, ¿cómo de rubios son los peques de ... la profesora de extraescolares de tus hijos?, ¿dónde duerme en su viaje a Japón el becario del verano pasado?, ¿cómo le sientan los chupitos de la cena al jefe?, ¿qué tal lo pasa en Portaventura el abogado al que consultamos aquella duda legal? Son preguntas –acordaremos que las respuestas son poco interesantes en la mayoría de los casos– que ni el más cotilla de la oficina hubiera formulado hace unos años. Y, sin embargo, hoy forman parte de nuestro día a día con una naturalidad pasmosa. Compruébelo. Dé un breve paseo por los últimos estados de WhatsApp de sus contactos.
Cuando uno echa un vistazo a cuánta gente tiene en su teléfono. Ahí empieza el jaleo. No es raro que sean varios miles, en especial en aquellas profesiones donde el teléfono forma parte del trabajo. A esa exuberante exposición se suman las diferentes redes sociales. Los llamamos amigos pero, si lo pensamos bien, es una acepción algo discutible. En muchos casos no hemos cruzado jamás una sola frase con ellos. «La amistad es muy gratificante pero también exigente. En las redes sociales, a diferencia de la vida real, no tenemos límites porque, muy a menudo, estar conectado con alguien no comporta ningún compromiso», subraya Ferran Lalueza, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. Más que amigos, muchos de ellos son una suerte de espectadores silentes o meros trueques esporádicos de 'me gusta'. Hay incluso un estudio de la Universidad de Bath que explica que los amigos reales tienen a darse likes de forma constante y espontánea pero, entre conocidos, «son transacciones recíprocas».
¿Por qué seguir la vida de gente con la que no interactuamos ni tenemos intención de hacerlo? «La red favorece ese impulso voyeur: de espiar, de curiosear, de ser testigos de lo que ocurre en la vida de los demás. Muchas veces es el mismo usuario el que expone su vida, muestra momentos de su día a día e incluso algunos que, en otras ocasiones, no compartiría», señala Silvia Martínez, directora de Social Media en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Con esos conocidos digitales «no se comparte una conexión, sino el interés por «estar al corriente de sus vidas». Tal y como explica Silcias Martínez, «en internet, muchas veces propiciamos o facilitamos que nuestra red de contactos se amplíe. De algún modo, es una relación recíproca entre quién quiere conseguir más seguidores que estén pendientes de lo que está compartiendo y publicando y, por otra parte, responde a esa necesidad que tenemos de curiosear y de ver lo que hacen los demás».
Hay redes pensadas para difundir contenidos de forma masiva como X, el antiguo twitter, TikTok, con ese aire más joven, o LinkedIn, de corte profesional. Ahí quizá tenga poco sentido poner vallas al campo. Otra cosa son aquellas en que mostramos nuestra vida y la de los nuestros, ya sea con fotografías o con vídeos. Hace décadas que los expertos advirtieron sobre la necesidad de separar, con cuentas diferentes incluso, la vida laboral y la personal. Un mandato de sentido común en un tiempo en el que los reclutadores de personal estaban acostumbrados a ver cómo había candidatos que hacían gala de cada una de sus juergas.
«El motivo por el que compartimos aspectos muy personales e incluso íntimos de nuestra existencia con desconocidos es esencialmente la inconsciencia», defiende Lalueza en una de esas máximas que puede -debería, quizá- hacer pensar. Hay también una «ilusión de proximidad» que se debe a esa presencia constante, aunque sea de forma digital. «Saber qué hace una persona en su día a día puede generarnos una percepción de cercanía que no es real. Si no tenemos posibilidad de estar cerca de ella, puede ser un sucedáneo aceptable. El problema surge cuando podríamos estar realmente cerca y dejamos de hacerlo por culpa de esta falsa percepción», advierte Lalueza, también investigador del grupo GAME.
Superficial
Hay otra clave evidente que explican esas redes con legiones de amigos: «el coste de conservarlos es casi nulo y ofrecen pequeñas dosis de curiosidad y entretenimiento». Las limpiezas -eliminar de la cuenta a aquellos con los que nunca tratamos o que no aportan nada- pueden ser «un detonante de conflictos». Para algunos, «dar un like o mandar un meme es una forma de mantener el vínculo vivo, aunque sea de una manera muy superficial. De algún modo, nos hemos convertido más en relatores, narradores de nuestro día a día, que en usuarios partícipes del diálogo y de la conversación». Sabemos mucho del bañador del último repartidor y poco de los sueños de quienes nos quieren y acompañan. En opinión de los expertos, no es algo casual. «El objetivo de las redes es maximizar el tiempo que pasamos en ellas».
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