«Al tener sexo, meto tripa». Medidas, duración..., la presión fulmina el placer
La ansiedad sexual llena las consultas
Los humanos tenemos una facilidad pasmosa para echar a perder las cosas buenas de la vida. Así ocurre con el sexo, que debería ser puro ... placer, pero en muchos más casos de los que pensamos ha acabado convirtiéndose en una presión: las exigencias (las propias más que las ajenas) han matado el disfrute. ¿La consecuencia? La llamada ansiedad sexual –sensación de malestar físico, nervios y bloqueo que se manifiesta antes del acto o durante él, y a veces con solo pensar en ello–llena las consultas de psicólogos y sexólogos. Tres expertas analizan cinco de las frases más repetidas por los pacientes sobre las presiones que les martirizan y convierten el sexo en una obligación, algo que pocos comentan fuera de círculos profesionales. Al fin y al cabo, ¿quién quiere quedar como alguien que no goza del sexo?
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«Es que no tengo ganas..., me siento un bicho raro»
«Las comparaciones, los complejos físicos o la autoexigencia sexual son factores que erosionan la autoestima y deterioran la salud mental. La gran mayoría de los problemas y dificultades vienen de las expectativas inasumibles. Pensamos que debemos 'rendir', 'alcanzar', 'cumplir'...», resume Cecilia Bizzotto, socióloga, sexóloga y portavoz de JOYclub, comunidad basada en sexualidad liberal. Esto afecta a hombres y mujeres, pero les deja especialmente tocados a ellos, ya que tradicionalmente han sentido la presión de 'demostrar' ser fieras sexuales (las mujeres, todo lo contrario, se han esforzado por mantener una imagen de virtud y contención).
La verdad: «Hay personas con la libido alta, media o baja. No es cosa de géneros», sentencia Bizzotto. Y, además, el deseo fluctúa a lo largo de la vida.
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«No satisfago a mi pareja»
«El placer y el orgasmo son una responsabilidad individual y colectiva: yo tengo que saber qué me gusta, cómo necesito ser tocada, y saberlo comunicar para que el otro me acompañe en el camino de la satisfacción sexual», apunta Bizzotto. Cada cual debe atender al otro, pero también responsabilizarse de su propio placer. Menos echar 'culpas'.
La verdad: una investigación (Muehlenhard y Shippee, 2009) con una muestra de casi 300 personas reveló que el 50% de las mujeres había fingido un orgasmo alguna vez... ¡Y también el 25% de los hombres! ¿Por qué? Por el agobio de no dar la talla, por no dañar la autoestima del otro... Sexólogos y psicólogos coinciden en que hay que evitar esa concepción 'finalista' del sexo que causa tantos agobios: no siempre hay que 'acabar'.De hecho, existen circunstancias (medicaciones, cansancio, estado mental y, paradójicamente, que te guste mucho la otra persona) que pueden dificultar llegar al clímax.
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«No doy la talla»
El tamaño de los atributos sexuales (penes, pechos) es fuente constante de complejos, uno de los pilares de la ansiedad sexual. Las medidas del miembro viril son lo que causa más presión. En consulta se repite esa frase de 'es que la tengo pequeña'. «El 70% de las mujeres no llegan al orgasmo con la penetración, así que obsesionarse con los centímetros es perder el foco», recuerda Bizzotto. Además, una encuesta publicada por la American Phychological Association –con 50.000 participantes– aseguraba que el 85% de las mujeres estaba satisfecha del tamaño del pene de su pareja, pero solo el 55% de los hombres se sentía contento.
La verdad: según los urólogos, solo se necesita un miembro de seis centímetros en erección para una penetración satisfactoria. La vagina no es un saco sin fondo –tiene una profundidad de 8 a 10 centímetros– y su parte más sensible está en el tercio anterior, junto a la entrada. Así que... menos pensar en centímetros.
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«Al tener sexo, meto tripa»
Los complejos físicos convierten un momento 'hot' en una pesadilla. Este problema, también 'unisex', se ve más en mujeres. Algunas dicen a los terapeutas cosas como 'meto tripa cuando hago el amor' o 'no me gusta verme reflejada porque me veo los pechos caídos'... Están más pendientes de sus supuestos defectillos que de pasarlo bien. Esto genera desconexión y la idea de que el sexo es un mal trago que mejor que pase pronto.
La verdad: estar pendiente de algo que no sean las sensaciones empeora el sexo y desde luego da malos resultados. Lucía Jiménez, sexóloga de Diversual, aconseja 'formarse' «leyendo, hablando, asentando de una vez por todas lo que es normal y no contribuyendo a discursos que disfracen el cuerpo y el sexo de un ideal que, lejos de dar placer, incomoda. También hay que educar la mente para que identifique la pornografía como ficción».
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«Es que no puedo estar horas dale que te pego»
La duración es otro de los temas que más agobios causan.A los hombres, por supuesto, porque si llegan al orgasmo pronto dan por hecho que se acaba 'la fiesta' para ambos, pero también entre las mujeres, que ven a otras –en el porno– que están disfrutando y disfrutando mucho rato (chorros, gritos, orgasmo va y orgasmo viene)... y ellas aburridas a los cinco minutos.
La verdad: datos a nivel europeo nos dicen que el tiempo que se dedica de media al coito está entre cinco y seis minutos.«En Japón, un tema común en cuanto a los estándares sexuales es la duración del sexo –revela Mónica Chang, experta en bienestar sexual de iroha–. TENGA Healthcare realizó una encuesta en la que preguntaba a las mujeres cuál era su tiempo ideal de penetración durante el sexo y la mayoría afirmó que diez minutos, lo que parece ir en contra de la percepción generalizada entre los hombres. Esto demuestra que es necesaria una mayor comunicación entre parejas».
Y también refuerza la idea de que el antes y el después, que también forman parte de la relación sexual (no caigamos en el coitocentrismo) sean muy importantes y cuenten.Un dato curioso:en la pandemia, como la gente no tenía mucho que hacer durante, se duplicó el tiempo dedicado a los mal llamados preliminares (mal llamados porque ya son sexo, recalcan las expertas), que pasaron de veinte a cuarenta minutos de media, algo que fue valorado muy positivamente. ¿Hemos vuelto a las andadas?
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