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Solange Vázquez
Miércoles, 11 de octubre 2023
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Los números dicen muchas cosas, pero no todas. Nos sirven para saber, por ejemplo, que casi un 7% de la población española pertenece al colectivo de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales e intersexuales (LGTBI), según un estudio estadístico de la empresa Dalia.
Nos cuentan también que somos un país bastante abierto con este grupo tan heterogéneo -investigaciones del Pew Research Center destacan que el 88% de los españoles es amigable con los gais-, algo que nos sirve para dibujar con dos trazos gruesos la situación a nivel nacional. Sin embargo, lo que no revelan es que, pese a los avances, las personas LGTBI se siguen enfrentando todos los días a creencias aparentemente amables con la diversidad sexual que cristalizan en comentarios y preguntas improcedentes.
Paula Iglesias, vicepresidenta de la Federación Estatal LGTBI+, Maria Rodó, del grupo de investigación Género y TIC de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y Maria Olivella, coordinadora de la Unidad de Igualdad de este mismo centro, analizan esas frases aparentemente no ofensivas y que estos colectivos escuchan a diario.
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«Aunque se haya avanzado en visibilidad y derechos, aún queda mucho por reivindicar», afirma Maria Rodó. Por ejemplo, la mayor visibilidad del colectivo LGTBI ha conllevado un crecimiento de las actitudes homofóbicas.
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En una sociedad heteronormativa, explica Olivella, se da por supuesto que los hombres son masculinos y las mujeres, femeninas. Ciertas personas 'cortocircuitan' cuando se rompe esa secuencia supuestamente lógica. «La gente se cree con derecho a preguntar de todo escudándose en que es 'curiosidad'... Lo que ocurre es que sobre la 'utredad' (lo que se refiere a otros) nos creemos con todo el derecho a preguntar lo que sea», afirma Iglesias.
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«Es muy muy común lo de que hacemos ostentación. Yo soy lesbiana y si digo 'he ido de fin de semana con mi mujer' hay quien piensa que lo pregono, pero si lo dice una persona hetero, no», indica Iglesias. «La heterosexualidad se pregona todo el tiempo y en todas partes. No es cierto que la sexualidad se mantenga en el ámbito privado», dice Rodó.
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«Da a entender que a una persona bisexual siempre le falta algo -añade Olivella-. Como si a una persona que está con un hombre le faltase una mujer, y viceversa». Esta forma de pensar se basa en un arquetipo por el que las personas bisexuales tienen un perfil inmaduro y compulsivo.
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«Cuando se deja claro lo de gai en una conversación donde no suele tener nada que ver... estámos reduciendo todo el mundo de esa persona a ese aspecto», explica Iglesias.
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En principio, no parece mal lo de la tolerancia. Pero, parémonos a pensar. Tolerar es como si las personas LGTBI tuviesen que ser aguantadas o soportadas por el resto «o pedir permiso por ser así», añade Iglesias, quien afirma que «esta expresión indica una posición de poder desde la que 'toleras' que existan otras realidades».
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Obliga a la persona a hablar sobre un tema íntimo. Es una cuestión muy común y denota ese morbo tan extendido por lo diferente. «Pedir el nombre de nacimiento denota negarle la identidad que ha escogido y negarle también el proceso de transición por el que ha luchado», dice la coordinadora de Igualdad de la UOC.
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«Los 'peros' nunca nos ayudan», resume Iglesias. Siempre intentan justificar cierto tipo de pensamientos, ideas, acciones, expresiones… Como no es políticamente correcto expresar rechazo al colectivo LGTBI, el 'pero' sirve de excusa, en plan 'voy a decir algo discriminatorio y me vas a dejar hacerlo'. Si después de la frase «no soy homófobo» se añade un «pero»… sí lo eres.
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«Aunque la frase 'los gais son superdivertidos' pueda decirse como piropo -destaca Rodó-, vuelve a denotar una visión normativa y excluyente».
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«¿Y…?», responde Olivella. «Ni la orientación sexual ni el género definen a una persona». Tener amigos de orientaciones sexuales diferentes o que hayan cambiado de género no implica una falta de prejuicios sobre estos colectivos. «La gente lo usa todo el tiempo como si fuese un antídoto», advierte Paula Iglesias.
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