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Este sitio está en Costa Rica y es uno de los lugares con más biodiversidad del mundo. Pura selva.Luis López
Martes, 3 de agosto 2021
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A nadie se le ocurriría atravesar un río con cocodrilos únicamente para comprarse una pulserita de semillas en un chamizo que, según ha contado un desconocido, hay al otro lado del cauce. Salvo que esté en la península de Osa, claro. Y que no haya mucho más que hacer.
Este sitio está en Costa Rica y es uno de los lugares con más biodiversidad del mundo. Pura selva. Para quedarse a dormir hay algunas cabañas en claros ganados a la vegetación donde por la noche se aparean las serpientes terciopelo. Son pequeñas y hay que tener cuidado de no pisarlas.
Para darse paseos por el entorno es mejor ir con algún nativo porque de lo que estamos hablando es de atravesar túneles vegetales intrincadísimos y oscuros. Los cortan arroyos tintineantes. Y todo el rato hay ruidos que parecen amenazas. La selva, vamos.
«¿Hay algún sitio para comprar artesanía?». Sorprende la pregunta. Pero contra todo pronóstico el chavalito de las cabañas dice que sí. Que a algo más de un kilómetro hacia el sur, siguiendo un sendero que se zambulle en la espesura, hay un individuo que vende abalorios bonitos hechos con semillas, maderas y cosas así. Está en un rincón de una playa, en la desembocadura del Río Claro. Advierte de que hay cocodrilos. No es sorprendente porque en el viaje en bote hasta aquí, por el río Sierpe, se ven ejemplares grandísimos rebozados en lodo y tomando el sol en las orillas.
Hay que ir con cuidado, entonces. Tras un rato de caminata por el interior selvático se llega al río, que brilla al contacto de algún rayo de sol que se cuela entre las copas de los árboles. En un tablón clavado en un tronco pone que para cruzar hay que silbar, y viene una lancha. Colgado del tablón, un pito de plástico rojo.
Pero también se puede caminar por la orilla en dirección a la desembocadura, a la playa. Al llegar a ella el río pierde caudal y ya se puede cruzar a pie. Muy atentos a los depredadores. Bajo un cocotero, el artesano solitario tiene adornos colgados de ramitas.
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