De parranda con Puro Relajo, los reyes del euskalmex
De 'Adelita' al 'Mierda de ciudad' de Kortatu, estos navarros expertos en contagiar la fiesta superan los cien bolos anuales
Carlos Benito
Sábado, 19 de julio 2025, 18:12
Los bolos de Puro Relajo contagian la fiesta y desdibujan la geografía: estamos en Amorebieta, en la comarca vizcaína del Duranguesado, aunque por un rato ... parezca más el Durango de México, y los músicos son un quinteto especializado en la rica herencia sonora del país americano, pero procedente de Aibar, Rocaforte y Torres de Elorz, tres pueblecitos navarros cercanos a Sangüesa. En sus trece años de andadura, con más de mil actuaciones, se han convertido en el emblema de lo que podríamos llamar euskalmex: tocan todas las rancheras que uno pueda desear, pero también canciones en euskera como 'Ikusi mendizaleak' y clásicos del pop español como 'El ritmo del garaje' de Loquillo o 'Un beso y una flor' de Nino Bravo. Todo suma en su depurada receta para la parranda perfecta, que van adaptando como hábiles cocineros en función del lugar y el ambiente.
La verdad es que aquí, en el Parque Zelaieta, no tienen necesidad de darle muchas vueltas, porque acaba de lanzarse el chupinazo de los cármenes y la gente llega con hambre y sed de fiesta, casi con urgencia. «Hay que disfrutar de la vida: ¡buscaos pareja y a bailar!», instruyen desde el escenario, y cuando tocan 'Ella' (la del «abismo profundo y negro como mi suerte») ya anda el público montando cadenetas por la plaza. Lo de Puro Relajo se ha convertido en un fenómeno llamativo: superan los cien bolos anuales (en agosto tienen 22), cuentan con seguidores entregadísimos que les siguen de aquí para allá e incluso instalan puesto de 'merchandising', con kits de sombrero y pañuelo a cinco euros, bolígrafos, imanes, monederos...
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«A veces ni te acuerdas de dónde vas a estar al día siguiente», explican Txuma Gallués (acordeón y voz), Iosu Burguete (trompeta y voz), Eneko Irigoyen (trompeta) y los gemelos Jorge y David García (que cantan y se ocupan de la guitarra y el bajo). Son las nueve, falta media hora para el concierto y están en una sala del Centro Zelaieta, el complejo cultural que preside la plaza, donde han instalado su camerino. Aún van de calle, en pantalones cortos, y están zampándose unas tortillas y unos bocatas: «La comida nos la han traído fans. Las tortillas de Muskiz y los bocadillos de Amorebieta. Esto es mucho mejor que las fans quinceañeras que ponen tu foto en la carpeta», agradece Txuma entre bocado y bocado. «Lo bueno es que unas y otras pensaban que traían suficiente, pero al final nos lo hemos comido todo», analiza David. Cuando Iosu y Eneko han sido padres, como Jorge tiene costumbre de airear sus intimidades por el micrófono, les traían también tartas de pañales y regalos para los bebés.
«Nuestro radio de acción ha ido aumentando de manera paulatina», explican. Todavía suelen ir y volver a los sitios en el día: quedan a las tres de la tarde y regresan tras la verbena, aunque hay diez o doce jornadas al año en las que les sale mejor hacer noche en el lugar de la actuación. «Cada provincia que estrenamos es como desbloquear un reto: tratamos de preparar algo que les pueda gustar», aclaran. Tocan en La Rioja, en Huesca, en Cantabria, hacen escapadas a Castellón, Tarragona o Galicia («poco para lo mucho que nos llaman») y de vez en cuando se aventuran más allá. «Estuvimos en Montemolín, Badajoz. Nuestra música mexicana y popular gusta mucho de Madrid para arriba, pero fue la primera vez que bajábamos tanto. Y la primera a la que fuimos en avión, ¡nos sentíamos los Rolling!», repasa la banda, que se formó en unas cenas que montaban en Aibar, bautizadas como 'Amigos de las mexicanas'. De las canciones, claro.
–Oigan, ¿y por qué las rancheras gustan tanto por aquí?
–Hubo mucha emigración a México, gente que fue a buscar fortuna, y algunos volvieron ricos y trajeron también la música. Además, atrae la pasión desgarrada: somos más p'adentro, pero nos gusta que alguien cante p'afuera, cosas bonitas de su madre, de amores...
Son las nueve y veinticinco, solo faltan cinco minutitos para salir al escenario y ya lucen sus sombreros y sus camisas negras. Pero, uniformados de Puro Relajo, deben cumplir con otra obligación diaria: es el momento de grabar vídeos personalizados para fans. Colocan el móvil y empiezan a cantar 'Las mañanitas'. Jorge da dos pasos y se sitúa en primer plano: «Muy buenas, Ángel. Te saludamos desde Amorebieta. Nos acordamos de tu jubilación, que viene de júbilo», improvisa, con desparpajo a prueba de fallos. Y, después, a tocar.
Casados y divorciados
«Hace años que venimos, así que ya somos amigos prácticamente íntimos», saludan. Dedican 'Josefina' a una Josefina (tienen un whatsapp donde recogen dedicatorias para cada noche) y van enlazando esas canciones que definen su amalgama: por ejemplo, suenan seguidas 'Adelita', la 'Soledad' de Emilio José, 'La de la mochila azul' y el 'Guk euskaraz, zuk zergatik ez' que hizo popular en los 70 el donostiarra Urko. Y la gente se las sabe todas. Además, Puro Relajo dominan las artes del entretenedor, esa magia de crear comunidad: «¿Cuántos habéis venido en pareja? Que levanten la mano. Ya sabía yo, tres o cuatro. ¿Cuantos hay solteros? ¿Cuántos casados? ¿Divorciados? ¿Y cuántos son casados pero les gustaría estar cinco minutitos divorciados?». Tocan 'El vals de las mariposas' y Bego e Ignacio, que rozan los 80, se ponen a bailar despacito pero con sabiduría de veteranos. Es conmovedor ver bailar a los mayores: uno se imagina toda una vida acompasados. Uno, en fin, a veces se equivoca.
–¿Son muchos años casados?
–Nooo, su mujer es esta –aclara Bego, señalando a su amiga Feli–. Yo soy viuda y me gusta bailar, pero con mi marido no lo hice en la vida, en 50 años.
–Vaya... Feli, ¿y usted e Ignacio bailan? ¿Recuerda la primera vez?
–Cuando nos conocimos, en las fiestas de Durango. Tocaba la banda. Yo tenía 17 años y él tenía 20.
–¿Y le gustó cómo bailaba?
–Sí bailaba, sí, pero lo importante era que nos acoplábamos bien.
También hoy se menean los jóvenes. Algunos, con exagerado ademán, como introduciendo la ironía en sus movimientos, pero otros se implican muy en serio: ahí están Libe, Peio y Xabi, de 23 y 24 años. Y Peio, además, con el brazo en cabestrillo. «Nos encantan las rancheras. En este pueblo tenemos costumbre de oírlas en los bares. Y Puro Relajo son los mejores. ¡El año que viene otra vez!», reclaman.
«¿Quién quiere ligar en fiestas? Pocas manos veo... Para esos tres o cuatro, una que acaba de salir y está petando en la radio: ¡'Clavelitos'!», bromea Jorge. Hay dedicatorias para los ancianitos de una residencia y para una vecina que ha perdido a su hermano (le tocan la emocionante 'Xalbadorren heriotzean' de Xabier Lete), triunfa la ineludible 'El rey', cuelan un orgulloso 'No te vayas de Navarra', la lían parda bajando entre el público y organizando congas con 'El chacachá del tren' («vamos a hacer un baile de nuestro pueblo, el txirriki, metiendo la mano por la entrepierna del de delante»), sueltan un par de cañonazos de confeti y serpentinas, cuidan el guiño localista con 'Por el Nervión' y se acercan al presente con el 'No dudaría' de Antonio Flores y el 'Mierda de ciudad' de Kortatu. La despedida solo puede ser una: 'Adiós con el corazón', acompañada de fuegos artificiales. Y, después, un par de horas de furgoneta hasta Aibar. Cuando lleguen a casa ya será mañana, un día igual pero distinto: tocarán en otros cármenes, los de la localidad guipuzcoana de Alegia.
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