'Harry Potter y la piedra filosofal': un verano de lectura en la tumbona
La primera entrega de la serie de J. K. Rowling desencadenó una fiebre por devorar páginas
Cuando la edición española de 'Harry Potter y la piedra filosofal' llegó a las librerías el 1 de diciembre de 1998, generó una expectación inusitada: ... aunque cada vez menos niños y adolescentes dedicaban tiempo a la lectura, hubo miles que se agolparon a las puertas de las tiendas para hacerse con un ejemplar de la que se convertiría en una de las sagas literarias más exitosas de todos los tiempos.
Para el verano siguiente, las playas se habían convertido en improvisadas bibliotecas: la llamada 'Pottermanía' alcanzaba cotas máximas y nadie quería quedarse fuera del fenómeno editorial. Si hasta entonces habían predominado las novelas románticas bajo las sombrillas, ahora eran los más pequeños de la casa quienes rehusaban codearse con las olas para avanzar unas páginas más en la trama del joven aprendiz de mago. Los conjuros de Hogwarts se convirtieron en vocabulario común.
El resto es historia: la publicación de cada uno de los seis libros restantes se convirtió en todo un acontecimiento y llegaron a despacharse más de 600 millones de ejemplares alrededor del globo. Hablamos de la serie más vendida de la historia, distribuida en más de 200 países y traducida a 85 idiomas. Esto dio pie, a su vez, a una saga de ocho películas (producida por Warner) que recaudó más de 7.700 millones de dólares entre 2001 y 2011.
Y no quedó ahí la cosa. Aparecieron cintas derivadas ('Animales fantásticos'), una obra de teatro a modo de secuela ('Harry Potter and the Cursed Child'), videojuegos, 'merchandising' a mansalva e incluso áreas temáticas instaladas en los principales parques de atracciones. Todo ello eleva el valor de la franquicia por encima de los 25.000 millones de dólares, sin contar el impacto que pueda tener la serie proyectada por HBO Max, con intención de adaptar un libro por temporada y estreno previsto en 2026.
Como decíamos, mucho antes de que el bueno de Harry conquistase el verano, los lectores empedernidos habían encontrado en la brisa marina un aliado idóneo para disfrutar de su afición. Mayormente a través de un formato, el de los libros de bolsillo, que se remonta hasta el mismísimo Renacimiento.
Clásicos portátiles
Considerado el primer editor de la historia, Aldo Manuzio fue también pionero en la venta de tomos encuadernados: dedicó sus días a mejorar tanto la legibilidad como la manejabilidad de unas obras que hasta entonces se habían regido por los estándares de los códices monásticos. Tras fundar su propia imprenta en el año 1500, encontró el tipo de letra y tamaño perfectos para editar una colección de clásicos latinos y griegos que pudiesen leerse en cualquier parte, la cual fue recibida con entusiasmo por los nobles e intelectuales de la época.
Pero, si buscamos un precedente más cercano, tenemos que remitirnos a Allen Lane, presidente de la editorial británica Bodley Head, quien en 1935 concibió la idea de un libro que fuese tan económico y fácil de transportar como una cajetilla de tabaco. La oposición frontal de su propia compañía le llevó a materializar el concepto bajo una editorial inédita y aún hoy vigente: Penguin Books. A partir de aquel momento, los libros de bolsillo no tardaron en llegar a los aeropuertos, las estaciones de tren (a menudo dentro de máquinas expendedoras) e incluso los chiringuitos, facilitando así que la ficción impresa nos alcanzase en cualquier parte.
En España, los primeros libros compactos se comercializaron en 1950 de la mano de la editorial Austral, pero tuvimos que esperar hasta 1966 para poder adquirir tomos de bolsillo propiamente dichos (dentro de la colección 'El Libro de Bolsillo', de Alianza Editorial). Ya en las décadas de los 70 y 80, firmas como Bruguera o Plaza & Janés consolidaron el formato con la reedición de numerosos 'best-sellers'.
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