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La gran mayoría de la gente que toma té y/o café lo hace no solo por su sabor, también por su efecto, el provocado por la droga que contienen, en ambos casos la cafeína, que nos mantiene despiertos y activos. El científico alemán Friedlieb Ferdinand Runge (1794-1867), al salpicarse un ojo con extracto de belladona, había descubierto que ésta servía para dilatar la pupila. Solían pedirle que hiciera una demostración de este hallazgo, y entre los testigos del experimento, realizado sobre los ojos de un gato, estaba el famoso poeta alemán Goethe. Impresionado por aquello, y como buen amante del café, le entregó al químico tres granos para que identificara de qué estaba compuesto. En pocos meses, el químico logró sintetizar el polvo blanco de la cafeína, y lo mismo hizo años más tarde con las plantas del té, cacao, guaraná y mate. Todas contenían la misma sustancia, cafeína, aunque esta tomara el nombre de su origen porque sus moléculas van asociadas a diferentes compuestos según provengan de una planta o de otra: teína, guranina, mateína...
Esto, junto a la presencia de antioxidantes, hace que una taza de cualquiera de estos dos productos aporte beneficios que podrían considerarse similares. «Aunque aún siendo parecidos -explica Karen de Isidro, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética- actúan de forma diferente porque la cafeína del té se libera más despacio y es mejor para personas que sufren ansiedad, para no tener picos. La combinación de ambas sería lo ideal».
El café y el té sirven igualmente como estimulantes, pero presentan diferente concentración de cafeína. El café aporta 40 miligramos de esta droga por 100 gramos, y en el té es aproximadamente la mitad para esa misma cantidad de planta, es decir, unos 20 mg, aunque siempre haya que tener en cuenta el tipo de café y té del que hablamos.
¿Cuánta cafeína tiene nuestra taza? Pues depende mucho de la preparación, de si el café es hecho en casa o en cafetería (suele tener más), de su tostado (a más tostado más concentración) y del tipo: los arábica contienen entre 0,6% y 1,2% de cafeína, el robusta va del 1,8% al 3%, y el libérica está entre el 1,2% y el 1,5%. También el té es más excitante según la clase: los más cafeinados son los japoneses, tés blancos de primavera, tés negros de Assam, Kenia, los del tipo inglés como Earl Grey, British o Irish Breakfast...
La Autoridad Europea en Seguridad Alimentaria (EFSA) aconseja no superar los 400 miligramos al día de cafeína, unas 3 o 4 tazas de café diarias, aunque De Isidro recomienda «quedarse en dos y por la mañana. No olvidemos que otras bebidas también aportan cafeína (las energéticas, los refrescos de cola...) y podemos superar ese límite con facilidad». En el caso del té, el equivalente a esos 400 mg serían unas 4 o 5 tazas.
Café y té
Ambos son más parecidos que diferentes, y de hecho provocan similiares beneficios en el cuerpo humano, básicamente por el contenido de cafeína y de antioxidantes.
Antioxidantes. Estudios relacionan el consumo de café y el té (por sus antioxidantes) con un menor riesgo de padecer diabetes tipo 2, enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares o hepáticas. A los antioxidantes se les atribuye atenuación de los daños en la piel y el cabello por los radicales libres y la exposición solar, con lo que se reduciría el fotoenvejecimiento y el riesgo de melanoma. Previenen la coagulación en la sangre, causa de accidentes vasculares y ataques al corazón. «Aunque se necesitan estudios clínicos de buena calidad para establecer la seguridad entre causa y efecto», señala la nutricionista De Isidro.
Propiedades antiinflamatorias. Según un informe publicado en 'Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention', bebedores habituales de café tenían marcadores inflamatorios más bajos que los que lo toman esporádicamente. Siempre son necesarios más estudios médicos, pero algunos señalados por la Fundación Esclerosis Múltiple muestran que la ingesta de té verde, sin que sea excesiva, es segura y ayuda con esta enfermedad, regula el gasto de energía y lucha contra la fatiga.
Ayuda a mejorar el ánimo. Explica De Isidro que «suben la tensión en momentos de bajón, y aunque no está asegurado que puedan potenciar el bienestar emocional, sí hay relación entre la cafeína y estados depresivos, ya que aumenta la liberación de neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina».
Sistema inmunológico. Aportan flavonoides y vitamina H para que las defensas funcionen.
Rendimiento físico y mental. La ciencia destaca la capacidad de la cafeína para aumentar el rendimiento físico e intelectual, aunque el cuerpo se acostumbra y necesita cada vez más.
Sin calorías. Tomados sin azúcar y hasta con algo de leche, suman muy pocas calorías y ayudan a calmar la ansiedad por la comida.
Hidratan y son diuréticos. Aportan buena hidratación y es una forma de tomar los 2 litros de agua al día recomendados.
Inhiben la absorción de hierro. Tomados después de las comidas, dificultan la absorción del hierro de los alimentos por el ácido tánico que contiene el café y especialmente el té.
Hay tomarlos con moderación. Sobre todo el café, por su mayor concentración de cafeína. Si se toma en exceso puede causar ansiedad, elevar la presión arterial, acelerar el ritmo cardiaco y provocar temblores musculares.
Manchan los dientes. Es una deventaja que comparten ambas bebidas.
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