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Una imagen antigua de la Cabaña del Pionero. Biblioteca del Congreso de EE UU
Un paseo entre secuoyas... y también a través de ellas
¿Sabías que...?

Un paseo entre secuoyas... y también a través de ellas

Estos rascacielos vegetales despiertan el asombro con su tamaño inabarcable

Sábado, 19 de diciembre 2020, 23:12

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Más alto que las Torres KIO

La secuoya roja o de California es el único representante del género Sequoia, aunque tiene dos 'primos' cercanos que también reciben ese nombre. Es una conífera caracterizada por una longevidad que supera sin problemas los mil o los dos mil años, por su corteza roja –que, a su vez, ha servido para dar nombre a un color– y, evidentemente, por unas proporciones descomunales que la convierten en el gigante del mundo arbóreo. Las secuoyas más destacadas se ganan el derecho a ser conocidas por un nombre propio. Así, Hyperion es el árbol vivo más alto que se ha localizado, un coloso inabarcable de más de 115 metros, un poquito más que las Torres KIO de Madrid. Lo encontraron en 2006 en un parque nacional de California y su ubicación exacta se mantiene en secreto, para protegerlo del vandalismo. Su congénere el Árbol del General Sherman, también de California, es más bajito, pero ostenta el título de árbol más grande del mundo, medido en metros cúbicos de madera. En el pasado hubo secuoyas todavía más voluminosas, como el Gigante de Crannell Creek, talado a mitad de los años 40, o el Árbol de Lindsey Creek, que fue derribado por una tormenta en 1905.

George W. Bush en una visita al Árbol del General Sherman en 2001.
George W. Bush en una visita al Árbol del General Sherman en 2001. Mark Crosse/AP

Un diálogo entre el cheroqui y el latín

Las secuoyas llamarían la atención en cualquier caso, con su imponente apariencia de rascacielos vegetales, pero además su impacto se redondea con un nombre sugerente, raro, que estimula la imaginación y sugiere aventuras en tierras salvajes. Las bautizó así a mediados del siglo XIX el botánico austriaco Stephan Endlicher y todavía hoy se sigue discutiendo en qué diablos se inspiró. La versión más bonita sostiene que el nombre viene de Sequoyah, un cheroqui fascinado por las 'hojas que hablaban' (es decir, los papeles con textos que usaban los blancos) que acabó desarrollando el silabario con el que se escribe la lengua de ese pueblo indígena norteamericano. Parece que a él, por cierto, le habían puesto Sequoyah por las palabras cheroquis para designar al cerdo o a la zarigüeya. Los partidarios de esta teoría argumentan que Endlicher, además de botánico, era lingüista y bien pudo tener alguna noción de todo esto, pero resulta muy probable que en realidad se basase en el término latino para 'secuencia'.

Secuoyas de Monte Cabezón.
Secuoyas de Monte Cabezón. Carmen Piñán

Velintonias y mariantonias

Estos árboles nos hacen viajar mentalmente a Norteamérica, pero hace más de siglo y medio que llegaron a España, concretamente a Granada: en el Cortijo de la Losa, cerca de Puebla de Don Fadrique, hay una treintena de ejemplares que, al parecer, fueron un regalo del duque de Wellington. La relación entre el ducado de Wellington y las secuoyas tiene su miga: un botánico inglés decidió bautizar las secuoyas gigantes –uno de esos primos de los que hablábamos– como 'wellingtonias', y ese nombre permanece en el Reino Unido y ha pasado al castellano como 'velintonia', que incluso figura en el diccionario de la RAE. Pero los granadinos le quitaron la severidad al asunto y las rebautizaron como 'mariantonias', más cariñoso. Otro bosque destacado en nuestro país es el del Monte Cabezón, en Cantabria, con más de 800 secuoyas que plantó el franquismo en los 40 como prometedora fuente de madera.

Túneles para atravesar el tronco

En California, las secuoyas son una atracción turística. Su magnitud basta para pasmar a los visitantes, y también para animarlos a formar una cadena humana capaz de abarcar su perímetro, pero en ocasiones se han cometido desmanes con la intención de volverlas todavía más llamativas. Hay secuoyas con salas excavadas en el tronco, o con túneles que permiten atravesarlas. La más conocida era la llamada Cabaña del Pionero, que durante muchos años se pudo cruzar en coche, ya que el hueco de su tronco se había ampliado a petición del propietario de un hotel. En 2017 se vino abajo durante una fuerte tormenta: al parecer, el agujero había reducido mucho su agarre al suelo, de modo que algunos conservacionistas afirmaron que no la habían abatido los elementos, sino la codicia humana.

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